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jueves, 26 de octubre de 2017

Stanley G. Payne: "El estado de las autonomías debió ser más firme en sus límites"

Stanley G. Payne

LAUREADO HISPANISTA, AHORA PUBLICA "EN DEFENSA DE ESPAÑA"         


Al profesor Payne le pareció que había llegado el momento (necesario) de defender el nombre de España. Lo haría con las armas que domina: el meticuloso estudio comparado y la argumentación de la Historia mayúscula del país, del hombre primitivo que habitó aquella extrema península al suroeste de Europa hasta los albores del siglo XXI, hoy. Desmontaría una a una las leyendas y propagandas orquestadas y atizadas desde el exterior y, en tantas ocasiones, hábilmente utilizadas por los propios españoles en sus cuitas internas. Y de pronto, un título se encendió ante sus ojos: En defensa de España, Premio Espasa de Ensayo, esta semana a la venta.

Stanley George Payne (Texas, 9 de septiembre de 1934), doctor en Historia por la Universidad de Columbia, llegó un día de invierno de 1958 a este país y durante dos meses se dedicó a observar a los españoles «a fin de determinar si eran tan apasionados, violentos y fanáticos» como la leyenda decía. ¿Y qué concluyó entonces, profesor? «Que los españoles eran gente normal», responde. «Aunque por idiosincrasia, tendentes a la exageración». Ahora, a lo largo de las páginas de este último ensayo y después de una treintena de obras en torno a nuestra Historia, el laureado hispanista y profesor emérito de la Universidad de Wisconsin arroja gran lucidez sobre la crisis y el retroceso actuales. Perlas tales como: «Cataluña nunca ha sido un estado independiente ni una nación moderna, fue un principado de la Corona de Aragón, y no es legítimo que ahora lo sea». «El nacionalismo catalán data del siglo XIX y su primer gran grupo, la Lliga Regionalista, no rechazaba a España. No fue hasta los años 20 del siglo pasado cuando surgió este radical independentismo antiespañolista». «El estado de las autonomías fue el gran error, porque debía haber sido más firme en sus límites; su laxitud ha permitido el adoctrinamiento del pensamiento único a través de las escuelas y los medios de comunicación oficiales, y eso es lo que ha llevado a Cataluña a la situación actual».

ENTREVISTA:

P. Este título tan oportuno, que es hoy por hoy el grito más repetido en este país, ¿lo tenía pensado de antemano o es mera coincidencia con la actualidad?
R. Empecé a escribir una serie de ensayos sobre asuntos clave de la Historia del país y, cuando ya estaban escritos, me di cuenta de que realmente podrían presentarse como una defensa de España.

P. Dice que nuestra Historia es la más extensa y extrema de todo Occidente. Y ¿qué es el «autoexotismo» que a su juicio venimos practicando los españoles desde el siglo XIX hasta hoy?
R. (Se ríe). Es un término que me he apropiado de un joven historiador y se refiere a la cultura romántica y la imagen nacional entre los españoles del siglo XIX. Siguiendo en parte la cultura romántica francesa, la cultura popular de España, orientada a la clase media-baja y muy distante de la alta cultura, dio lugar a muchas manifestaciones artísticas: canción, literatura, etc., que incidían en un autoexotismo; y esto después fue aprovechado por las campañas turísticas de Franco, resumidas en el Spain is different. Es algo que sólo tiene parangón en la cultura populista de Alemania.

P. ¿Es un tópico decir que somos un pueblo de contrastes?
R. Sí lo es, porque todo lo que se repite hasta la saciedad termina por ser un tópico; pero también es una realidad, en cuanto a la diversidad cultural dentro de España, aunque no sea algo exclusivo de aquí.

P. Sostiene que la leyenda negra española es fruto de la envidia y el resentimiento ¿de los protestantes?
R. Sobre todo de los protestantes ingleses, encargados de propagar una imagen oscura del Imperio español, por envidia.

