Carles Puigdemont
EFE
La de cal. Mucha cal. El Gobierno se dignó por fin
comunicar oficialmente ayer la aplicación del artículo 155 de la
Constitución, y lo hizo con un parlamento más que aseado de Mariano Rajoy,
un discurso con afán didáctico y trasfondo apaciguador, como revela esa
apelación al cese de la fuga de empresas. Intervención quirúrgica casi
sin anestesia. Medidas duras, a tono con la gravedad de lo que está
ocurriendo en Cataluña. Destitución de los miembros del Govern,
empezando por su presidente, y toma de control del Parlamento de la
Generalidad. Que el Gobierno ha acertado lo demuestra la reacción de los
propios golpistas y de sus compañeros de viaje, desde el
inevitablemente plasta PNV hasta Podemos y sus Mareas. Aquí había mucha
gente convencida de que el guateque extractivo con cargo a los
Presupuestos que se inició hace casi 40 años iba a durar eternamente.
Muchos, empezando por esos señoritos de la burguesía catalana que han
enloquecido en su viaje a Ítaca, pensaron que nunca les iba a pasar
nada, que iban a poder seguir delinquiendo tan ricamente. El despertar
va a ser duro. No cabe imaginar otra respuesta del Estado de Derecho.
La Sexta como espejo: “no creo que lo de Cataluña sea un
golpe de Estado y no creo que debamos hablar en esos términos”,
pontificaba Enric Juliana al filo de la una de la tarde de ayer, ante la atenta mirada del camarada Ferreras; antes había depuesto Jorge Verstrynge,e inmediatamente después salió a escena el profesor Pérez Royo, lo mejor de cada casa, todos buenos amigos de España y de lo que conviene a España. Angélica Rubio, musa de Rodríguez Zapatero en su día, pone
la rúbrica echando las culpas del diluvio universal a Mariano. Tras la
conexión con Moncloa, Ferreras pide valoración urgente, y ahí vuelve a
aparecer un Juliana descompuesto: “Esto es la suspensión de la
Autonomía. Estamos ante un volantazo histórico decidido por el PP, al
que se ha adherido el PSOE”. Les ahorro la opinión de ese tipo
inclasificable que es Pablo Echenique, mandamás de Podemos, para quien Rajoy liquidó ayer la democracia en España, o la del diputado de la misma cuerda Xavier Domènech,
indignado con el presidente por no haber dado una oportunidad al
diálogo, como si el Estado tuviera algo que negociar con un Gobierno
regional que se ha situado fuera de la ley.
El pleno
del Senado que debe validar la medida no se reunirá hasta el viernes 27,
de modo que los plazos para hacer efectivo el 155 se siguen alargando,
para desconcierto de quienes entienden mal semejante pachorra legalista.
Ese nuevo aplazamiento propone un escenario preocupante en tanto en
cuanto ofrece al golpista la posibilidad de convocar elecciones
autonómicas esta semana, antes del pleno del Senado. Cualquier persona
juiciosa apostaría por una salida semejante, capaz de poner en solfa la
aplicación del 155, por mucho que ello implicara para JxSí romper de
forma abrupta con la CUP. Vuelve a escena, francamente excitado, el
señor Juliana en La Sexta: “La responsabilidad de Puigdmeont es inmensa:
en sus manos está salvar a la Generalitat de Cataluña”. ¿Por qué esa alarma? Por una razón fundamental: los herederos de Jordi Pujol
no pueden exponerse, en mi opinión, a que el Gobierno entre a saco en
la Generalidad dispuesto a levantar las alfombras y sacar a relucir los
trapos sucios de un sistema clientelar que durante décadas ha vivido del
robo sistemático de recursos públicos. Esa es precisamente la gran baza
de una utilización inteligente del 155: desenmascarar un sistema
corrupto de la cruz a la raya del que viven no menos de 100.000
personas.
El misterio de la familia Pujol
Este
alargamiento de plazos tendría que ver con la existencia de “contactos”
secretos entre el Gobierno y Convergencia (ahora PDeCAT), un rumor
recurrente estos días en el foro madrileño. Tras las bambalinas de esos
requiebros bajo la mesa palpita el misterio de la familia Pujol
y la situación particular del patriarca del clan, el gran culpable de
lo que está ocurriendo (hay varios culpables y muchos responsables, en
una cadena que va de Felipe González y su laissez faire en el caso Banca Catalana, sigue con Aznar y su entreguista “pacto del Majestic”, prosigue con Zapatero y el Estatut que
nadie le había pedido, y termina en este Rajoy alucinado por lo
ocurrido, ello por no hablar de los redactores de la Carta Magna o del
papel del Emérito), el hombre que tras haberse librado de la cárcel por
la quiebra de Catalana, se encargó de sembrar la semilla de odio que
ahora, muchos años después, ha fructificado en la cosecha de este golpe
contra la Constitución y que, no obstante lo cual, sigue tan campante en
la calle, como la mayor parte de su numerosa progenie.
