“No volveré a votar nunca más al PP” es la frase que más he escuchado estos días en ambientes que, sinceramente, hasta ahora eran de una adhesión inquebrantable. Hasta que ha quebrado
Lo que empezó siendo un minoritario estallido de indignación que se plasmó en aquel #aporellos que algunos grupos de amigos y familiares de guardias civiles y policías nacionales gritaban a su paso camino de Cataluña,
se ha acabado convirtiendo en una explosión de patriotismo que recorre
las calles y plazas de pueblos y ciudades de España, incluida Cataluña.
No hay un chino en nuestro país en el que sea posible encontrar una bandera de España.
Producto agotado. Las fábricas no dan más de sí, mientras los balcones
se engalanan con la bandera nacional y los grupos de WhatsApp se colapsan con vídeos e imágenes de orgullo patrio.
Raro es el español que en su perfil de las redes sociales no se ha puesto una bandera de España y muchos también una 'senynera'. Probablemente ninguna de las finales de los mundiales de fútbol que ha jugado España haya influido tanto en el despertar patriótico de los españoles. Y en eso tienen mucho que ver dos cosas: la primera, que el pueblo, la gente, se ha sentido agredida por el independentismo catalán, y a eso han contribuido de manera espectacular las imágenes de los acosos a la policía y la guardia civil a los que se ha expulsado de los hoteles en los que estaban alojados estos días. Si hay algo que une a los españoles, es el sentimiento de agradecimiento a sus fuerzas de orden público, garantes de la seguridad y del respeto a la ley.
Y la segunda, la sensación de que los partidos políticos, especialmente los dos partidos políticos que se han alternado siempre en el poder en España, se habían puesto de perfil y no eran –son– capaces de hacer frente a la situación, de tomar decisiones por difíciles que estas fueran. Eso está ocurriendo entre militantes y simpatizantes de los dos partidos, pero especialmente entre la militancia y los simpatizantes del Partido Popular.
A mí se me ha acercado estos días mucha gente –y cuando digo mucha, es mucha–, votante del PP, para decirme que se han sentido “engañados” por Mariano Rajoy. Habían confiado en que no pasaría nada, en que no se votaría el pasado domingo en Cataluña porque eso es lo que les había prometido el presidente del Gobierno, pero la realidad ha sido muy distinta, y aunque todos sabemos que ese referéndum desde un punto de vista jurídico no sirve para nada porque no cumplía ninguna garantía, lo cierto es que la ‘apariencia’ fue más que suficiente para que el votante del PP se sintiera, cuando menos, estafado.
“No volveré a votar nunca más al PP” es la frase que más he escuchado estos días en ambientes que, sinceramente, hasta ahora eran de una adhesión inquebrantable. Hasta que ha quebrado. Y eso lo saben quienes desde hace algunos días están trabajando, y no solo en tertulias de café, sino con papeles y acciones concretas en esa dirección, en la creación de un nuevo partido cuyo objetivo será recuperar lo que se llaman las esencias, los principios y los valores de lo que fue en su día Alianza Popular. Es decir, un partido de corte conservador, respetuoso con el sistema y con el modelo de Estado, pero que volvería a luchar por principios como el derecho a la vida, el humanismo cristiano, la unidad de España, etcétera.
Pero incluso más a la derecha de estos se está también forjando alguna alternativa que iría más allá con un discurso más próximo al de la ultraderecha europea. Hasta ahora, todos los intentos que ha habido por romper el PP por su lado derecho han fallado. Pero puede que esta vez, y dependiendo de cómo termine el asunto catalán, tenga éxito. Hoy por hoy el caldo de cultivo está ahí. Si en los próximos días Rajoy consigue reconducir la situación, puede que todavía logre frenar algunos de estos intentos de romper el PP.