P. ¿Por qué cuando ésta se disipa en Europa y América es la propia izquierda española quien la reaviva, y ejemplos lo ilustran en la Generación del 98 y la literatura del desastre, con Valle-Inclán a la cabeza?
R. Los liberales patrióticos crearon el moderno nacionalismo español, pero a finales del XIX, a partir de la crisis del 98, la izquierda recoge esta leyenda negra como crítica a la España tradicional y la cultura establecida. Sin embargo, líderes socialistas como Negrín o Indalecio Prieto eran bastante españolistas, desde la izquierda; Negrín decía que había que asumir la Historia de España con sus glorias y sus desastres. Pero es la nueva izquierda del pensamiento único la que rechaza y condena la Historia...

P. Deme una respuesta directa para quienes no hayan leído el libro aún: ¿la identidad catalana tiene el derecho moral e histórico de arrogarse la categoría de Estado y proclamar su independencia?
R. La identidad catalana existe, basada sobre todo en el idioma, no tanto en la cultura y la sociedad, que son un reflejo de España. Su hecho diferencial se basa en la lengua y en los logros económicos del pasado siglo. Pero otra cosa es el nacionalismo independentista radical: Cataluña nunca ha sido una nación moderna ni un estado independiente. Hasta el siglo XVIII era un principado autónomo supeditado a la Corona de Aragón. El separatismo es una afirmación moderna y radical en la historia de Cataluña.

P. Son muchos los que creen y justifican el «antiespañolismo» como consecuencia directa del franquismo, pero en su ensayo se comprueba que es un sentimiento decimonónico y que la primera revuelta de Cataluña contra España se sucedió ya en 1640. ¿He ahí el germen de su melancólico separatismo?
R. Los catalanes siempre han tenido una identidad y tenían sus propias instituciones a principios del XVIII. Esto es una realidad. Pero el nacionalismo regionalista no surge hasta el siglo XIX, y el primer grupo importante que organizan es la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, en 1901, que no era antiespañola sino catalanista en el sentido de reafirmar la autonomía y el liderazgo catalanes dentro de España. Es después de la I Guerra Mundial, en los años 20, cuando surge el catalanismo radical que dominó en la II República. Pero no era tan extremista como el actual, que surge a fuerza del pensamiento único y la negación de la Historia, presentando a Cataluña como una víctima que no fue ni es.

P. Sitúa el nacimiento de España como nación moderna y unida apenas en el XIX. ¿Tan jóvenes son la nación y el Estado español?
R. Hablamos del concepto moderno de nación, que nace en torno a principios del XIX en todo el mundo; en Francia lo había hecho a finales del XVIII, lo mismo que en el resto de Europa, aunque Inglaterra y Estados Unidos se habían anticipado.

P. ¿Cuál es entonces la razón por la que en este país el nacionalismo no se identifica con lo español sino con formaciones más ancestrales, las identidades periféricas?
R. Es una consecuencia de ciertas veleidades y particularidades del país, como la existencia de varios idiomas, y recientemente, los 40 años de una dictadura de derechas que se fundamentaba en el nacionalismo español. Pero también sucede en Alemania, Reino Unido, Italia, Francia, Bélgica...

P. Pero ¿existe algún otro país tan antipatriótico como éste nuestro?
R. Es verdad que en España las cosas suceden casi siempre de forma algo más extrema. Y sí, el antipatriotismo es algo más fuerte que en el resto de Occidente, ha ganado el premio, sí. Pero también se da en Alemania, por la misma razón, por reacción al nazismo.

P. ¿Comparte la opinión de que son los nacionalismos la causa que más desastres ha acarreado en la Historia reciente de Europa y de España?
R. En términos generales, sí: el fascismo es ultranacionalismo, y los desastres de las guerras mundiales sucedieron a consecuencia de nacionalismos radicales... Y también es cierto que el nacionalismo radical acarreó el desastre a Cataluña y al País Vasco en la Guerra Civil.

P. Profesor, en 1958 visita España por vez primera a fin de observar y determinar «si éramos tan apasionados, violentos y fanáticos» como se decía. ¿De dónde le venía este interés tan particular?
R. Nací en Texas, territorio del viejo Imperio español, donde todavía se habla algo de español, y prendió en mí la afición por el idioma. Cuando tuve que escoger mi especialización, España era un tema nuevo e inexplorado. No había profesores hispanistas en mi universidad, pero sí doctores en Hispanoamérica y Europa que me empujaron y ayudaron, y conseguí una beca bastante buena para viajar y estudiar aquí.

