Nuestro tiempo tiene también un azote mundial, como la peste en la edad media, aunque más que matar directamente, se dedica a destruir, a arruinar la vida de millones de personas, empresas, países incluso. Son los especuladores financieros, los que aplican sus conocimientos a provocar movimientos de capitales, aprovechando determinadas debilidades, para ampliar sus efectos y ganar dinero con ello.
Jugando a la contra, devastando la economía de los demás, consiguen dinero a espuertas. Un caso extremo por su dimensión fue la acción contra la libra esterlina en 1992, que llevó a cabo uno de los mayores depredadores financieros, George Soros, ahí multiplicó su fortuna que ya era considerable. Soros y la gente de su calaña son la antítesis del inversor que busca rentabilidad a largo plazo, aplicando sus recursos sobre empresas bien situadas y con potencial; es decir, invirtiendo en la calidad económica. Warren Bufet sería un ejemplo de esta otra forma de entender las finanzas.
Pero Soros presenta una doble característica que, no siendo insólita, no es ni mucho menos común. Dedica una parte del dinero que gana a construirse una imagen filantrópica que, a su vez, persigue fines ideológicos, ligados al proyecto de dominio hegemónico de las elites cosmopolitas. Soros hace política por partida doble, con su especulación y con su pretendida filantropía.
Pocos recuerdan, porque
no conviene, como intentó evitar la reunificación alemana, juega a la
contra de todo lo que signifique el Estado de Israel y es un decidido
impulsor de la perspectiva de género y LGBTI, así como del aborto. No
solo él, claro está, ahí la lista incluiría a clásicos como los
Rochilds, con los que está estrechamente relacionado, que consideran que
un “mundo liberal” significa olvidarse de la especulación y las causas
de la desigualdad real, la económica, y fomentar la “lucha de clases”
entre hombre y mujeres en nombre de otra desigualdad que debe ocupar el
centro del escenario, la de género y LGBTI.
También es un activo y
discreto manipulador de la Iglesia, busca favorecer su transformación al
liberalismo cosmopolita invirtiendo en grupos y personas que en su seno
puedan acrecentar esta ideología.
Como todo poder en la sombra, Soros basa su acción en el camuflaje y la ocultación, cosa que se obtiene razonablemente bien si se dispone de los recursos y complicidades para incidir en los medios de comunicación. Se trata, primero de que la actividad especuladora, se diluya ante la imagen de magnate benefactor.
Como todo poder en la sombra, Soros basa su acción en el camuflaje y la ocultación, cosa que se obtiene razonablemente bien si se dispone de los recursos y complicidades para incidir en los medios de comunicación. Se trata, primero de que la actividad especuladora, se diluya ante la imagen de magnate benefactor.
Un periodista acreditado de La Vanguardia escribió como ejemplo, en un extenso artículo “filantropía y democracia”
donde sostenía la tesis de que era bueno que los estados retrocedieran
ante el poder filantrópico de los magnates y, cómo no, ejemplificaba en
Soros uno de ellos. La otra línea es la de hacer desaparecer de la
imagen pública la utilización política de la filantropía.
En este caso el life
motive es presentarlo bajo etiquetas de buen rollo: es el magnate
“progresista”, liberal, que defiende la sociedad abierta. Menuda
abertura. Con una fortuna calculada de más de 26.000 millones de euros.
Hace ahora casi un año un periódico alemán, Algemeiner, exponía en
información “El odio a Israel se expande por la Open Society Foundations”
sobre donaciones millonarias que la fundación de George Soros habría
hecho a diversas organizaciones “antiisraelíes”, según se desprende de
los más de 2.500 documentos internos de la organización aireados por el portal DCLeaks el 14 de agosto del año pasado.
Con estos antecedentes, cuando existen gobiernos que no están a la venta como en el caso de Hungría, a nadie puede extrañar que establezcan leyes que intenten evitar los abusos, como la de obligar a las asociaciones que reciben más de 23.000 del exterior a declararlo públicamente. Solo por esto, se ha montado en determinados sectores de la comunicación un escándalo. Los que defienden la transparencia se oponen a ella cuando esta pone en evidencia determinados intereses ideológicos.
Con estos antecedentes, cuando existen gobiernos que no están a la venta como en el caso de Hungría, a nadie puede extrañar que establezcan leyes que intenten evitar los abusos, como la de obligar a las asociaciones que reciben más de 23.000 del exterior a declararlo públicamente. Solo por esto, se ha montado en determinados sectores de la comunicación un escándalo. Los que defienden la transparencia se oponen a ella cuando esta pone en evidencia determinados intereses ideológicos.
En realidad, lo
políticamente sano, la transparencia, sería que todas las asociaciones
deberían hacer público el origen de sus ingresos, a partir no solo de
una cifra absoluta y de la procedencia exterior, sino en términos
porcentuales y para todos los ingresos. De esta manera, constaríamos no
solo la dependencia de los grupos de presión, sino también como
determinadas organizaciones de género y LGBTI, basan su omnipresencia en
un volumen de recursos públicos que poco tienen a ver con el número
real de asociados que aportan sus ingresos.
Soros ha creado una red de instancias presuntamente filantrópicas en la que basa su influencia política. En primer término la Open Society Institute (OSI), que está presente en alrededor de cincuenta países, y también la Human Rights Watch, y el International Crisis Group.
Soros ha creado una red de instancias presuntamente filantrópicas en la que basa su influencia política. En primer término la Open Society Institute (OSI), que está presente en alrededor de cincuenta países, y también la Human Rights Watch, y el International Crisis Group.
La Human Rights Watch
(HRW), por ejemplo, fue una de las organizaciones humanitarias que más
pruebas y documentos presentó sobre los crímenes atribuidos a Slobodan
Milosevic, justificando de esta manera la intervención de la OTAN contra
Serbia, pero después en el juicio por el Tribunal Penal Internacional
para la Ex-Yugoslavia, una gran parte de las acusaciones no han podido
ser confirmadas. El International Crisis Group (ICG) fue creado en 1994
como una organización diplomática no-gubernamental (ONG). La Universidad
Centroeuropea radicada en Hungría, y motivo de polémica, es también otro de sus instrumentos.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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