Las elecciones catalanas han dejado más partidos perjudicados que beneficiados. Pero hay dos casos, el de los populares y el de los morados, que han sido sangrantes
Rajoy, de espaldas, e Iglesias, durante una sesión de control al Gobierno. (EFE)
Uno de los momentos más fascinantes de las elecciones es cuando se
terminan y los partidos que han obtenido malos resultados deben explicar
su fracaso. Los argumentos suelen ser peregrinos, pero en los comicios
catalanes se han alcanzado cotas sorprendentes. En especial, en dos casos: los del PP y Podemos.
Más allá de las excusas, de las acciones poselectorales para disfrazar el fracaso y demás, llama la atención que en ambos casos nadie haya dado la cara. Los resultados no son producto del azar, sino de un conjunto de factores en el que las estrategias elegidas cuentan con un peso muy notable, y siempre tienen responsables. Lo lógico, que no lo frecuente, sería que quienes se han equivocado dieran un paso adelante y asumieran su error. Incluso que hubiera algún cese o alguna dimisión. En esta ocasión tampoco ocurrirá, pero es una gran equivocación: resulta urgente para ambos partidos hacer cambios.
Empezando por la formación que gobierna, es hora de constatar que su gestión de la crisis catalana ha sido enormemente torpe. Escondido bajo el 155 y la convocatoria urgente de elecciones, que fue muy aplaudida, hay que reconocer que han contribuido a dar vida al fantasma que querían combatir. El 1-0 fue un punto de inflexión: el Gobierno vendió a quien le quisiera oír que no iba a haber urnas, que no habría papeletas, que no habría lugares públicos donde votar, que no habría referéndum. El día de la votación enviaron a la Policía a sacar a la gente de colegios que estaban abiertos, con urnas, papeletas y gente a mansalva, y el resultado fue claro: permitió a los independentistas legitimar su posición no a partir del sentimiento nacionalista y de la DUI, sino de las porras y la represión. Toda la campaña de JxCAT y ERC ha consistido únicamente en señalar a un Estado opresor que había destituido al gobierno legítimo, que había apaleado a gente que solo quería votar y que había encarcelado a políticos por su forma de pensar.
El independentismo hizo muchas cosas esperpénticas durante el 'procés', que sería demasiado largo enumerar. Pero, por llegar al momento central, planteó un pulso al Estado sabiendo que era imposible de sostener. No tenían nada: ni apoyos internacionales, ni control del territorio, ni respaldo de la población. Ni siquiera tenían un plan: en dos años en el Govern no fueron capaces de diseñar una estrategia que resistiera al 155. Cuando el Estado sopló, la República catalana cayó de golpe sin la más leve oposición. Decían tenerlo todo planeado para poner en marcha el nuevo Estado, pero a la hora de la verdad no había más que humo. Su gestión fue tan torpe que no habrían podido establecer la República catalana ni aun cuando Moncloa les hubiera dado el visto bueno. Pero todo esto dio igual, como tantos otros errores, porque pudieron echar mano del recurso que les dio el PP: nos pegan, nos impiden votar, nos encarcelan, temen a la democracia.
En ese contexto, y durante la campaña, Albiol
siguió empujando en la dirección equivocada, alentado desde Génova e
ignorando a parte de sus bases, que veían en la estrategia tomada un
viaje al fracaso. Así ocurrió, y fue mucho peor de lo esperado. Y no solo por unos resultados pobrísimos, sino por el triunfo sin paliativos de un partido aliado pero rival, Ciudadanos. Y ahí está su verdadero problema.
Los naranjas eran una formación destinada a convertirse en minoritaria, como ha ocurrido con otros partidos pequeños que han ayudado a gobernar al partido dominante: te pasas cuatro años como muleta del Gobierno, el votante termina percibiéndote como la voz de su amo y en las siguientes elecciones vota al amo. Eso era lo que los de Rivera iban a sufrir si no lograban restarle votos al PP. Lo están consiguiendo, y gracias a los populares.
Arrimadas
ha salido muy reforzada, como Rivera, lo cual debería ser preocupante
para Génova. Muchos de los seguidores populares podrían votar a los
naranjas sin demasiado problema, un buen número de medios simpatizan con
Ciudadanos (como 'ABC', que le dio la portada a la lideresa naranja el
día anterior a las elecciones, o 'El País', que ha apoyado con insistencia
a los de Rivera) y entre las élites, incluida una parte del Ibex 35, se
ve con mejores ojos a Cs que a Rajoy. Si a eso le sumamos desgastes
varios, puede concluirse que la situación del PP es bastante peor que
cuando se logró torcer el brazo de los socialistas para que les llevasen
de nuevo a Moncloa. Y ese es el asunto, que de repente tienen un rival que les puede hacer daño,
y que todas las alas que han ganado han sido en buena medida por una
estrategia torpe de Génova. En ese contexto, ¿no sería necesario para
los populares actuar de otra forma? ¿O van a hacer como de costumbre y
esperarán que todo se arregle por sí mismo? Porque quizá ahora no
ocurra. Y, todo sea dicho, quizá sea mejor para los españoles.
La segunda parte es la de Podemos. Es difícil señalar qué han hecho mal, porque han sido tantas cosas que resaltar alguna sería injusto. Pero yendo a lo actual: la apuesta de Iglesias y de su núcleo por dar un paso atrás y hacerse fuertes en los territorios en los que mejores resultados habían obtenido, como Cataluña, y olvidarse del resto de España, ha sido un error. Han perdido la posibilidad de influir allí y aquí, han generado más tensiones entre sus corrientes internas y sus aliados y han extendido la sensación, aquí sostenida desde el día después de las elecciones generales, de que son un partido en un declive difícilmente reversible.
Hemos escuchado muchas explicaciones sobre el fracaso en Cataluña, pero todas evitan el aspecto central, algo que entre sus filas saben bien y no se atreven a decir en voz alta: que Pablo Iglesias no es el líder, que el tiempo que siga al frente será perjudicial para la formación y que es hora de que alguien tome el relevo. Si Podemos quiere salir adelante necesita otra dirección, otras ideas y otro equipo. No hay otra solución y todo el mundo, dentro y fuera, lo sabe.
Los partidos son también estructuras de poder, y será complicado que quienes forman parte de ellas quieran cambiar lo que les favorece, pero para Podemos ha llegado la hora de la verdad. Y algo muy similar podría decirse de un PP que parece noqueado y que sobrevive por la inercia del poder.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
Más allá de las excusas, de las acciones poselectorales para disfrazar el fracaso y demás, llama la atención que en ambos casos nadie haya dado la cara. Los resultados no son producto del azar, sino de un conjunto de factores en el que las estrategias elegidas cuentan con un peso muy notable, y siempre tienen responsables. Lo lógico, que no lo frecuente, sería que quienes se han equivocado dieran un paso adelante y asumieran su error. Incluso que hubiera algún cese o alguna dimisión. En esta ocasión tampoco ocurrirá, pero es una gran equivocación: resulta urgente para ambos partidos hacer cambios.
El PP ha dado alas en muchas ocasiones a aquellos que decía que iba a combatir: los independentistas catalanes son un caso más
Empezando por la formación que gobierna, es hora de constatar que su gestión de la crisis catalana ha sido enormemente torpe. Escondido bajo el 155 y la convocatoria urgente de elecciones, que fue muy aplaudida, hay que reconocer que han contribuido a dar vida al fantasma que querían combatir. El 1-0 fue un punto de inflexión: el Gobierno vendió a quien le quisiera oír que no iba a haber urnas, que no habría papeletas, que no habría lugares públicos donde votar, que no habría referéndum. El día de la votación enviaron a la Policía a sacar a la gente de colegios que estaban abiertos, con urnas, papeletas y gente a mansalva, y el resultado fue claro: permitió a los independentistas legitimar su posición no a partir del sentimiento nacionalista y de la DUI, sino de las porras y la represión. Toda la campaña de JxCAT y ERC ha consistido únicamente en señalar a un Estado opresor que había destituido al gobierno legítimo, que había apaleado a gente que solo quería votar y que había encarcelado a políticos por su forma de pensar.
El humo y el fuego
El independentismo hizo muchas cosas esperpénticas durante el 'procés', que sería demasiado largo enumerar. Pero, por llegar al momento central, planteó un pulso al Estado sabiendo que era imposible de sostener. No tenían nada: ni apoyos internacionales, ni control del territorio, ni respaldo de la población. Ni siquiera tenían un plan: en dos años en el Govern no fueron capaces de diseñar una estrategia que resistiera al 155. Cuando el Estado sopló, la República catalana cayó de golpe sin la más leve oposición. Decían tenerlo todo planeado para poner en marcha el nuevo Estado, pero a la hora de la verdad no había más que humo. Su gestión fue tan torpe que no habrían podido establecer la República catalana ni aun cuando Moncloa les hubiera dado el visto bueno. Pero todo esto dio igual, como tantos otros errores, porque pudieron echar mano del recurso que les dio el PP: nos pegan, nos impiden votar, nos encarcelan, temen a la democracia.
El
problema para el PP no es solo su debacle en las elecciones sino el
triunfo sin paliativos de un partido aliado pero rival, Ciudadanos
El destino naranja
Los naranjas eran una formación destinada a convertirse en minoritaria, como ha ocurrido con otros partidos pequeños que han ayudado a gobernar al partido dominante: te pasas cuatro años como muleta del Gobierno, el votante termina percibiéndote como la voz de su amo y en las siguientes elecciones vota al amo. Eso era lo que los de Rivera iban a sufrir si no lograban restarle votos al PP. Lo están consiguiendo, y gracias a los populares.
¿No
sería necesario para los populares actuar de otra forma? ¿O esperarán
otra vez que todo se arregle por sí mismo? Porque quizá ahora no ocurra
Y ahora, Podemos
La segunda parte es la de Podemos. Es difícil señalar qué han hecho mal, porque han sido tantas cosas que resaltar alguna sería injusto. Pero yendo a lo actual: la apuesta de Iglesias y de su núcleo por dar un paso atrás y hacerse fuertes en los territorios en los que mejores resultados habían obtenido, como Cataluña, y olvidarse del resto de España, ha sido un error. Han perdido la posibilidad de influir allí y aquí, han generado más tensiones entre sus corrientes internas y sus aliados y han extendido la sensación, aquí sostenida desde el día después de las elecciones generales, de que son un partido en un declive difícilmente reversible.
Si
Podemos quiere salir adelante necesita otra dirección, otras ideas y
otro equipo. No hay más solución y todo el mundo, dentro y fuera, lo
sabe
Hemos escuchado muchas explicaciones sobre el fracaso en Cataluña, pero todas evitan el aspecto central, algo que entre sus filas saben bien y no se atreven a decir en voz alta: que Pablo Iglesias no es el líder, que el tiempo que siga al frente será perjudicial para la formación y que es hora de que alguien tome el relevo. Si Podemos quiere salir adelante necesita otra dirección, otras ideas y otro equipo. No hay otra solución y todo el mundo, dentro y fuera, lo sabe.
Los partidos son también estructuras de poder, y será complicado que quienes forman parte de ellas quieran cambiar lo que les favorece, pero para Podemos ha llegado la hora de la verdad. Y algo muy similar podría decirse de un PP que parece noqueado y que sobrevive por la inercia del poder.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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