Chesterton nos advierte del primer principio de la democracia: lo esencial en los hombres es lo que tienen en común y no lo que los separa. Esta frase encierra el concepto fundamental de por qué la democracia
es el mejor, o menos malo, de los sistemas para gobernarnos; la
práctica para canalizar la diversidad de puntos de vista y conducirlos a
las mejores respuestas posibles de nuestros problemas, necesidades e
ilusiones porque nadie es enemigo. No se juega contra
el otro, sino con el otro. En el trasfondo late la condición que
Aristóteles consideraba decisiva para que la democracia pudiera ser
buena para la polis: la amistad civil, la concordia
entre los que, si bien piensan distinto, están unidos para dedicarse a
servir al país. Nuestra democracia funciona mal, funciona mal en todo
occidente, no principalmente por sus mecanismos: ¿qué significado
práctico posee “profundizar la democracia”, que son ayudas, pero no
soluciones, sino por la ausencia de aquellas virtudes que son el
fundamento que hace posible las buenas respuestas?
El comunismo , al menos hasta su versión eurocomunista , y el socialismo marxista, obviamente el fascismo y el nazismo, pervertían la democracia antes de destruirla porque dividían a las personas en dos bandos “amigo
y enemigo” y así corroían el funcionamiento democrático. Pero incluso
el comunismo corrigió sustancialmente su funcionamiento en Italia y
España. Y a partir de su propia naturaleza modificó sustancialmente sus
planteamientos hasta hacer posible la prescripción de Chesterton, con el
Pacto Histórico en Italia y la reconciliación nacional en España.
Fueron excepciones a una regla que los llevó a su extinción.
Hoy vivimos bajo otra ideología que funciona bajo el esquema amigo-enemigo,
que ha construido todo un nuevo lenguaje para ejercer su dominio y que
es más terrible que las otras concepciones, en el sentido de que su
matriz es biológica, aunque se pretenda cultural. En realidad, el
objetivo de dominio es biológico y la estrategia es cultural, porque
todavía no puede ser de otra manera la forma de controlar la mentalidad ciudadana. La diferencia en este caso radica en que es el liberalismo progresista,
en realidad buena parte del liberalismo como tal incluso en su versión
que se pretende conservadora, caso del PP en España, el que da cobertura a esta ideología que destruye la democracia
al situar el eje de su acción en lo que nos separa, destruyendo todo
espíritu de concordia, porque considera que en el “otro lado” solo anida
el mal. Y ese otro lado es nada menos que la mitad de la humanidad y su
cultura, y sociedad, a la que, para identificarla, para destruirla,
califica de “patriarcado,” aunque como en tantas otras cuestiones
responda solo al imaginario creado. Se exalta la diversidad y el
polimorfismo en lugar de la comunidad, la unidad y complementariedad de
cada persona.
Esta ideología es la perspectiva de género, que le sirve al liberalismo para desplazar la acción del estado para reformar la vida pública, del campo económico y social, al sexual. Esa hegemonía cultural que hoy posee, la alcanza porque previamente ha
pasado:
(1) A controlar el lenguaje
(2) Establecer lo que es bueno para
la sociedad.
(3) Autoproclamarse como verdad científica que no puede
ser discutida, como el marxismo antaño.
(4) A fundamentar su poder en la
coacción basada en el descrédito social y el castigo penal, creando en la sociedad el miedo a enfrentarse o a debatir lo que postula el Gender LGBTI, etc.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Via FORUM LIBERTAS
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