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viernes, 2 de febrero de 2018

El separatismo necesitaba tener más armas y menos sonrisas

Carles Puigdemont EFE


Que la Benemérita haya encontrado un documento en el que los partidarios del golpe de Estado independentista hablan sin ambages de disponer de un ejército propio no es ninguna novedad. Hace años que el nacionalismo ha intentado dotarse de una estructura militar propia, más allá de los Mossos. Y de armas.

La Sectorial de Defensa de la ANC y su influencia en el separatismo

Dentro de la estructura de la Asamblea Nacional Catalana, cuyo dirigente, Jordi Sánchez, está en prisión por los hechos del pasado 1-O, se decidió en la época en que la presidía Carme Carbonell, en libertad bajo fianza por los mismos presuntos delitos que Sánchez, dar carpetazo a la que se ocupaba de temas de Defensa. El documento que dicha sectorial había elaborado, “Estructuras de Defensa de algunos Estados: pequeño estudio comparativo”, era demasiado claro. En él se hablaba del modelo de fuerzas armadas que precisaría una Cataluña independiente, analizando los recursos de nueve países que pertenecían a las estructuras bien de la UE, bien de la NATO, en función de su número de habitantes- entre los cuatro y los diez millones –, su gasto en defensa, su PIB, renta per cápita y estructura de sus ejércitos.

Eso hizo que los sectores más puretas del independentismo se rasgaran las vestiduras y, por pura estrategia política, dicha sectorial se auto disolviera en el 2014, curiosamente un 18 de julio. Decían que no querían ser un obstáculo para el proceso. Uno de sus documentos, “Dimensionamiento de las Fuerzas de Defensa de Cataluña, 1ª. Parte: la Fuerza Naval”, se había filtrado a los medios con el consecuente revuelo. Los dirigentes del proceso, que se jactaban de ser pacíficos, hablaban de la Revolución de las sonrisas, de amistad con España, de fraternidad, no podían permitir que se supiese la verdad acerca de sus intenciones. Preparaban un ejército, cuya base serían los Mossos de Escuadra, y para eso necesitaban silencio y secretismo. Dicha sectorial se reconvirtió en la “Sociedad de Estudios militares” y las aguas parecieron volver a su cauce.

Los intentos encaminados hacia ese objetivo por parte de los ejecutivos separatistas fueron constantes. Vale la pena repasar algunos de ellos. En 2017 intentaron adquirir entre 300 y 500 granadas consideradas de guerra, las Offensive HandGrenade 86 (Offhgr86) que contienen 16 gramos de un explosivo clónico de TNT. ¿Para qué podía querer una policía autonómica esas granadas? La Intervención General de Armas, previa advertencia de la empresa alemana Rheinmetall que las fabricaba, detuvo la compra. No se hizo nada, sin embargo, con la compra de más de cuarenta mil cartuchos para los fusiles de los Mossos a través de la empresa noruega Nammo, ni tampoco con la de 200 pistolas HK USP, la Heckler & Bloch automática más fiable del mercado, que utiliza munición de nueve milímetros Parabellum, fácil de obtener. En ese mismo pedido iban incluidos cincuenta fusiles de asalto de la misma marca, el HKG36 de 5,56 milímetros, y 22 fusiles FNScar norteamericanos de calibre 5’56 milímetros. Mucha pólvora para las misiones que tienen encomendadas los Mossos.

Sin pretender ser exhaustivos, el gobierno de Carles Puigdemont solicitó la compra de hasta nueve tipos de armas distintas: 300 subfusiles 9x19 mm., 400 fusiles 5’56 mm., 50 rifles de precisión 338 Lapua MAG, 50 más de la casa Whisper, 50 fusiles 7’62x51 mm., incluso incluía cinco millones de cartuchos para el subfusil 9x19 mm. Especulaciones al margen, con esa dotación de armamento y munición puede armarse más que dignamente a todo un regimiento que cuente entre dos y tres mil efectivos. Eran sonrisas, cantos, velitas encendidas, manifestaciones cívicas, efectivamente. Pero detrás, estaba lo otro.

