Unas reflexiones sobre el poder y las leyes
Aunque se dice que la democracia la inventaron los griegos, lo
cierto es que solo hará unos doscientos años que comenzó a instaurarse
en el mundo occidental, aunque de forma bastante imperfecta.
En
cualquier conjunto humano se plantea siempre la cuestión del poder,
¿quién manda aquí? Durante siglos fueron los reyes los que, amparándose
en una sanción divina, tuvieron el poder de mandar y el resto de la
gente súbditos cuya obligación era obedecer. Claro que esta obediencia
fue poco a poco variando, en unos países más que en otros. Los súbditos
buscaron la forma de hacerse oír, aunque no todos, pues las relaciones
de poder establecían clases sociales con límites bastante fuertes.
En
la Grecia del siglo V a C. su famosa democracia, el poder del pueblo,
no entendía por pueblo más que determinadas clases y aunque se dice que
el sistema democrático puso freno a la tiranía, lo cierto es que no duró
demasiado y volvieron tiranos y dictadores, reyes y aristócratas.
Cuando en Occidente el pueblo se organizó
frente al derecho divino de los reyes, retomaron la viejísima idea de la
democracia griega y consiguieron, en algunos casos, establecer un
embrión de parlamentos, que en ocasiones solo sirvieron para dar
cobertura legal a la imposición de cargas y gravámenes a los ciudadanos.
Aunque
el parlamento británico siguió un proceso largo y eficaz de
representación del pueblo, diferenciando a los nobles del resto, en
parte de Europa se comenzó a hablar de democracia desde la revolución
francesa, pero de forma intermitente a lo largo del siglo XIX, un siglo
esencialmente convulso y revolucionario.
El sufrago universal no llegó a imponerse hasta fechas bastantes recientes. El voto se ejercía por los varones con determinada renta y las mujeres no tuvieron voto hasta tiempos bien recientes.
De
todos modos un sistema en el que el poder pudiera cambiar de titular
sin recurrir a la fuerza, fue un avance importante, aunque no exento de
adulteraciones, trampas y engaños.
Lo
mismo que en toda sociedad se planteó siempre quién manda, también se
planteó la necesidad de una ley básica que regulara los derechos y
deberes de los ciudadanos y el funcionamiento del sistema: la
Constitución. Si tal constitución es la norma suprema de convivencia
resulta imprescindible su acatamiento, sin perjuicio de posibles
modificaciones realizadas de acuerdo con la misma.
También
la constitución determina que la forma en que se accede al poder y se
pueden aprobar o derogar leyes, es a través del juego de mayorías y
minorías que no deja de plantear serios problemas. Los parlamentarios,
convertidos en legisladores, ¿pueden imponer su voluntad si cuentan con la mayoría 51%, al otro 49%?
aunque para alcanzar la mayoría hayan tenido que comprar votos de
partidos llamados bisagra y las leyes que se aprueben no tengan mucho
que ver con los programas que presentaron los partidos para pedir
nuestro voto. Es, a mi juicio, una flagrante corrupción que sería
necesario depurar.
Si nuestro sistema
democrático, que solo tiene un rodaje de menos de cincuenta años, ha
representado un avance, es necesario que produzca también políticos que
sepan ver, por encima de sus intereses partidarios, el interés general
de la nación y evitar que ningunos aventureros quieran deshacer lo
conseguido.
FRANCISCO RODRÍGUEZ BARRAGÁN Vía FORUM LIBERTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario