La política se ha vuelto extraña: los partidos de la derecha defienden cada vez menos a aquellos estratos sociales que les eran propios y dejan al descubierto grandes debilidades
Son tiempos extraños para la política. La semana pasada, al hilo de la izquierda gatopardilla
española, describíamos el giro que desde la Transición se había operado
en el lado zurdo del tablero ideológico. Pero en este proceso de
cambio, también la derecha se ha transformado en algo muy diferente; y al igual que les ha ocurrido a sus rivales, muy alejado de aquello que decía defender.
Contábamos
entonces cómo la Transición fue pensada para eliminar los extremos del
mapa político. El reparto establecido en el sistema electoral fue
trazado con la intención de disminuir el peso que podían tener actores
muy instalados y que no eran bienvenidos al nuevo mundo. Fue el caso
evidente del PCE, que con la Ley D'Hont perdía mucha parte de su fuerza,
pero también de la extrema derecha de Blas Piñar. Con esa distribución, se dotaba de mayor fuerza a los partidos nacionalistas,
lo que satisfacía los sentimientos patrióticos periféricos y al mismo
tiempo generaba apoyos para asentar la democracia, ya que los partidos
nacionalistas dominantes colaborarían en estabilizar el nuevo régimen.
De la derecha al centro/periferia
Ese
movimiento, que fue instigado por la derecha española y celebrado
después por el PSOE, fue el germen de un problema que ha acabado
estallando ahora. Durante varias décadas, cada vez que el partido que
vencía en las elecciones necesitaba apoyo en el Parlamento, realizaba concesiones y transferencias a los partidos nacionalistas de derechas.
Todos estaban contentos con el sistema, hasta que las tensiones se
alejaron por completo del eje izquierda/derecha y su ubicaron en uno
nuevo, centro/periferia.
Es
paradójico: se inventa un sistema electoral para favorecer a los
nacionalismos tratando de apartar a los extremos y la cosa se radicaliza
mucho más
De hecho, la política española ya está anclada en ese eje de una manera profunda: nos hemos olvidado de todo lo demás.
Todo circula alrededor de qué postura debemos adoptar: la derecha
apuesta por la mano dura y el amago de contundencia, y la izquierda por
distintos grados de diálogo, según se trate de Podemos o del PSOE.
Mientras tanto, las banderas están en la calle, los ánimos a flor de
piel, las tensiones creciendo y el Estado soportando el mayor desafío al
que ha sido sometido. Lo que no deja de tener mucho de paradoja: trazas
un sistema electoral tratando de apartar a los extremos y la cosa se
radicaliza mucho más justo en ese eje que habías elegido porque era más
seguro.
Tanto los partidos de
derecha como los de izquierda se han apartado de aquellas ideas que
defendían y de los electores que los solían votar
Pero,
en fin, ahí estamos. Lo peculiar es que este nuevo eje es precisamente
el que permite que los partidos se aparten casi por completo de aquellas
ideas que defendían y del tipo de electores que los sostenían. En el
caso de la izquierda es llamativo, porque ya no tienen su centro en esos
barrios obreros que fueron su feudo. También lo es en la derecha,
porque es el soberanismo catalán el que los sigue justificando como
partidos de derechas cuando hace mucho que dejaron de serlo. La única relación sólida que tienen con España es la defensa de su unidad cuando la amenazan, aunque sea de una forma un tanto peculiar, los soberanistas catalanes.
Las pymes y los militares
Un
partido de derechas, por ejemplo, era el receptor del voto de los
pequeños y medianos empresarios, un sector muy ligado al territorio,
tradicionalmente antisindicatos y que entendía que sus intereses estaban
mejor defendidos por una opción que abogase por la iniciativa privada.
No sé a quiénes votan hoy los que quedan, pero la derecha ha estado en
el poder 13 años en las dos últimas décadas, y a las pymes les es cada vez más difícil subsistir:
más costes fijos, menos posibilidades de funcionamiento en un mercado
oligopolizado y más impuestos. Y todo esto lo ha hecho la derecha.
Los taxistas eran votantes típicos de la derecha. ¿Y qué están haciendo hoy los populares y Ciudadanos? Apoyar a Uber y Cabify
También
era el partido por excelencia de los guardias civiles y policías
nacionales. Y es curioso que lo siga siendo, salvo que Cataluña les
parezca excusa suficiente: se trata de cuerpos con menos personal del necesario, sometidos a recortes y con sueldos que no son precisamente elevados.
Y del ejército ya no hablemos; los militares los siguen votando, pero
carecen de razón alguna para hacerlo: cuentan cada vez con menos
efectivos, por lo que un soldado debe cumplir las funciones de varios,
no reciben un especial apoyo por parte del Gobierno, los recortes siguen
llegando y su salario deja mucho que desear, en especial cuando se
tienen que jugar la vida.
Jiménez Losantos a todo trapo
Sociológicamente, los taxistas eran votantes típicos de la derecha, hasta el punto de que se hacían muchas bromas con esos conductores que llevaban encendida la radio con Jiménez Losantos a todo volumen. ¿Y qué está haciendo la derecha, tanto C's como el PP? Apoyar a Uber y Cabify.