El precedente de los Escamots d´Ordre de Esquerra durante la República


Los Escamots, en castellano grupos, fueron una creación de Josep Dencàs, líder de Estat Català desde la muerte de Francesc Macià. Dencàs formaba parte del Comité Secreto que debía preparar la insurrección de octubre en Cataluña. ¿Les suena? En ese menester era auxiliado por Miguel Badía, jefe de servicios de la Comisaría General de Orden Público. Ambos intentaron por todos los medios armar a sus grupos de hombres vestidos de camisa verde, que desfilaban igual que las SA hitlerianas y profesaban un ideario catalanista abiertamente racista. Cuando llegó el momento, la Generalitat sublevada pudo contar con 400 Mossos, 3.200 Guardias de Asalto y 3.400 miembros de los Escamots. Les salió, y nunca mejor dicho, el tiro por la culata. El ejército de la República sofocó la rebelión y Dencàs tuvo que huir por las alcantarillas. De nada le habían servido los centenares de miles de pesetas que Mussolini le había entregado.

Porque detrás de los Juegos Florales y la reivindicación romántica del catalanismo siempre ha existido la pulsión autoritaria y racista, basta leer el magnífico ensayo del profesor y buen amigo Francisco Caja acerca de la raza catalana para comprobarlo con fechas y cifras. Ahora que se habla tanto acerca de la falsedad que ha supuesto el proceso y todo lo que han dicho sus dirigentes, sería bueno incidir también en ese aspecto democrático y festivo bajo el que han pretendido mostrárnoslo. Es una de las más terribles, acaso la peor, de todas sus mentiras. El catalanismo jamás ha sido ni amable ni integrador, al contrario, solo ha pretendido asimilar, comprar o destruir, según el caso, a los que no forman parte de su tribu. Porque tribu es cualquier nacionalismo y, como tal, tiene sus brujos, sus tabús, sus ritos y también sus armas.

Que Artur Mas y Carles Puigdemont se hayan presentado como émulos de Nelson Mandela o Martin Luther King es una burla despreciable. ¿O es que alguien imagina al líder de lo derechos civiles norteamericanos comprando granadas de guerra, fusiles de precisión o subfusiles capaces de disparar 750 balas por minuto?

Todo ha sido una pura mentira creada por los hijos políticos del pujolismo que, no contentos con llevarse las mordidas del tres por ciento y más, acabaron por confundir sus delirios con la realidad, lanzándose hacia la independencia para ser definitivamente los amos de Cataluña, la moderna Herrenvolk, la raza de los señores.
"La sonrisa (del líder) no era más que la máscara del dictador, el que habla de paz, pero sonríe cuando oye que los manifestantes acaban gritando vivas a Terra Lliure"
La magnitud de las cifras expuestas, y son solo una pequeña parte, créanme, puede parecer irreal. Goebbels decía que una noticia que diga que alguien ha asesinado a dos niñas conmueve a la opinión pública, pero cuando esa cifra se eleva a un millón pierde todo tipo de significado, porque el hombre de la calle no concibe tales magnitudes. De la misma manera, si cuatro Consellers hubiesen adquirido en el mercado negro sendas automáticas, muchos se habrían indignado: cuando los cartuchos que se han comprado son cinco millones, los límites empiezan a diluirse y nadie se da cuenta de lo que eso supone, de la gravedad que contiene que una fuerza policial autonómica posea armamento y munición destinadas para grupos de operaciones especiales o para secciones policiales anti terroristas muy especializadas, y cito a nuestros GEO, GAR, UEI o a mi querido GOE del Ejército Español.

Lo más triste es que muchos de los que se han manifestado en las carnavalescas convocatorias separatistas de los últimos años se declaran rabiosamente anti militaristas. Qué paradoja. Si la sectorial de Defensa de la ANC tuvo que pasar a la clandestinidad fue, justamente, por esas gentes, los eco pastanagues, traducido libremente como ecologistas cutres, tontos, bobos, como les llamaban despectivamente los de la sectorial. Creyeron que sus líderes los llevarían al paraíso y cuando les interpelabas advirtiéndoles de su más que posible traición, respondían con la fe del misionero que, si fallaban, el pueblo pasaría por encima. Ya lo ven. Aquí han engañado a todos. A los suyos, los primeros. Al resto, por descontado. Su sonrisa no era más que la máscara del dictador, el que habla de paz, pero sonríe cuando oye que los manifestantes acaban gritando vivas a Terra Lliure.


Medio millón de cartuchos. Ese es el dato.


                                                                                MIQUEL GIMÉNEZ    Vía VOZ PÓPULI

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