"Ayer murió la República Catalana. Está por ver si su entierro se realiza de forma pacífica o va a requerir el uso de la fuerza"
No parece que las aguas de los amotinados vayan a
discurrir por las riberas de la moderación. La manifestación de ayer
tarde en apoyo de los Jordis –si lo de Cataluña no fuera trágico, podría ser un buen argumento para un sketch de Gila-
fue un fiasco manifiesto, por mucho que la Guardia Urbana se empeñe en
hinchar las cifras. Imposible imaginar más de 200.000 personas, tirando
por lo alto. Es todo lo que tienen ahora mismo. No hay más gente
dispuesta a salir a la calle. La aparición posterior de Puigdemont en
televisión solo sirvió para calentar las orejas al personal con el
sobado y arrogante relato victimista del nacionalismo identitario. El president
ha terminado por convertirse en un personaje patético, que anoche no
podía ocultar su miedo. Pánico en los calzones. Al plantarse, Mariano ha
descubierto su juego: Puchi apenas llevaba una pareja de doses. Difícil saber si la convocatoria de esa sesión plenaria del Parlament
que anoche anunció va a servir para proclamar la famosa DUI o para
empezar la marcha atrás. Ayer murió la República Catalana. Está por ver
si su entierro se realiza de forma pacífica o va a requerir el uso de la
fuerza.
Conviene ponerse en lo peor. Hay mucho
cabestro intoxicado por la droga nacionalista dispuesto a ir a la
guerra, de modo que habrá que atarse los machos. Llega la hora de la
verdad, la hora de demostrar que el Estado tiene capacidad efectiva real
para revertir la situación que se vive en Cataluña y restaurar el orden
constitucional. Es verdad que hay cosas que han mejorado mucho, la más
importante de las cuales a mi entender, por encima del empeño del Rey y
de la huida precipitada de empresas, es la movilización de millones de
españoles hartos de las constantes provocaciones de ese nacionalismo
reaccionario y supremacista, pero lo cierto y verdad es que el
presidente de Cataluña sigue siendo un tal Puigdemont, un tipo que
continúa tomando diariamente decisiones en contra de los intereses de la
mayoría de los catalanes, y que al frente de los Mossos sigue estando
un tal Trapero, con causa abierta en los
tribunales de Justicia por posible delito de sedición, no obstante lo
cual sigue mandando sobre una fuerza armada de 17.000 hombres, buena
parte de los cuales andan por el mundo abducidos por el discurso
independentista.
Será necesario sacar a Puchi de la cueva
La
pura verdad es que el Gobierno de la nación no manda en Cataluña,
porque hace mucho tiempo que el Estado no existe en Cataluña. De eso se
trata precisamente, de revertir esa situación, una exigencia que pone de
relieve la magnitud del envite que nos aguarda. En la hoja de ruta del
golpismo nacionalista están escritos los pasos a dar en caso de
intervención de la Generalidad, con medidas tales como la toma de
puertos, aeropuertos, estaciones de ferrocarril, centros de
comunicaciones, etc.
Es evidente que será necesario sacar a Puchi y al
resto de su Govern de la cueva, para lo cual habrá
que neutralizar previamente a los Mossos, lo cual equivale a decir que
el Gobierno tendrá que utilizar los instrumentos de coerción que el
Estado pone a su disposición para restablecer la Ley, paso previo a la
celebración de esas elecciones autonómicas que nunca deberían celebrarse
antes de que la normalidad constitucional haya sido restablecida en
Cataluña, porque lo contrario sería sencillamente un suicidio.
"Él ejerce de ancla dispuesta a retener la unidad de España y faro capaz de iluminar los corazones acongojados de nuestros Marianos"
Que nadie se engañe: restablecer la legalidad en esa
parte de España no será fácil. El Estado va a ser sometido a prueba de
resistencia como nunca antes lo había estado desde el 23-F. La Segunda
República, al mando entonces de Alejandro Lerroux, y el general Batet,
catalán para más señas, resolvieron esta ecuación en octubre de 1934
con un par de cañonazos. Ahora las cosas no son así, y no deben ser así
bajo ninguna circunstancia, por mucho que la locura se haya apoderado de
estos iluminados echados al monte. Es el momento de apoyar sin fisuras
la iniciativa del Gobierno, con el respaldo de PSOE y Ciudadanos, para
recuperar la legalidad en Cataluña. El Rey, con un nuevo gran discurso
en Oviedo la noche del viernes, marca el camino. Por fin parece que
hemos dado con un Borbón honesto y dispuesto a cumplir con su deber,
dispuesto a rescatar a la dinastía del fango. Casi un milagro. Curioso
el momento que vivimos: una clase política paupérrima y un gran Jefe del Estado. Suerte histórica
cuando era y es más necesaria. Él ejerce de ancla dispuesta a retener la
unidad de España y faro capaz de iluminar los corazones acongojados de
nuestros Marianos. Él cumple a la perfección con la anécdota que cuentan
de Indalecio Prieto cuando, en el exilio en México, acudió un día a ver torear a Manolete: “Es el único español que no ha hecho el ridículo por aquí”.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario