El golpe de Estado ha sido posible porque el Estado de las Autonomías ha
permitido que donde antes había “patrias chicas” se construyan
comunidades nacionales imaginarias
¿Satisfacer a los nacionalistas?
EFE
La aplicación del artículo 155 de la Constitución tiene como condición el iniciar la reforma constitucional
, así lo ha querido el PSOE. De entre todas las motivaciones para
realizar un cambio en el texto de 1978 se ha optado por la peor: detener
un golpe de Estado. El objetivo, cómo no, será el satisfacer a los
nacionalistas en una nueva ordenación territorial en la que, con el
tiempo, tampoco se encontrarán conformes. Lo triste es que una
democracia, con todos sus defectos, se vea desestabilizada por el nacional-populismo que ella misma ayudó a crear.
El origen
El golpe de Estado ha sido posible porque el Estado de las Autonomías ha permitido que donde antes había “patrias chicas” se construyan comunidades nacionales imaginarias
. Las oligarquías locales, aferradas a las nuevas instituciones, vieron
en el resalte de las supuestas diferencias étnicas y folclóricas,
recreadas o inventadas, la clave para conservar y aumentar su poder.
La 'nation-building' se hizo a golpe de subvención y propaganda , de control de la administración, la educación y de los medios de comunicación
La nation-building se hizo a golpe de subvención y propaganda , de control de la administración, la educación y de los medios de comunicación. Se forjaron redes clientelares como en los peores tiempos del caciquismo de la Restauración, pero con una diferencia: aquellos caciques
del XIX reconocían la jerarquía del ministerio de la Gobernación, y lo
intocable que era la Constitución. Hoy, el discurso oligárquico es otro,
porque cuanto más se insulte y zarandee el régimen y su ley más rédito
político se saca.
Una ideología totalitaria
El
nacionalismo es una ideología fundada, no en la razón o en la ciencia,
sino en sentimientos y creencias. Es finalista, como el comunismo; es
decir, busca siempre el logro de su fin, el Estado-nación propio, homogéneo, excluyente y autoritario . A este objetivo somete toda acción, discurso o subvención. no ha variado en cien años. Ya lo decía Solé Tura: el nacionalismo es una cantinela que se repite una y otra vez.
Como
todos los nacionalismos tardíos, el catalanismo político se trufó de
victimismo y de biologismo político. De ahí que, por ejemplo, Oriol Junqueras dijera que los genes catalanes
tienen más en común como los franceses que con los españoles, y sobre
esa diferencia biológico se ha de construir la independencia. Es la
política reducida a la genética, como el nacionalsocialismo.
Este modelo es el que hoy impera en Cataluña para la creación de su República: victimismo histórico y supremacismo genético
A esto se añadió un estilo populista, inaugurado por Francesc Macià
en 1931, empeñado en la formación de un movimiento nacional con
vocación de partido único: ERC. Este modelo es el que hoy impera en
Cataluña para la creación de su República: victimismo histórico y
supremacismo genético.
Los colaboracionistas
La
oligarquía catalana aprovechó el Estado de las Autonomías para recrear
aquel nacional-populismo que solo puede triunfar con colaboradores
externos que quieran, como ellos, destruir el Estado . Ahí aparecen Podemos y sus confluencias.
Pablo Iglesias
, con la solemnidad que da la ignorancia del que se cree sabio, dijo en
el Congreso de los Diputados que España llevaba doscientos años de un conservadurismo que negaba la realidad plurinacional
del país. El líder de Podemos no solo desconoce que los Estados-nación
en Europa se tomaron todo el siglo XIX para construirse, sino que el
“principio de las nacionalidades”, el de Mancini, no se formuló hasta
1861.
El concepto de nación política para comunidades regionales españolas no cobra relevancia alguna hasta las primeras décadas del XX
Es más; tampoco es consciente Iglesias, eso
creo, que el concepto de nación política para comunidades regionales
españolas no cobra relevancia alguna hasta las primeras décadas del XX.
Por tanto, resulta un poco difícil reconocer en “doscientos años” lo que
no existía. Pero no hay que engañarse: el caudillo podemita no busca la
coherencia, sino desestabilizar el régimen, destruirlo, y de sus
cenizas sacar el poder.
La equívoca conllevancia
Azaña se empeñó en 1932, quizá al oír decir a Companys que se sentía español, en que había encontrado en la autonomía la fórmula para contentar al catalanismo político. Ortega,
tan atento entonces al eco de su voz como al desvarío republicano,
combatió dicha idea y, pesimista, habló de la “conllevancia”.
Parecía
entonces que el “problema catalán” –que ha sido siempre de una parte,
no del todo como quieren hacer los independentistas- era irresoluble, y
que solo se podía ir aumentando el autogobierno; es decir, alimentar a
su oligarquía. Pero Ortega no tuvo en cuenta la otra cara de la
“conllevancia”: la propensión de los partidos nacionales a ceder a las pretensiones de los catalanistas.
Hoy, PP, PSOE y Ciudadanos parece que vuelven a 1932, a la otra cara de la expresión de Ortega
Hoy, PP, PSOE y Ciudadanos parece que vuelven a
1932, a la otra cara de la expresión de Ortega. Formaran una comisión
constitucional, donde, según ha dicho Margarita Robles, tendrán voz todos, incluidos los golpistas , para que del “diálogo” –ay, ese concepto-, salga una fórmula nueva que los satisfaga.
¿Satisfaction?
Nunca.
La oligarquía catalana, esa élite cultural convertida en grupo político
para instrumentalizar las instituciones en su propio beneficio, no
quedó contenta con la Mancomunidad de 1914. Tres años después
organizaron una Asamblea golpista
con la colaboración de republicanos y socialistas, para obligar al
gobierno a una reforma constitucional que avanzara en el autogobierno.
Tampoco
satisfizo a los nacionalistas catalanes la República. De hecho,
Companys, manoseado hoy por todos, salió al balcón del ayuntamiento de
Barcelona el 14 de abril de 1931 para proclamar la República. Pronto
llegó el mesías de entonces, el conducator del movimiento nacional catalanista, Francesc Macià, para rectificarle: el Estado Catalán en la federación ibérica.
Tampoco satisfizo a los nacionalistas catalanes la República. De hecho, Companys, manoseado hoy por todos, salió al balcón del ayuntamiento de Barcelona el 14 de abril de 1931 para proclamar la República
Era una traición al Pacto de San Sebastián que
acordaron con los republicanos. Dio igual, el Gobierno provisional, sin
legitimidad alguna, sin apoyo en ninguna ley, negoció con Macià que se
dieran un Estatuto antes de aprobar la Constitución. Eso mismo pasó en 1977, cuando Suárez se entrevistó con Tarradellas,
un catalanista de izquierdas, moderado, que se sentía español, quien
consiguió la reposición de la Generalidad de Cataluña antes de que se
reunieran las Cortes que finalmente serían constituyentes.
Los
nacionalismos tardíos, impelidos por un imperativo histórico fundado en
los sentimientos y en la fe genética, irracionales, que no atienden a
economías ni Estados de Derecho, irredentistas que buscan la expansión
por otros territorios, asentados legalmente en instituciones que consolidan su poder, no se satisfacen jamás. Ni siquiera cuando llegan a la Arcadia feliz , a su Estado-nación. Ya lo verán.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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