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domingo, 4 de febrero de 2018

Ese pozo del Real Madrid que no parece tener fondo y al que no le faltan culpables

El empate contra el Levante no es más que el último descalabro de un equipo sin alma, sin plantilla y sin ideas. Desde el presidente hasta el nutricionista, todos tienen que hacer autocrítica


Los jugadores del Madrid lamentan un gol del Levante. (Reuters)


El principal problema del Real Madrid es que nadie parece saber exactamente dónde está el problema. Y en esa frase comienza un drama que parece casi infinito. Se puede recordar que el club tiene 690,3 millones de euros de presupuesto, que prácticamente la misma plantilla que se arrastra este año por los campos de España hace solo unos meses estaba ganando la Liga y arrasando la Champions. Que el entrenador, sin ser un gran gurú, demostró en sus inicios que puede conducir a su equipo hasta la victoria. Entonces, si todo eso es así, ¿de dónde sale esta versión ramplona y medrosa de un equipo que tiene la obligación de ser imponente?

Empatar contra el Levante en Valencia no es un resbalón sino parte de una tendencia. El gol de Pazzini en los últimos compases del partido no es una casualidad sino una muestra más de la incapacidad de un equipo anémico. El Madrid, una institución centenaria y universal, es hoy un equipo pequeño cuya aspiración es ser cuarto. Muchos clubes pueden tener eso como sueño, entrar en la Champions es algo muy grande. Pero claro, no puede valer para el Real Madrid, no es un equipo que juegue con los mismos estándares que el resto del universo y cuando se convierte en uno más es que tiene errores de enorme tamaño.



Lo que pasó en Valencia no es más que el último eslabón de una cadena casi interminable de errores. Es difícil mirar a algún lugar de la institución y salvar algo. Cuando un club así está en este nivel la culpa no tiene parcelas, es del presidente, del cuerpo técnico, de los titulares y los suplentes. Si me apuran, de los fisioterapeutas, de los médicos y los nutricionistas. Probablemente no del delegado o los utileros, pero sí de todos aquellos que tengan una mínima incidencia en el rendimiento deportivo.

Así que se puede empezar por el presidente, Florentino Pérez, y por su director deportivo, Florentino Pérez. La plantilla de esta temporada es peor que la de los años anteriores. No está Morata, porque el delantero se quería ir a tener más minutos. Eso puede ser aceptable, pero no debe serlo que no exista una restitución de su función. No hay un suplente de garantías en los blancos, y teniendo en cuenta que Benzema está para el arrastre, el problema es extraordinario. Por algún motivo que nadie ha acertado a explicar, probablemente porque en el Madrid hace tiempo que nadie explica nada, ni siquiera pensaron que era conveniente quedarse a Mariano, un delantero limitado, pero también probado y guerrillero. Ahí anda el dominicano, en Francia metiendo goles. Irse de la experiencia de James, sin recambio también, podría ser dudoso.


El estratega errado


Y, en general, la idea de que vale con fichar niños con talento, hoy parece muy errónea. Si esto fuese la NBA se podría hablar de un equipo en reconstrucción, que piensa en el futuro y va construyendo desde los jóvenes. Pero no, no es una liga estadounidense con sus límites salariales y su 'draft' sino un mercado algo 'gonzo' en el que todos tiran dinero sobre la mesa y en el que el Real Madrid no puede pensar demasiado en el futuro, porque el presente señala y quema. La plantilla es más corta que en los años anteriores, en el momento en el que todos se volvieron locos fichando en el club blanco pensaron que era momento de pasar a la austeridad. Por descontado, nadie explicó la estrategia.

