El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont , saluda al expresidente Artur Mas.
EFE
Los gobiernos de España y de la
Generalitat viven una escalada de declaraciones acusatorias el uno
contra el otro. La sociedad catalana padece una enorme fractura social.
La economía en Cataluña experimenta un terrible retroceso. No parece
existir una vía de diálogo. ¿O sí?
¿Traición o inteligencia política?
Cuando el presidente Adolfo Suárez quiso sondear de qué madera estaba hecho el por entonces President de la Generalitat en el exilio, el MH Josep Tarradellas,
no envió a un cualquiera a verlo en su nombre. Hasta el pequeño
pueblecito de Sant Martin-le-Beau donde residía el President viajó el
teniente coronel Andrés Casinello, hombre
de confianza de Suárez y adscrito, además, a los servicios de
inteligencia españoles. Porque, a pesar de la imagen de Mortadelo y
Filemón que se ofrece de lo que popularmente se conoce como el servicio
secreto español, el nuestro tiene y ha tenido desde siempre un gran
nivel. Baste recordar algunos nombres como, por ejemplo, el del coronel Eduardo Blanco,
capaz en plenos años sesenta de pactar con el KGB soviético la entrega
de un fichero completo por parte de los rusos con cientos de militantes
españoles en organizaciones comunistas no afines al PCUS. Y todo eso con Franco en el poder. Excuso hablar del general Emilio Alonso Manglano, que llevó al CESID
del que fue director a un nivel equiparable con los mejores servicios
de inteligencia mundiales, siendo el primero en tener noticias, por
ejemplo, del intento de golpe de estado contra Gorbachov.
Todo
eso viene a propósito del proceso, de las declaraciones incendiarias de
unos y de otros, de la irresponsabilidad de los líderes procesistas y
de la inquietud en la que vive la población catalana. Es lógico y muy
humano. Si uno se limita a ver los informativos de TV3,
tal parece que la revolución haya estallado o que las tropas de un país
extranjero nos hayan invadido. De ahí la necesidad que surge en
explicar lo que jamás se cuenta en público, lo que quedará archivado en
alguna carpeta, perdida oportunamente, para que dentro de un siglo algún
tenaz historiador la encentre.
"Si uno se limita a ver los informativos de TV3, tal parece que la revolución haya estallado o que las tropas de un país extranjero nos hayan invadido. De ahí la necesidad que surge en explicar lo que jamás se cuenta en público"
Miren, la comunicación entre Palau y Moncloa
no ha dejado nunca de funcionar. Unas veces ha sido más fluida y otras
menos, pero siempre ha estado abierto un canal para intercambiar
opiniones. Éstas se han vehiculado en ocasiones a través de personas
vinculadas al mundo empresarial, en otros casos han sido algunos
expolíticos de relevancia, e incluso para cuestiones de una cierta
gravedad se ha utilizado a cargos públicos en activo. No en último lugar
debemos consignar las llamadas que dirigentes de la Generalitat y del
proceso han efectuado en persona a Moncloa. Insisto, siempre ha existido
un resquicio por el que hacer llegar a la otra parte el mensaje.
¿Y
por qué, se preguntarán ustedes, ese diálogo más o menos habitual no ha
fructificado en nada positivo? Muy sencillo: las posturas oficiales en
política no tienen por qué corresponder en nada a las posiciones que se
defienden en público.
Soraya Sáez de Santamaría, al inicio de lo que se llamó “Operación Cataluña”, se entrevistó con mucha gente de lo que se denomina sociedad civil. También con el vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras. El papel de algunos exdirigentes de la extinta Unió Democrática no ha sido ni mucho menos menor, como bien sabe el Delegado del Gobierno en Cataluña, el señor Millo.
Mención aparte merecen los mismos servicios de inteligencia, cuya
misión de prospectiva en Cataluña debe ser tratada con el respeto y la
discreción que merecen.
¿Qué han sacado en limpio de
todas esas conversaciones alejadas de las luces y del público? Es triste
decirlo, pero lo único que prevalece en todas es el intento de salvar
la cara por parte de Carles Puigdemont y, por el otro lado, el temor de Mariano Rajoy
a quedar como un fascista. Tiene el presidente del gobierno de España
dos frentes muy poderosos que están en su contra: los que le acusan de
tibieza desde las filas de su propio partido y los que le dicen desde
fuera que es poco menos que un dictador como Franco.
"La comunicación entre Palau y Moncloa no ha dejado nunca de funcionar. Unas veces ha sido más fluida y otras menos, pero siempre ha estado abierto un canal para intercambiar opiniones"
Sin embargo, hace tiempo que existe una propuesta que
ahora parece haber recobrado una cierta relevancia Se trataría de lo
siguiente: introducción en el preámbulo de la Constitución de una frase
que hiciese mención a Cataluña, singularizándola respecto a España y al
resto de comunidades autónomas; segundo, blindaje de las competencias en
educación y cultura para la Generalitat; tercero, un nuevo acuerdo
fiscal basado en los principios de ordinalidad y bilateralidad que
recogía el Estatut del 2006. Estatut, por cierto, que recortaron al
alimón Zapatero y Mas,
cosa que pocos recuerdan ahora. Y eso es todo. El texto, que ya está
redactado en forma de pacto. dividido en una introducción más o menos
hiperbólica y una serie de cláusulas específicas, por dos expertos
juristas de mucho prestigio, uno catalán y el otro no, sería sometido a
votación en Cataluña y aquí paz y después gloria.
Pero los casos de corrupción en el PP y en la antigua Convergencia, los registros de la Guardia Civil en la sede de la fundación de esta última, el caso del tres por ciento, el acoso y derribo de las CUP, la caída de Artur Mas,
todo eso ha hecho poco menos imposible que el pacto pudiera
fructificar. Por cierto, ese Mas al que se le piden responsabilidades
por aquel 9-N y multas millonarias, pero al que no le cayó encima ningún 155, y eso que la organización fue mejor.
A
pesar de que el momento sea crítico, existen aún cenáculos en los que
se apuesta por dicho acuerdo. Se trataría de salvarles la cara a los
chicos exconvergentes para que se pudiesen presentar como los salvadores
de la cosa patriótica catalana y utilizarlos como cortafuegos ante Esquerra y las CUP,
especialmente contra éstas. Nadie niega lo complicado del tema ni le
auspicia el menor éxito, al menos por ahora. Está todo lo
suficientemente envenenado para dar pasos valientes hacia delante.
"Se trataría de salvarles la cara a los chicos exconvergentes para que se pudiesen presentar como los salvadores de la cosa patriótica catalana y utilizarlos como cortafuegos ante Esquerra y las CUP"
Pero el hecho de que Puigdemont quiera acudir al Senado cuando hace nada ni se le pasaba por la cabeza, que convoque un pleno
para debatir el 155 cuando hace tres días quería proclamar ya la
república catalana, el estado de choque que ha producido en la política
catalana la marcha de tantas y tantas empresas, la inequívoca posición
de la UE y, no en menor medida, el ingreso en prisión de los dirigentes de la ANC y Ómnium, podría haber hecho reflexionar, si no al President, sí a bastantes de sus cargos.
Algún
restaurante situado en la parte alta de Barcelona, alguna masía aislada
de la Cerdaña o alguna oficina sita en Paseo de Gracia podrían decirnos
mucho más acerca de todo esto. Incluso cierta embajada española en un
país vecino.
De momento toca que la ley se cumpla, que nadie la vulnere, esperar y barajar.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario