Translate

sábado, 14 de octubre de 2017

EL DÍA DESPUÉS...



No es hora –creo yo- ni de recitar el “Oigo, patria, tu aflicción”, ni de preguntarse con Hemingway “Por quién doblan las campanas” –que, a mi entender, doblan este día por ti, por mí, por todos. 

 Ni, menos aún, es hora de pasar el tiempo asistiendo impávidos a tertulias de cotorras, que esta mañana pueblan el espacio. Cotorras digo, porque en el Diccionario de la Lengua, se llama cotorra a las personas que cotorrean, es decir, que hablan y hablan sin dejar hablar y sin decir nada interesante, como no sean ocurrencias casi siempre mondas y lirondas.

Es hora de serenarse; de rezar tal vez los que sepan hacerlo y quieran; y especialmente de reflexionar mirando la realidad sin anteojeras e intentando ser fieles a los hechos y no a la propaganda o a los montajes calculados o interesados. Difícil tarea en esta patulea en que los gritos ahogan a las razones por mucho que las razones intenten dejarse ver u oír.

Hay algo –para comenzar- que me parece, por evidente, innecesario demostrar: que el estropicio está servido.

Otro aspecto que igualmente me parece innegable: ante el estropicio, nadie se queda neutral. De una u otra manera, todos toman partido y dicen tener razón; la autocrítica se deja para otros o para otras ocasiones.

Y de este modo –otra idea a mi ver cierta- casi todos se dedican a buscar culpables, a ver a quién se le endosa el muerto y se le obliga a pagar los platos rotos –actitud muy bien avenida con políticos de tres al cuarto-, o a proponer soluciones de imposible cumplimiento racional, hoy por hoy, en un diálogo que no sería diálogo sino claudicación.

Es fácil –en estas situaciones tan pasionales- buscar los culpables en el otro bando (en los “partidismos” esa es la dialéctica usual, que, por eso, casi ninguna persona inteligente y libre se aviene a ser “hombre de partido”).

Es fácil tratar de revolver la tortilla de la razón a partir del ejercicio de la fuerza de la ley por las fuerzas del orden, las únicas legitimadas en una democracia para ello: que la fuerza de la ley no es la ley de la fuerza. Es fácil acusar de violencia al policía que trata de impedir que se incumpla la ley…

Es fácil en estos lances todo menos ser ecuánimes, valorar equitativamente la realidad conflictiva y, sobre todo, convertir la tristeza enorme que causa todo esto en voluntad seria de esforzarse para que las aguas revueltas se reposen, se clareen y vuelvan a sus anteriores cauces

Es fácil -en estas turba-multas- hacer héroes y seguir la voz de Andrea -el criado del astrónomo, en la Vida de Galileo de Bertolt Brecht-: “Pobre del pueblo que no tiene héroes” y no fiarse de la voz del sabio, más sensata y veraz, que al instante le replica que “Pobre del pueblo que necesita héroes”

Es fácil cualquier cosa menos construir sobre tierra y cimientos sólidos… Es fácil hasta que Maduro aplauda y llame dictadores a los que defienden la democracia, a pesar de que. Ni en democracia, nadie sea perfecto o esté inmune de equivocarse en situaciones tan fluidas…. Nadie…, aunque haya equivocaciones y equivocaciones.

Además, subiendo por un instante a los principios desde tan triste y ominosa realidad y sólo en aras de llamar a las cosas por su nombre, cualquiera con dos dedos de frente no ignora ese axioma de filosofía racional, según el cual “el que quiere y pone las causas está poniendo y queriendo los efectos”; a no ser que se trate de personas temerarias o inconscientes, como el que reta a la naturaleza y se despeña en el intento de escalar una pared vertical o el que, en sus ansias locas de lograr una medalla, se dopa y hace trampas para conseguirla.

Como quiera que sea, y dejando ya las retóricas, es hora de reflexiones, cada uno a su nivel y de acuerdo con sus percepciones y análisis. Es hora de reflexionar porque los caminos del re-encuentro, si no intransitables del todo, se han vuelto ayer –mucho más que antes- plagados de estorbos y erizados de barricadas.

El estropicio es descomunal y las recetas de cura las hay ya para todos los gustos, desde las de los “aprovechaos” siempre que se produce un estropicio, parecidas a los camelos de los buscadores de gangas en casos de derribo, hasta los verdaderamente preocupados que no saben qué decir, pasando por quienes se dedican a llenar quinielas cerrando los ojos. Es decir, más conjeturas que verdades..

