Qué duda cabe que lo que sucede en
Cataluña es el problema más grave que afronta España desde 1975, con la
muerte de Franco y la incertidumbre de la transición.
Los
cristianos podemos aportar mucho a su resolución si nos comportamos de
acuerdo con nuestra fe, y quizás pueda ayudar a esta actitud referir
algunos conceptos clave
- La Nota de la Comisión de la CEE. En ella se encuentran elementos clave para guiar nuestra respuesta.
- El Magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia. La independencia no vulnera la relación con Dios, lo que si puede romperla son los caminos elegidos. El enfrentamiento, la división, la violencia, aunque sea verbal o virtual, la descalificación de personas, esto sí que puede serlo, como también incurre en ello una violencia física desproporcionada, aunque sea en nombre de la ley. El Compendio de la DSE está lleno de criterios y principios útiles para este caso. Nuestra tarea es meditar sobre ellos y la forma de llevarlos a la práctica. Por ejemplo, entre los muchos posibles, los números 132 (sobre la sociedad y dignidad humana), 133 (la no instrumentalización de la persona) y la afirmación básica de que “la persona no puede estar finalizada a proyectos de carácter económico, social o político”, o el 134 sobre la importancia de la conducta personal en todo proceso de cambió.
- Todos los actos, como las ideas, tienen consecuencias, y después de una estación llega la siguiente, que es fruto de aquella. Sembremos paz y recogeremos concordia, apostemos por la confrontación y cosecharemos daños. Es evidente que existe una premisa: la situación debe volver a la legalidad constituciona Eso es una evidencia, pero es importante la actitud de cada uno en el cómo.
- Cataluña no solo es una realidad económica, es también una conciencia histórica, una adhesión emotiva a unas instituciones. Esta no surge del estado de las autonomías, ni del siglo XIX. Puigdemont es el 130º presidente de la Generalitat, o el 125 si no se contabilizan los de la Mancomunidad. Cataluña no es una realidad ajena a España. Esa es la tesis. Siendo así hay que tratarla como un pedazo de esta realidad. En una familia de morenos, el hermano rubio no es menos hijo ni hermano que los demás, y por ser rubio no puede estar eternamente bajo sospecha.
- Es necesario procurar una gestión racional de las emociones tóxicas; aquellas que enfrentan a las personas. Cataluña vive hoy esta división y por partida doble, entre sus conciudadanos y, de una parte de ellos, hacia España.
- En Cataluña debe restablecerse la razón constitucional y debe hacerse de la mejor manera posible. No debe ser una reacción “contra” Cataluña, sino a favor de las instituciones, también las catalanas. Restablecer el Estatuto de Autonomía y las prácticas consuetudinarias de su Parlamento, vulneradas por una parte de la cámara y el propio gobierno de la Generalitat, forma parte de aquella razón.
- Aislemos los cantos de sirena del nacional catolicismo catalán y español. Jesucristo y su Iglesia no pueden ser apropiados por nadie. La tarea cristiana es evangelizar, y ¿cómo vamos a hacerlo si levantamos banderas de guerra, agitación y descalificación entre hermanos en la fe? Antes que pueblo español o catalán somos pueblo de Dios. Nuestra ciudad no es la de los hombres, sino la de Dios, y lo que debemos buscar es que la humana sea un camino, una aproximación a la polis divina, y eso no se consigue con banderas al viento. Los viejos demonios no deben volver a surgir. Ni este de ahora, ni el guerra civilismo, la revancha, el “ni olvidamos ni perdonamos”. Todo eso es maligno y debemos aislar a quienes lo predican y arrancar sus raíces de nuestros corazones, como aislamos y reprobamos toda violencia. Lo que sucedió ayer día 9 en Valencia es una pésima y contraproducente manera de defender España, y quienes practicaron la violencia o la acogieron pertenecen a una tribu que debe ser excluida de la comunidad.
- Por último, debemos preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí. Y hacerlo al estilo de Santo Tomás ante el gran conflicto que podía haber destruido la débil cultura occidental del siglo XIII. Me refiero al enfrentamiento entre agustinianos y aristotélicos. Veamos las explicaciones de unos y otros según su propio punto de vista. A partir de ahí, se puede construir una nueva situación
Y para terminar un signo providencial y no buscado. Desde el 7 de octubre al 4 de noviembre la imagen de la Virgen de Fátima se encuentra en Barcelona, y puede ser visitada en dos basílicas: La Concepción y la Mercè.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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