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miércoles, 20 de diciembre de 2017

Por un monumento a Felipe II (en Madrid) como Dios manda… ¡¡¡ya!!!


Una de las cosas que más llama la atención del viajero impenitente son los grandes monumentos que las ciudades dedican a todas aquellas personas que han escrito su historia y con las que ellas mismas, o los países a las que pertenecen, están en deuda. Es maravilla ver las estatuas a Bolívar, San Martín, Washington y toda clase de próceres de la independencia que jalonan el continente americano que con tanto acierto descubrieron y cartografiaron los exploradores españoles y cristianizaron y civilizaron los evangelistas españoles; las de Napoleón, Luis XIV, Gambetta o Jaurés que pululan por todo Francia; qué decir de las cientos de estatuas que han dedicado a Vittorio Emmanuelle II, Cavour o Garibaldi los italianos, las que los británicos han dedicado a Nelson, a Wellington o a la reina Victoria, las que Portugal dedica al Marqués de Pombal, a Pedro IV o a Juan I; los alemanes a Bismarck o Guillermo I… y así, tantas y tantas por el mundo entero.
 
            Existe en tan excelsa nómina una notoria excepción, que afecta, por desgracia, a esta ciudad noble y antigua, hospitalaria y acogedora, amable y afable, divertida y emprendedora que es Madrid, incapaz, a lo que se ve, de sustraerse en ello a ese rasgo que tan inesperada y desagradablemente afea el carácter español, el que agrupa en uno defectos tan repugnantes como la envidia, el cainismo, el complejo de inferioridad o la gula, sí, la gula, definida en este caso como el consumo desordenado y nocivo de un alimento tan tóxico como la leyenda negra antiespañola.

            La excepción de la que hablo se llama Felipe II.
 
            Porque ese Madrid en el que no existe una estatua a Felipe II tiene con el rey de aquel imperio en el que no se ponía el sol una doble deuda. Una primera que comparte con el resto de los españoles y hasta con los ciudadanos de los muchos países del mundo que son tributarios de la cultura hispana: la que consiste en haber llevado ésta a su máxima expansión, y con ella, el cristianismo, o lo que es lo mismo, la civilización, el humanismo y el progreso. Porque la historia de la Humanidad, pese a quien pese, y a lo que se ve, pesa a muchos, está en deuda con España... está en deuda con Felipe II.
 
            La segunda es una deuda que no comparte con nadie y que es, por lo tanto, privativa de la ciudad para con su rey: la de haberla convertido, primero, en capital del imperio más extenso y poderoso que haya conocido la humanidad; y segundo, en capital de la nación más antigua y una de las más importantes de la historia, España, una capitalidad que en pocas décadas, en 2061, cumplirá nada menos que cinco siglos (¿pueden decir lo mismo los italianos sobre Roma, los alemanes sobre Berlín o los norteamericanos sobre Washington?).
 
            Una pequeña estatua al gran rey español, obra del escultor Federico Coullaut-Valera, adornó desde 1962 la plaza de la Armería de Madrid, pero tan ridículo homenaje aún debió de parecer excesivo a tanto cainita como en España existe, y en 2013 fue retirada so pretexto de unas obras de reforma terminadas hace tiempo ya. Desde entonces, ni siquiera monumento tan escaso conmemora en Madrid la figura de su verdadero "fundador" (aunque no fuera, en este caso, el que pusiera su primera piedra).
 
            Tamaña ausencia no habla bien de nuestra capital, antes al contrario, deja bien expuestos los puntos más flacos y envilecedores de ese carácter español que ya he mencionado más arriba, los cuales no sólo no pasan desapercibidos a los españoles de ley que tan bien los conocemos y que tanto los sufrimos, sino también a los muchos visitantes que vienen a esta ciudad y conocen un poco, tan sólo un poco, de su afamada y admirable historia.
 
            ¿Para cuándo una estatua de Felipe II como Dios manda en Madrid? ¿Para cuándo la reparación de una de las grandes injusticias históricas que en el mundo son, la que tiene lugar precisamente en la capital de España?
 
            Mientras ello ocurre, -que algo me dice que va pa largo-, Vds. a lo suyo: que hagan 
Vds. mucho bien y que no reciban menos. Nos seguimos viendo por aquí.
 
            Nota: En los jardines de Sabatini, como parte de su bella ornamentación, existe junto a la de otros reyes españoles una meritoria estatua de Felipe II, obra de Felipe de Castro. También en el Museo del Prado, en su interior, amén de muchas pinturas en las que se halla representado, una bellísima estatua de Felipe II, obra de Leone Leoni, en la que se inspira precisamente la de Coullaut-Valera, da la bienvenida a sus visitantes. Ni que decir tiene que no me refiero, obviamente, a esa clase de homenaje al rey que convirtió a madrid en MADRID.



                                                                       LUIS ANTEQUERA  Vía RELIGIÓN en LIBERTAD

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