A
pesar de todo, muchos votantes les siguen dando su respaldo, quizá por
tradición o porque privilegian los sentimientos en lugar de los
intereses
Los cuadros intermedios y los
directivos también eran potenciales votantes de la derecha. Entendían
que una opción conservadora iba más ligada a su mentalidad. Hoy tampoco
debería generarles muchas simpatías, porque las compañías les están despidiendo simplemente porque ya tienen más de 50 años,
y entienden que están acabados porque no saben adaptarse a los nuevos
tiempos. Y la derecha apoya a esas firmas porque dice que acometen las
reformas necesarias.
La bandera como nexo de unión
Podríamos
seguir por este camino y acabaríamos encontrándonos con muchos sectores
que prestan un apoyo paradójico a esos partidos con los que ya no
tienen nada que ver, un poco como esos residentes en barrios obreros
catalanes que votan a C's: no les une nada más que la bandera, porque su programa económico les perjudica, pero aun así les apoyan porque son los únicos que les ofrecen algo con lo que identificarse.
A muchos votantes de derecha les ocurre igual, que por tradición,
porque tienen en su cabeza una imagen distinta de la real o porque
privilegian los sentimientos en lugar de los intereses, les siguen dando
su respaldo. Y ahora, cuando sacan de nuevo la bandera a la calle,
encuentran un motivo real para seguirles, porque al fin y al cabo
defienden la unidad de España.
La
derecha ha dicho a los propietarios de las tiendas que están obsoletos y
que lo que deben hacer es montar 'startups' en el campo tecnológico
Pero no nos equivoquemos; esta derecha es poco española. Si lo fuera, pensaría en términos estratégicos,
valoraría las necesidades que tiene España en los más diversos ámbitos
(energía, agua, alimentos, etc.) y trataría de reducir la dependencia
del exterior por si las cosas se tuercen. No es el caso. Una derecha
española trataría de que el campo, tanto en la agricultura como en el
ganadería, tuviera un peso mayor en lugar de importar de fuera lo que
comemos. Una derecha española apoyaría la energía solar y la eólica no
por ecologismo, sino porque son las únicas fuentes de las que
verdaderamente podemos sacar partido, porque no tenemos petróleo ni gas.
Habría intentado que la industria se mantuviese aquí, al menos en
sectores clave, y habría tratado de promover que se pusiera en marcha
otra más innovadora. Habría intentado también que nuestros recursos no
vinieran fundamentalmente del sector servicios y del ladrillo, pero ha
preferido concentrar nuestras empresas en pocas manos y vender todas las
demás a los inversores extranjeros.
La
idea de España que ha promovido la derecha es que los acreedores
extranjeros cobren, que se lleven su porción de pastel español
La derecha española, y aquí van incluidos PP y C's, se ha limitado a ser globalista y europea, a decir que ellos están con Bruselas, a no poner pegas a Merkel
y a venirnos con la historia de que debemos ser emprendedores y
proactivos. Ha dicho a los propietarios de tiendas y de pequeños
establecimientos que están obsoletos, y que lo que deben hacer es montar
'startups' en el campo tecnológico; ha dicho a los españoles que tienen
que actualizarse, porque son un pueblo atrasado, y que debe ponerse a
la altura de los tiempos.
Españoles, pagad
La
idea de España que han promovido es que ante todo debemos hacer frente
con regularidad a los pagos de la deuda, de manera que los acreedores se
vayan satisfechos con su porción de pastel español que aportamos todos
los meses y todos los años, en lugar de conseguir que vivamos mejor. Si
fuera una derecha española, intentaría recuperar el dinero que hemos
perdido todos en Bankia, por cosas que ninguno de nosotros hizo; e
igual con esas cajas quebradas que aún estamos pagando solo para que los
bancos acreedores puedan cobrar de nuestros salarios.
Para unos, la patria es la gente y la paz en el mundo, y para otros es hacer lo que nos manda Merkel y estar calladitos
Si fuera una derecha española, intentaría que sus ciudadanos tuviéramos buenas condiciones de vida, pero no es así. Su idea de ser españoles es la de ser europeos, y ser europeos quiere decir que haremos lo que Merkel diga y lo que digan los que mandan fuera, aunque le venga mal a nuestro país.
La derecha vacía
Pues
así estamos: para unos, la patria es la gente y la paz en el mundo, y
para otros es hacer lo que nos dicen y estar calladitos. Tiempos raros.
La izquierda se ha vuelto 'paulocoelhista', con su blandenguería y sus
invocaciones al buenrollismo, y la derecha se ha quedado vacía de
contenido, exhibiendo una bandera que solo sostienen porque al otro lado
están los independentistas amenazando con llevarse por delante la
unidad del Estado. Pero llegados a este punto, conviene advertir algo: en Europa se están
produciendo transformaciones notables en este terreno, y las fuerzas que
han aparecido, ya sea la populista de Le Pen o el Brexit,
o la filofascista de la AfD, lo han hecho precisamente por ahondar en
estas contradicciones de la derecha. Aquí no ha ocurrido así, de
momento, pero no deberíamos descartar que populismos de un signo u otro
(sí, también los de izquierda) ganen presencia social a partir de
confrontar lo que la derecha dice que hace con lo que finalmente lleva a
cabo. Hay muchos sectores sociales abandonados por la derecha vacía y
por la izquierda débil, y alguien puede sumarles a una nueva causa.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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