El nuevo modelo organizativo del PSOE, que hoy se aprueba, evitará que se repitan las condiciones que sirvieron para destronar a Sánchez en octubre de 2016
Pedro Sánchez, en una asamblea en Toledo. (EFE)
Un Pedro Sánchez más hecho, más seguro de si mismo, pide paso en el Comité Federal del PSOE. Habla esta mañana de la Cataluña bloqueada por el independentismo, la España paralizada en manos del PP,
los diez acuerdos que ofrece al Gobierno, la movilización socialista
ante las elecciones territoriales del año que viene y el nuevo modelo
organizativo del partido, que hoy se aprueba sin problemas en el máximo
órgano de dirección.
Este último epígrafe de su discurso en abierto nos remite al debate de vísperas. El nuevo reglamento es como la moraleja de lo ocurrido en torno al abrupto destronamiento de Sánchez en el otoño de 2016 y la posterior cancelación de su pertinaz “no es no” a Rajoy, interpretado como un golpe de mano de los barones a espaldas de la militancia.
La nueva normativa pretende evitar que aquello se repita. Por tanto, se refuerza el papel de la militancia y se recorta el de los barones, frente a los que se protege el secretario general. Su destitución queda en manos de las bases, que además deben ser consultadas por las federaciones en materia de pactos con otros partidos.
Eso
sí, la Ejecutiva federal se reserva la facultad de vetar esas
consultas, convocarlas incluso por encima de la opinión de los líderes
regionales o, en su caso, declarar vinculante o no el resultado
de las mismas. Lo cual sustenta la tesis de Ferraz sobre la necesidad
de reforzar el poder de la dirección federal, que también se reserva la
ultima palabra en la elaboración de listas electorales, por encima de la
militancia y los órganos regionales. El propio Sánchez suele decir que
“se trata de que haya un solo PSOE, no diecisiete”.
Un Sánchez que llega más preparado a la cumbre socialista de hoy, ocho meses después de entronizarse en el 39 Congreso Federal. “Se abre paso el nuevo PSOE, que es el PSOE de siempre”, dijo entonces. Y ahora ve ese congreso (18-20 junio 2017) tan especial como el de Suresnes (octubre 1974), cuyo impulso generacional alumbró el más fecundo proceso de cambio de la historia de España, pilotado por Felipe González.
Las circunstancias han generado su distanciamiento personal y político con quienes hicieron posible aquel milagro. Pretende lidiar ese sambenito mediante distintas formas de acercamiento a quienes se lo reprochan y al tiempo se ofrecen a echar una mano. En eso está. Veremos los resultados a partir de ahora. Y en eso estaba cuando hace unos días El Confidencial supo de su discreto encuentro con González en un restaurante próximo al domicilio del expresidente del Gobierno.
Sin embargo, Sánchez tiene perfectamente interiorizado que ha pasado el tiempo de los González, Guerra, Rubalcaba, Corcuera, Rodríguez Ybarra, Solchaga, etc. y que su influencia no puede ser la misma que cuando estaban en primera línea. Espera que ellos entiendan que se ha pasado página. Y que eso no significa renegar del pasado, ni prescindir de su experiencia, sus aportaciones, sus sugerencias. De hecho se propone contar con ellos cuando lo considere necesario.
Por otra parte, a la imagen del líder socialista en su segunda época le ha sentado bien la toga del Estado por haber ido de la mano del Gobierno en la aplicación de las previsiones legales para el reto sedicioso planteado por el nacionalismo catalán. Con decisivas aportaciones del PSOE en la aplicación del artículo 155. Unas, relacionadas con el relato. Y otras, con medidas concretas. En el discurso, que dominase la idea de protección del autogobierno y devolverlo lo antes posible con llamada a las urnas. Y en las medidas a tomar, que se mantuviera abierto el Parlament y no cerrar TV3.
En cuando al futuro, en Ferraz se trabaja con la hipótesis de que Mariano Rajoy no se presentará a las próximas elecciones generales, se valora como una oportunidad para las opciones del PSOE la actual división de la derecha (PP y Ciudadanos, a la greña), se constata el desplome de Podemos por la izquierda y, a diferencia de lo ocurrido en Alemania, se considera que una gran coalición en España (PP-PSOE) sería un factor de inestabilidad política.
Pero de eso hablaremos otro día.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
Este último epígrafe de su discurso en abierto nos remite al debate de vísperas. El nuevo reglamento es como la moraleja de lo ocurrido en torno al abrupto destronamiento de Sánchez en el otoño de 2016 y la posterior cancelación de su pertinaz “no es no” a Rajoy, interpretado como un golpe de mano de los barones a espaldas de la militancia.
La nueva normativa pretende evitar que aquello se repita. Por tanto, se refuerza el papel de la militancia y se recorta el de los barones, frente a los que se protege el secretario general. Su destitución queda en manos de las bases, que además deben ser consultadas por las federaciones en materia de pactos con otros partidos.
Sánchez
contará con los viejos dirigentes cuando lo crea necesario. No reniega
del pasado, pero espera que entiendan que hay que pasar página
Un Sánchez que llega más preparado a la cumbre socialista de hoy, ocho meses después de entronizarse en el 39 Congreso Federal. “Se abre paso el nuevo PSOE, que es el PSOE de siempre”, dijo entonces. Y ahora ve ese congreso (18-20 junio 2017) tan especial como el de Suresnes (octubre 1974), cuyo impulso generacional alumbró el más fecundo proceso de cambio de la historia de España, pilotado por Felipe González.
Las circunstancias han generado su distanciamiento personal y político con quienes hicieron posible aquel milagro. Pretende lidiar ese sambenito mediante distintas formas de acercamiento a quienes se lo reprochan y al tiempo se ofrecen a echar una mano. En eso está. Veremos los resultados a partir de ahora. Y en eso estaba cuando hace unos días El Confidencial supo de su discreto encuentro con González en un restaurante próximo al domicilio del expresidente del Gobierno.
Sin embargo, Sánchez tiene perfectamente interiorizado que ha pasado el tiempo de los González, Guerra, Rubalcaba, Corcuera, Rodríguez Ybarra, Solchaga, etc. y que su influencia no puede ser la misma que cuando estaban en primera línea. Espera que ellos entiendan que se ha pasado página. Y que eso no significa renegar del pasado, ni prescindir de su experiencia, sus aportaciones, sus sugerencias. De hecho se propone contar con ellos cuando lo considere necesario.
En
Ferraz se valora como una oportunidad la división de la derecha y se
trabaja con la hipótesis de que Rajoy no se presentará a las elecciones
Por otra parte, a la imagen del líder socialista en su segunda época le ha sentado bien la toga del Estado por haber ido de la mano del Gobierno en la aplicación de las previsiones legales para el reto sedicioso planteado por el nacionalismo catalán. Con decisivas aportaciones del PSOE en la aplicación del artículo 155. Unas, relacionadas con el relato. Y otras, con medidas concretas. En el discurso, que dominase la idea de protección del autogobierno y devolverlo lo antes posible con llamada a las urnas. Y en las medidas a tomar, que se mantuviera abierto el Parlament y no cerrar TV3.
En cuando al futuro, en Ferraz se trabaja con la hipótesis de que Mariano Rajoy no se presentará a las próximas elecciones generales, se valora como una oportunidad para las opciones del PSOE la actual división de la derecha (PP y Ciudadanos, a la greña), se constata el desplome de Podemos por la izquierda y, a diferencia de lo ocurrido en Alemania, se considera que una gran coalición en España (PP-PSOE) sería un factor de inestabilidad política.
Pero de eso hablaremos otro día.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
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