P. ¿Por qué el hispanismo es una creación inglesa y francesa en un principio y posteriormente también americana? ¿Por qué investigan ustedes nuestra historia más que nosotros mismos?
R. Francia es el país vecino, y se interesó mucho por el país romántico por excelencia, lo cual es una considerable distorsión; los ingleses ya en el XIX eran bastante viajeros. Y luego EEUU tiene a sus vecinos del sur y sus relaciones con Centro América. Así que la primera historia seria de un país europeo fue escrita por un hispanista norteamericano en 1837, Historia del reino de Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, de W. H. Prescott.

P. ¿Lo somos: violentos, fanáticos y radicales?
R. Después de dos meses me paré a pensar si era cierto y mi opinión fue clara: los españoles son gente perfectamente normal, pese a su idiosincrática tendencia a la exageración, a ser más. Pero hay mejores candidatos en Europa y en el mundo para llevarse el premio al más sádico y el más violento.

P. De hecho, ¿no es cierto que España se polarizó en la primera mitad de los 30 contagiada por lo que sucedía en Europa, leninismo versus fascismo?
R. En gran parte, pero la gran violencia política española fue el surgimiento del anarquismo a finales del XIX. La violencia fue tremenda, durante la República y la guerra; pero insisto, no peor que en otros países europeos.

P. Las izquierdas de la II República fueron resueltamente antiespañolistas y entre ellas, le cito, «existían demasiados proyectos incoherentes y contrapuestos entre sí». ¿Se puede hacer un paralelismo con el panorama de la izquierda hoy?
R. En cuanto a divisiones, sí, pero el encuadre es muy diferente. La cultura política de entreguerras en Europa era muy violenta y también sus consecuencias. Sé que hoy se habla retóricamente de preguerra civil, pero no será así, no hay disposición de la gente a luchar con las armas en la mano, no es posible. Estamos en el siglo XXI.

P. Es la primera vez que leo o escucho a un intelectual decir que la reforma educativa de la II República no fue un logro positivo sino «un atropello de la libertad». ¿Fue a su juicio democrática la República?
R. La mejor frase al respecto es de Javier Tusell: «La II República fue una democracia poco democrática». Fue democrática, al menos hasta la llegada del Frente Popular, pero con muy graves fallos. Y en cuanto a la reforma educativa, sí, fue impresionante la creación de aulas nuevas, pero también cerraron muchas aulas viejas. Dejémoslo en tablas.

P. Acusa claramente de la torpeza que condujo al levantamiento de Franco a dos personajes muy en concreto: Alcalá-Zamora y Azaña. ¿A quiénes señalaría como responsables de la delicada situación o el retroceso que hoy sufre España?
R. Sobre todo, a los líderes radicales del catalanismo independentista. Lo único que podría traer un cambio positivo o deseable en la actual situación serían unas Cortes Constituyentes para reformar la Constitución, pero al mismo tiempo es un escenario muy peligroso, porque la actual Carta Magna ha funcionado francamente bien, ha dado lugar al mayor período de paz y estabilidad en España, y hay que tener mucho cuidado antes de tocarla. Tiene que haber un gran consenso político. Pero lamentablemente no es lo que buscan los independentistas: lo que quieren es un Estado independiente, lo que sería muy contraproducente para los propios catalanes y no sería legal ni aceptado por el resto de españoles, salvo por Podemos.

P. Josep Tarradellas advirtió que el Estado de las autonomías era un error; el más grave error de la Transición, según él. ¿Qué nos sugeriría ahora en lugar de las autonomías?
R. Debieron establecer una delimitación mucho más estricta a las competencias de las autonomías, hicieron concesiones demasiado generosas al País Vasco y a Cataluña, sin cauces ni límites, y esto fue como abrir la caja de Pandora. La enorme autonomía y la laxitud ante formas de actuación ilegales dentro de los territorios permitieron la creación de un pensamiento único a través de la tergiversación de la Historia y su propagación en las escuelas y los medios oficiales. Los reformistas de la Transición querían contentar a todos, pero habría sido posible estructurar un Estado de gran autonomía territorial con un modelo más firme.



                                                                                       ELENA PITA  Vía EL MUNDO

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