Lo de que Carles Puigdemont es un loco, antes que cualquiera de las
otras virtudes con las que se le ha pretendido adornar, pretende ser
descriptivo, antes que ofensivo. Lo suyo, de hecho, es un comportamiento
estudiado y catalogado.
Carl Gustav Jung fue un
reputado psicólogo y psiquiatra suizo, contemporáneo de
Sigmund Freud,
que dedicó su vida a analizar los comportamientos personales y
colectivos de las personas. Cuando algunos politólogos de la actualidad
han analizado su obra, han encontrado en la 'personalidad maná' la
explicación de algunos comportamientos políticos extendidos, los
políticos populistas y mesiánicos
que, en un momento determinado, se creen llamados por el destino para
inscribir su nombre en la historia y conducir a un pueblo hacia la
salvación. “La ‘personalidad maná’ nos describe cómo el inconsciente
colectivo puede arrastrar a un hombre al desequilibrio, exigiéndole
cumplir expectativas mesiánicas”.
Cuando tengamos suficiente
perspectiva de esta terrible convulsión, el ataque más grave a la
democracia española desde la muerte de Franco, como lo ha calificado con
acierto el rey Felipe VI en la recepción a los embajadores extranjeros
acreditados en España, se tendrá que aclarar cómo se llegó en Cataluña a
este estado generalizado de irrealidad, pero de momento lo que parece
claro es que Puigdemont es un ejemplo claro de esa ‘personalidad maná’.
Esta misma semana, cuando Esquerra le dio la espalda y lo dejó tirado,
sin pleno de investidura, seguía proclamándose como presidente legítimo
de Cataluña, presidente en el exilio, pero ya su propia gestualidad lo
delataba. Fue en ese vídeo en el que aparecía desnortado, despeinado,
absorto, noqueado. Un frío fondo gris, como un croma, para que nadie
pudiera identificar su localización, y un gesto desencajado. Puigdemont
se retrató en ese vídeo como fugitivo justo en el día en que la revista
'Time' lo ha incluido en la lista de los fugitivos más famosos del
mundo.
La cuestión, de todas formas, ahora que se acerca el final, el triste final de Carles Puigdemont,
como él mismo intuye,
es preguntarse cómo se restaura el enorme daño producido en la sociedad
catalana y cómo se encauza de nuevo el independentismo en el marco
constitucional. Porque no se trata de exigir la renuncia a la ideología
de nadie, sino del reconocimiento básico en cualquier democracia de que
los ideales solo pueden defenderse de acuerdo a la legalidad. Hasta
ahora, los líderes independentistas solo han admitido la renuncia a una
imposición unilateral de la república catalana
ante los jueces, pero nunca en una declaración pública. Todo lo
contrario, el propio portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso,
Joan Tardà,
sigue hablando de la independencia de Cataluña como “un proceso que no
tiene retorno”, en el que ahora, lo urgente, es volver a ocupar las
instituciones catalanas para “empezar a hacer el camino y alcanzar la
independencia 'de facto”.
La
‘personalidad maná’ nos describe cómo el inconsciente colectivo puede
arrastrar a un hombre al desequilibrio, exigiendo expectativas
mesiánicas
Antes o después, el independentismo catalán tiene que retornar al autogobierno,
no como estratagema para volver a las andadas,
sino como única fórmula de normalidad democrática posible en Cataluña.
El ‘principio de realidad’ que ha acabado con las fantasías del proceso
independentista,
como expuso aquí con brillantez el filósofo y jurista
Javier Gomá,
tiene que devolver a la clase política catalana, y también a la
sociedad catalana que ha abrazado el independentismo, al autogobierno de
Cataluña dentro del Estado autonómico, con el acatamiento expreso de la
Constitución española. No puede ser de otra forma.
“La sociedad
catalana tiene que experimentar ese proceso, pasar del principio de
placer freudiano al principio de realidad. Si los catalanes han tenido
expectativas supernumerarias, cae de su lado educarlas y reconducirlas y
no de parte de los demás compensarles por su falta de cálculo”, como
dijo Gomá. En sus mensajes privados, Puigdemont ya se ha tropezado con
ese ‘principio de realidad’,
doblemente cruel para su delirio de presidente en el exilio
porque no solo comprueba que el ‘procés’ ha muerto, sino que los suyos
lo han traicionado. Corresponde ahora a los dirigentes independentistas
que aspiren a gobernar Cataluña un reconocimiento claro y explícito de
renuncia a la rebelión y reconducir hacia la cordura democrática
a los cientos de miles de catalanes a los que han conducido hasta el
precipicio. Lo contrario será generar un bucle de frustraciones porque,
como se decía antes, nadie puede echarle un pulso a un Estado de derecho
y ganarlo, porque la consecuencia inmediata es el caos. “Aquello a lo
que te resistes, persiste”. Se trata de comprender eso. También lo dijo
el psicólogo suizo que acuñó la 'personalidad maná'.
JAVIER CARABALLO Vía EL CONFIDENCIAL
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