Si se pasa al último descalabro, el de Levante, no es más que una reproducción de los otros muchos que se han ido sucediendo en esta temporada. Así que, asumido que el equipo es el que es, el responsable último de la feria es Zinedine Zidane, que hasta hace no mucho negaba la crisis como los políticos en 2007. No, la plantilla no está a la altura de las expectativas de un aficionado blanco, pero tampoco es como para naufragar contra equipos que están peleándose por no descender. El entrenador es quien tiene que alinear, el responsable de la estrategia y del vigor del equipo. Nada de eso parece trabajado. Si alguien dijese que en realidad no entrenan, que esas mañanas en Valdebebas las pasan sentados en círculo mirándose a los ojos, sería como hace años que se cerraron los entrenamientos para que nadie les escrutase, y como tampoco nadie explica nada, es difícil de decir cuál es exactamente el problema en este punto.

Los jugadores, en todo caso, parecen cortos de fuelle, lo cual remitiría una vez más al entrenador, que es quien planifica, diseña y manda sobre los preparadores. Pintus, vendido en su día como el cerebro por el que no habría nunca un músculo fatigado, también se está encumbrando. El equipo siempre parece desfallecer en la segunda mitad, algo que podría ser psicológico si no fuese porque a los jugadores parecen realmente lentos. Todos, sin excepción. Y nadie ha encontrado aún un discurso que pueda dar una idea de por qué pasa eso. Claro, el silencio.

Eso es, quizá, lo más llamativo de toda esta historia. El equipo está mal, muy mal, pero incluso en estas ocasiones se puede rescatar a algún jugador. Quizá Lucas Vázquez, a veces a Keylor Navas. ¿Dónde están todas las estrellas?, pues depende. Bale quizá nunca lo ha sido, es un jugador con algunos arrestos pero que nunca ha sido capaz de encadenar cinco partidos meritorios. Benzema, aquel delantero que jugaba mucho al fútbol aunque no era un enorme goleador, se ha convertido en un futbolista de juego limitado y con una carencia absoluta de gol. Y Cristiano... ¡Ay, Cristiano! el luso fue un jugador maravilloso, de los mejores de su tiempo, ahora no es más que un tipo que falla, que no llega y que se queja en todas y cada una de las jugadas en las que participa porque nada le sale. Hasta le sustituyeron, demostrando así que no hay ninguna ley física que obligue a que esté en el campo. Si hay solución, ya llega tarde.


Y de fondo, el PSG


En los tiempos buenos, el año pasado, la conversación del Madrid, siempre ardiendo, giraba alrededor de si el equipo era mejor con tridente arriba, con la BBC; o acaso con un 4-4-2 que fortificase el centro del campo. Esta temporada se ha llevado por delante esa conversación porque ya hay respuesta: son prácticamente igual de malas. No es Isco el que salva a nadie, ni Asensio, desde luego no los titulares. Todos ellos profesionales de primerísima línea que estarán en el Mundial y cobrarán millones de euros por hacer lo que están haciendo.

Que no quede esto solo en cosa de delantero que fallan, porque no es eso. Casemiro, en algún momento objeto de culto, es un estorbo que deambula por el césped y Kroos, que pudo decir en su momento ser uno de los mejores mediocampistas del mundo, hoy es absolutamente intrascendente. Modric tiene algún ramalazo de fútbol, porque es buenísimo, pero con dos o tres tirones no da en absoluto para que el despropósito se salve. No, la defensa no es mucho mejor, los dos goles del Levante son también un poco de una zaga que siempre parece vivir en el despiste.

La tormenta perfecta. Ahora llega en el calendario el PSG. Desde que se supo el enfrentamiento se empezó a decir una frase que acompaña a la historia del equipo en los años que, como este, no funcionan: febrero está aún lejos. Pues bien, ya no, febrero ya ha llegado, está aquí muy dispuesto a traer un equipo francés que tiene todas las de ganar. El antimadridismo, que se regocija estos días por los muchos motivos de alegría, pone en estos momentos una señal de alarma. Ya se sabe, el Madrid y la Champions, ese bonito matrimonio... y puede ser, todo puede ser, pero el fútbol niega la mayor, los ojos del espectador no engañan, este Madrid está en la UVI y es improbable que contra el PSG no se lleve nada que no sea un golpe de realidad. La normalidad sería eso, una eliminación tajante.



                                                                             GONZALO CABEZA   Vía EL CONFIDENCIAL




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