Por ello, como de pensar en positivo se trata, sin escabullirse nadie de una sana autocrítica -a los fanáticos (que hay bastantes en el estropicio) dejémosles a parte por incapaces de otra cosa que de su testarudo afán de mirarse el ombligo a todas horas- y en esfuerzo de todos para unir a la parte sana y limpia de la sociedad –que es la mayor parte aunque guarde silencio y no grite-, más valdría ir ensayando sin tardanza un decidido querer volver a una convivencia en armonía que conviene a todos, incluso a los independentistas.

“El infierno son los otros”, dejó sentado el existencialista ateo y marxista J. P. Sartre en su negativo drama Huis clos. El infierno está en “los otros” es idea nefasta que acerca inexorablemente a los artesanos del “no” y el “nohilismo”. Es remedo plástico de su otro ensayo L’être et le néant: quien contraste los dos se podrá dar cuenta de que son “uña y carne·. Un atentado a la fraternidad universal y, más aún, a la cristiana. Es sencillamente sembradura del odio y salar la tierra hasta dejarla improductiva... Y en esas estamos.

¿Tenemos futuro? Es una última reflexión de mi “día después”.

Como paralelamente inquiere G. Steiner al cerrar la última de las cinco conferencias que componen su –para mí- cenital ensayo titulado Nostalgia del Absoluto al preguntarse por el futuro de la verdad –“La verdad, creo, tiene futuro; que lo tenga también el hombre, está mucho menos claro. Pero no puedo evitar un presentimiento en cuanto a cuál de los dos sea más importante”-, yo creo en el futuro del hombre, aunque lo subordine a la presencia de la verdad en medio de nosotros. Ahora mismo, con lo del “estropicio” de ayer y con sus causas y raíces, estoy a punto de dudar y en escéptico, aunque no lo quiero.

Insisto. ¿Tenemos futuro? Ojalá sí por el bien de todos como he dicho ya. Y si así no fuera –como pudiera suceder- que cada cual –tras la pertinente autocrítica- asuma sinceramente y sin trampas sus actitudes, sus decisiones y sus actuaciones. En todo caso, y como el estropicio ya está servido y los odios andan sueltos, que Dios nos coja confesados. Que hay cosas peores que ser malvado: odiar, por ejemplo, y todos saben que el odio es enfermedad del alma y de difícil cura.

+++ Antes de cerrar del todo estas reflexiones, vayan unos “flashes vivos” de lo de ayer. Con ironía y, a poder ser, con algo de pimienta y sal.

-Las lágrimas del futbolista Piqué: enternecedoras. Aunque haya muchas clases de lágrimas.

-El partido de fútbol jugado a puerta cerrada: cálculo fenicio y malicia subversiva en la recámara.

-La pasividad de los “mossos”: cuando los trenes de judíos llegaban a Auschwicht y al descargar la mercancía, los guardiales o invocaban la “obediencia debida” o ponían música de Bach o Haendel

-La corrupción de menores: en la cima de todas las corrupciones

-Las cargas de la policía: no hubo muertos. En Venezuela pasaron de cien y en los Estados Unidos son frecuentes en las cargas de la policía.

-La Bolsa cae… La prima de riesgo sube… Con lo miedosa que es la “pela”, ¡normal!.

-Y, al final, un recuerdo de lo que ayer leía en I. Linazasoro, en su Reírse a pesar de todo: “No cuentes tus males a los demás, que los divierta su padre”

Lo digo porque me consta qye ayer algunos corresponsales extranjeros en Barcelona se partían de risa o se frotaban las manos. ¡Qué imbéciles!, diría, aunque añadiendo, ¿ellos o nosotros?


Y cierro ya. 

Cuando todo invita al pesimismo, me resisto a ello y me digo que hasta contra toda esperanza se puede esperar sin caer en bobos o “Siempre deja la ventura una puerta abierta a las desdichas, para dar remedio a ellas”. Sólo en el infierno la esperanza se queda a la puerta como afirma Dante. Y esto, aunque sea grande el estropicio, aún no es el infierno.



                                   SANTIAGO PANIZO ORALLO Vía el blog CON MI LUPA

No hay comentarios:

Publicar un comentario