Pero si, como ha ocurrido hasta ahora, sigue transmitiendo sensación de pusilanimidad, y se produce lo que hoy ya parece inevitable, entonces lo que ahora solo son intenciones puede convertirse en realidades. Y si es así, de cara a unas elecciones generales, que no habría más remedio que convocar en un plazo no muy largo, el PP podría ver como Ciudadanos por su izquierda y otros partidos por su derecha se reparten su electorado, quedando reducido a no más de los 90 escaños que llegó a tener Manuel Fraga.
FEDERICO QUEVEDO Vía EL CONFIDENCIAL
Raro es el español que en su perfil de las redes sociales no se ha puesto una bandera de España y muchos también una 'senynera'. Probablemente ninguna de las finales de los mundiales de fútbol que ha jugado España haya influido tanto en el despertar patriótico de los españoles. Y en eso tienen mucho que ver dos cosas: la primera, que el pueblo, la gente, se ha sentido agredida por el independentismo catalán, y a eso han contribuido de manera espectacular las imágenes de los acosos a la policía y la guardia civil a los que se ha expulsado de los hoteles en los que estaban alojados estos días. Si hay algo que une a los españoles, es el sentimiento de agradecimiento a sus fuerzas de orden público, garantes de la seguridad y del respeto a la ley.
Y la segunda, la sensación de que los partidos políticos, especialmente los dos partidos políticos que se han alternado siempre en el poder en España, se habían puesto de perfil y no eran –son– capaces de hacer frente a la situación, de tomar decisiones por difíciles que estas fueran. Eso está ocurriendo entre militantes y simpatizantes de los dos partidos, pero especialmente entre la militancia y los simpatizantes del Partido Popular.
A mí se me ha acercado estos días mucha gente –y cuando digo mucha, es mucha–, votante del PP, para decirme que se han sentido “engañados” por Mariano Rajoy. Habían confiado en que no pasaría nada, en que no se votaría el pasado domingo en Cataluña porque eso es lo que les había prometido el presidente del Gobierno, pero la realidad ha sido muy distinta, y aunque todos sabemos que ese referéndum desde un punto de vista jurídico no sirve para nada porque no cumplía ninguna garantía, lo cierto es que la ‘apariencia’ fue más que suficiente para que el votante del PP se sintiera, cuando menos, estafado.
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a la derecha de estos se está también forjando alguna alternativa que
iría más allá con un discurso más próximo al de la ultraderecha europea
“No volveré a votar nunca más al PP” es la frase que más he escuchado estos días en ambientes que, sinceramente, hasta ahora eran de una adhesión inquebrantable. Hasta que ha quebrado. Y eso lo saben quienes desde hace algunos días están trabajando, y no solo en tertulias de café, sino con papeles y acciones concretas en esa dirección, en la creación de un nuevo partido cuyo objetivo será recuperar lo que se llaman las esencias, los principios y los valores de lo que fue en su día Alianza Popular. Es decir, un partido de corte conservador, respetuoso con el sistema y con el modelo de Estado, pero que volvería a luchar por principios como el derecho a la vida, el humanismo cristiano, la unidad de España, etcétera.
Pero incluso más a la derecha de estos se está también forjando alguna alternativa que iría más allá con un discurso más próximo al de la ultraderecha europea. Hasta ahora, todos los intentos que ha habido por romper el PP por su lado derecho han fallado. Pero puede que esta vez, y dependiendo de cómo termine el asunto catalán, tenga éxito. Hoy por hoy el caldo de cultivo está ahí. Si en los próximos días Rajoy consigue reconducir la situación, puede que todavía logre frenar algunos de estos intentos de romper el PP.
Pero si, como ha ocurrido hasta ahora, sigue transmitiendo sensación de pusilanimidad, y se produce lo que hoy ya parece inevitable, entonces lo que ahora solo son intenciones puede convertirse en realidades. Y si es así, de cara a unas elecciones generales, que no habría más remedio que convocar en un plazo no muy largo, el PP podría ver como Ciudadanos por su izquierda y otros partidos por su derecha se reparten su electorado, quedando reducido a no más de los 90 escaños que llegó a tener Manuel Fraga.
FEDERICO QUEVEDO Vía EL CONFIDENCIAL
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