Los gobiernos regionales
llegaron a sumar en España más de 600 empresas públicas. Era la larga
¿y ruinosa? nómina de sociedades mercantiles de las Autonomías que había
cuando estalló la crisis económica y empezaron a hundirse las cuentas
publicas que dejaron en evidencia esa maraña de entes.
Con la crisis, se
anunció una «poda» en esas extensas ramas del sector público autonómico
que, según han constatado los últimos estudios del Tribunal de Cuentas
(TCu), en cinco años se saldó con la eliminación de un 26% de esas
sociedades.
Aún así, al acabar la
crisis España todavía rozaba el medio millar de empresas públicas
autonómicas que deja una factura de miles de millones cada año.
Uno de los datos
curiosos que se desprende de los informes elaborados al respecto por el
TCu es que, a ciencia cierta, ni siquiera este alto organismo es capaz
de saber cuánto dinero se tragan las empresas públicas regionales. Es
incapaz de acceder al detalle de toda la información, a todos los
recovecos contables y presupuestarios por los que transita el dinero
desde los gobiernos regionales a sus sociedades mercantiles. La
transparencia no es el fuerte de estos entramados mercantiles.
De los datos a los que
ha podido ir accediendo el TCu y que ha recopilado ABC se desprende que,
con toda seguridad, ese conglomerado de empresas públicas perdió en
cinco años, en el quinquenio 2010-2014, más de 22.000 millones de euros.
Y eso solo como mínimo, porque el cómputo no es completo: faltan los
datos del enorme entramado empresarial de la Generalitat, cuyas cuentas
de 2014 no le fueron facilitadas al TCu.
A golpe de talonario público
Esos
más de 22.000 millones de euros de pérdidas es solo una porción del
agujero que acumulan las empresas públicas autonómicas. Hay que tener en
cuenta que esas pérdidas las alcanzan después de consumir abultadísimas
subvenciones. Para apuntalar la actividad de esas empresas públicas,
los distintos gobiernos regionales les inyectaron más de 30.000
millones en ayudas públicas directas entre 2010 y 2014 —en la cifra
faltan igualmente los datos de Cataluña—.
Es decir, entre las
subvenciones que reciben y el dinero que pierden, el coste de las
empresas públicas autonómicas superó los 52.000 millones de euros. Pero
ahí tampoco acaba el coste real de este entramado societario, porque hay
que sumar otras vías con las que se les inyectan abundantes caudales
públicos para mantener a flote esas sociedades.
Además de las
subvenciones, desde hace varios años los gobiernos regionales han
recurrido a la fórmula de los denominados créditos participativos, lo
que supone inyectar fondos públicos bajo la forma jurídica de préstamos
que, en no pocos casos, son de incierta recuperación a posteriori.
Y, además, hay que tener
en cuenta que en esas empresas públicas acostumbran a aterrizar
multimillonarias cantidades de dinero público por otra vía más: la
prestación de servicios a la Administración regional de la que dependen.
El gobierno regional de turno se convierte de esa forma, a la vez, en
dueño y cliente de su sociedad mercantil.
El entramado
empresarial de las autonomías es muy heterogéneo. Por ejemplo, en las
cuentas de ese quinquenio 2010-2014 se incluyeron los resultados
económicos de la Sanidad pública murciana, servicio esencial para el que
hace años que ese gobierno autonómico decidió crear una empresa
mercantil que lo agrupara.
Sospechas de enchufismo
En
su conjunto, la red de empresas de los gobiernos autonómicos son
también un extenso espacio de colocación —se cuentan por miles los
empleados del nutrido tejido societario de la Junta de Andalucía, y el
de la Generalitat ronda los 5.000 trabajadores—.
Se trata, por
tanto, de un relevante subsector de empleo público de los gobiernos
regiones, y está salpicado desde hace años por las sospechas del
enchufismo. El propio Tribunal de Cuentas lo ha ido advirtiendo de forma
reiterada a lo largo de los años. Ha afeado expresamente los abundantes
procesos selectivos en los que detectó que no se habían respetado los
principios esenciales de igualdad, mérito y capacidad que han de
cumplirse en el acceso a todo empleo público.
Las cuentas de la Generalitat
Las
empresas públicas de la Generalitat catalana son las más opacas para el
Tribunal de Cuentas (TCu). Lo constata su último informe de
fiscalización que ha publicado sobre el sector público autonómico, el
relativo al ejercicio contable de 2014: no ha conseguido conocer las
cuentas de conjunto de las sociedades de la Generalitat catalana.
Es el único sector
empresarial autonómico para el que el TCu ha sido incapaz de certificar
las pérdidas globales que arrojó en 2014, ni las subvenciones públicas
que recibió, ni sus balances agregados... No es cuestión menor: Cataluña
es la que tiene un mayor número de empresas públicas autonómicas, pero
casi un tercio de ellas no presentaron al TCu sus cuentas de 2014.
Cincuenta empresas de
gobiernos regionales incumplieron esa exigencia de fiscalización ante el
Estado y, de ellas, veinte pertenecen a la Generalitat catalana.
ROBERTO PÉREZ Vía ABC
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