Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
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martes, 17 de octubre de 2017
LA INTELIGENCIA SOCIAL
Los españoles tenemos la necesidad
urgente de desarrollar nuestra capacidad para reflexionar acerca de los
mismos procesos sociales que protagonizamos
Todo el mundo empieza a hablar de “reforma constitucional”. Una vez más aparece una palabra mágica, un conjuro, que va a resolver todos nuestros problemas.
En los últimos tiempos se ha apelado a la 'política' (por oposición a
la legalidad), al consenso, al diálogo, a la calle. Se utilizan más como
jaculatorias taumatúrgicas que como programas precisos de acción. La política utiliza tópicos que dan una impresión de evidencia que no existe. Uno de ellos es el que afirma que “el pueblo siempre tiene razón”.
La democracia no tiene nada que ver con la verdad, ni siquiera con la
justicia. Es tan solo un modo de organizar pacíficamente el poder, y ya
es bastante. Pero se basa en la ley de las mayorías, y
esta no asegura la bondad de sus conclusiones. Puede haber mayorías
justas y mayorías injustas, mayorías sensatas y mayorías exaltadas, lo
que quiere decir que la calidad de la mayoría no depende de su carácter
de mayoría, sino de la calidad de los argumentos que la mueven. Es
verosímil pensar en una mayoría ferozmente discriminatoria, por motivos
religiosos, raciales o ideológicos.
Una reforma
constitucional puede ser mala, aunque la defienda una gran mayoría. Por
eso, me parece imprescindible la constitución de mayorías ilustradas,
responsables, emocionalmente serenas, capaces de ponerse en el lugar de
los otros, y conscientes de la importancia de buscar estrategias de suma
positiva o de alcanzar el equilibrio de Nash entre el beneficio individual y el beneficio social. Saint-Exupéry
escribió: “No conocemos las soluciones, lo único que podemos hacer es
ayudar a que nazcan las fuerzas que las encontrarán”. Esa es la
esperanza que nos mueve a todos los interesados por la educación. No pretendemos conocer las soluciones,
pero sabemos cómo debería ser la inteligencia capaz de encontrarlas. Y
ese es el talento que debemos empeñarnos en desarrollar.
En
este momento, el 'capital social' español es bajo, lo que no es buena
situación para emprender cualquier tipo de 'reforma constitucional'
En 1993, el sociólogo Robert Putnam
y sus colaboradores publicaron 'Making Democracy Work: Civic Traditions
in Modern Italy'. Su objetivo era descubrir por qué las democracias
funcionan mejor en unos lugares que en otros. Estudió la eficiencia de
los 20 gobiernos regionales de Italia a partir de 1970. Eran
instituciones similares, pero dentro de contextos sociales, económicos y
culturales distintos. Descubrieron que los gobiernos regionales eran
más eficientes, siendo constante el resto de factores, cuando se movían
en contextos con alto 'capital social'. La idea me
parece importante. El 'capital social' de una nación, una región o una
ciudad está compuesto por los valores éticos compartidos, una clara
estructura de prioridades, un buen sistema de resolución de conflictos,
el buen funcionamiento de las instituciones, la confianza mutua, la
participación cívica, y lo que denominamos 'metapolitica', es decir, la
capacidad para reflexionar acerca de los mismos procesos sociales que
protagonizan. Una comunidad con alto capital social está en mejores
condiciones para tomar decisiones.
Tenemos la obligación moral de saber
En
este momento, el 'capital social' español es bajo, lo que no es buena
situación para emprender cualquier tipo de 'reforma constitucional'.
Somos muchos los que estamos asustados ante las
tormentas políticas que nos amenazan, y desearíamos colaborar en la
medida de nuestras posibilidades a mejorar las previsiones. En el
momento de la Transición,
tuvieron mucho éxito libros muy breves que explicaban temas políticos
fundamentales: qué son los partidos políticos, qué es la democracia, qué
es la Constitución, etc. La gente quería saber. Creo
que estamos en un situación análoga, en la que todos debemos esforzarnos
por aclarar los conceptos, que muchas veces son engañosos, aumentar
nuestra inteligencia política y nuestro 'capital social'. Tenemos la
obligación moral de hacerlo porque cualquier discusión constitucional
afecta a otras personas, y ejerce su influencia más allá del presente.
Todos los españoles con menos de 40 años han nacido dentro de un marco
constitucional que ellos no eligieron.
Vivimos conectados, pero no hay afán por comprender. (iStock)
Cada
cual debe colaborar como pueda. Mientras el director de El Confidencial
me lo permita, me gustaría aprovechar esta tribuna para tratar algunos
de los temas que van a estar presentes en la discusión. Se trata de proporcionar herramientas conceptuales para
el debate. La filosofía es un servicio público cuyo lema es conocer
para comprender, y comprender para tomar buenas decisiones y actuar.
En
una sociedad que produce la falsa impresión de que estamos al tanto de
todo, conviene reforzar la capacidad para tomar las mejores decisiones
Les pondré un ejemplo. El partido socialista defiende un modelo federal para España. Urkullu,
a quien los sucesos catalanes han tenido que molestar mucho, porque han
dado oxígeno a sectores que lo habían perdido, apuesta por un modelo
confederal. Parece imprescindible que los ciudadanos conozcan qué hay
detrás de esas palabras. Hay una apelación continua a los derechos humanos,
pero hay derechos humanos de primera, segunda y tercera generación. Se
habla de soberanía, pero ¿puede haber una soberanía compartida? Se habla
de derechos históricos, pero ¿qué tipo de derechos pueden basarse en la
historia? Las preguntas son interminables. Se ha recordado en los
últimos días que Miterrand, Macron, Malouf o Vargas Llosa
consideraban que el nacionalismo conduce a la guerra. ¿Es verdad? Ya he
mencionado en estas páginas el papel de las emociones en la política y
no estaría de más seguir dándole vueltas al tema. En este momento se
elevan críticas contra la democracia representativa, pero ¿es posible
una democracia asamblearia? ¿Significa algo claro el término
'populismo'?
Nuestra ignorancia nos hace vulnerables
Por su importancia en el diseño de la política, sería deseable que los ciudadanos tuvieran también los suficientes conocimientos sobre economía para no dejarse engañar. Acaban de dar el Premio Nobel de Economía a Richard Thaler,
por sus estudios de 'economía psicológica'. Piensa, con razón, que en
el origen de todos los fenómenos económicos (como en el de todos los
fenómenos políticos) hay decisiones individuales, que
están movidas por nuestros deseos, intereses y emociones, y que con
frecuencia son irracionales o, al menos, poco razonables. En 2002 le
dieron el mismo premio a Daniel Kahneman, por sus estudios sobre los componentes irracionales de las decisiones económicas. En 2015, lo ganó Angus Deaton,
por sus estudios sobre cómo las decisiones individuales influyen sobre
la marcha de la macroeconomía. “Para diseñar políticas económicas a
favor del bienestar y de la reducción de la pobreza —afirma—, primero
debemos entender las decisiones individuales de consumo”. Para cerrar el
círculo, Jean Tirole, otro Nobel de Economía, ha
escrito 'La economía del bien común', movido por la idea de que es
necesario que el ciudadano conozca el funcionamiento del sistema
económico.
En una sociedad red que produce la falsa impresión de que todos estamos al tanto de todo, conviene reforzar la capacidad de cada persona, de cada ciudadano, de cada nodo de esa red, para tomar las mejores decisiones, para recuperar el protagonismo, para evitar la vulnerabilidad que en este momento nos aqueja. En una palabra, hay que generar talento ciudadano.
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