Gabriel Albiac
El peor error de un ajedrecista es dar por consumado el jaque mate sin haber matemáticamente cerrado todas las vías de escape al rey adverso. Todas. Dar por ganada una partida antes de tiempo es el modo más seguro de perderla. Y el más humillante.
Mucho cuidado con la euforia tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña. La partida de ajedrez allí apenas si ha empezado a empezar. Estamos en el laberinto oscuro de la estrategias. Y el adversario no es idiota. Cobarde tal vez, puede que innoble, pero en ningún modo idiota.
Hasta ahora, ni un movimiento sobre ese tablero se ha desviado de lo que planificó la llamada "hoja de ruta" independentista: la que la Guardia Civil intervino al número dos de Junqueras, Josep Maria Jové, presunto artífice de los desvíos presupuestarios sobre los cuales se sustentó el "proceso". Con no excesiva prudencia, el jueves Jordi Sánchez desvelaba esa estrategia desde la cárcel: "Llega el momento de la Asamblea de Cargos Electos… El mundo entenderá la voz legítima de los electos si el Estado mata a nuestro Gobierno y a nuestro Parlamento".
Hasta hoy, Puigdemont no ha acatado la destitución del sábado. Suma, así, al cargo penal de rebelión el de usurpación. En el menos malo de los casos, irá a la cárcel en el momento en que la Fiscalía abra el inevitable procedimiento. En el peor, tal vez decida optar por el exilio. Lo mismo vale para Forcadell y Junqueras. Pero está puesta ya en marcha su suplencia. La función legislativa, en el programa de los independentistas, pasa a manos de lo que ellos llaman la AECAT, la Asamblea de Electos de Cataluña, amalgama asamblearia articulada sobre la Asociación de Municipios por la Independencia. Un ejecutivo en la sombra será dispuesto por ella para conducir a un choque final, hasta ahora eludido, en el cual la movilización callejera buscará imágenes cruentas que exhibir –gracias a la TV3 no intervenida– ante las almas delicadas. En ese punto, piensan los independentistas que se decidirá todo.
La intangibilidad del poder en Cataluña ha sido la clave del laberinto. ¿Cómo fue posible tejer esa tela de inmaterialidad que reduplica el Estado en una especie de inasible holograma? Con dinero. ¿De dónde ha salido esa ingente masa de dinero que se precisa para que cada recoveco de la Administración tenga su réplica en el Estado virtual de los independentistas? De nuestros bolsillos. Vía Hacienda. Alguien tendrá que responder, cuando esto –bien, mal o peor– acabe, del porqué de esa pasividad ante años de desvío presupuestario, gracias a la cual se logró diseñar la máquina golpista más refinada de la Europa moderna: la del golpe virtual.
Ese golpe virtual cerró ya todas sus etapas. Para el paso al acto, precisa de la alta temperatura emocional de la violencia. Es lo que la AECAT va a buscar ahora. Toda cautela en esta fase de la partida es poca. Decapitar sin salpicaduras escénicas es difícil. E imprescindible. Puede hacerse. Pero que nadie dé antes de tiempo la partida por ganada.
GABRIEL ALBIAC Vía ABC
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