El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, habla con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría
EFE
Una sensación de vértigo invade a la intrépida tropa indepe al bordear el precipicio. Puchi y Junqueras,
Thelma y Louise, han llegado al final del camino y ahora toca apretar
el acelerador y saltar al vacío. Dudan. Un olor a detritus humano invade
el interior del habitáculo cuatribarrado que conducen. Quieren sacar
bandera blanca, pero no se atreven. Buscan recelosos por el retrovisor
el cañón de los fusiles que manejan los francotiradores de la CUP. Y no
se les ocurre otra cosa que subarrendar, de nuevo, el trabajo: el giro
drástico de La Vanguardia, uno más en su historial de felonía, o las declaraciones de Santi Vila
pidiendo un armisticio. Entre otras voces que reclaman un alto el
fuego. Qué bochorno. Qué gran bochorno. Y qué peligro para los
constitucionalistas, para esos millones de españoles que apaleados como
perros durante años por la insolencia supremacista del nacionalismo,
reclaman ahora que se cumpla la ley y que los culpables del golpe de
Estado, sean 10 o 10.000, paguen sus culpas y vayan a la cárcel. El
peligro al que aludo se llama Mariano, la
esfinge de piedra, la estatua de sal, el manso Mariano, llamativo
ejemplo de falta de gallardía, que bien podría acudir presto a complacer
a los sublevados para, de una u otra forma, apartar de sí el cáliz que
le obliga a cumplir con su deber ante España y la Historia.
El discurso del Rey significó un antes y un
después capaz de hacer añicos la autopista de ensueño por la que el
nacionalismo ha circulado sin frenos en los últimos años. Doble engaño o
autoengaño. El de Madrid, según el cual el prusés
no iba a ser capaz de salirse de madre, nunca iba a llegar a poner
España contra las cuerdas, y el de los independentistas, a tenor del
cual el Estado, en plena crisis por los estertores de la Transición, no
tendría arrestos para parar los pies a un Movimiento Nacional catalán
acostumbrado a la provocación sin respuesta, que, además, se ha hecho
dueño de la calle. Los dos se han equivocado. La sacudida provocada por
el puñetazo en la mesa de Felipe VI ha
traído bajo el brazo el terremoto que para los independentistas de
última hora, las almas cándidas que confiaron en las prédicas de Mas, Puigdemont, alias Puchi,
y demás profetas del embeleco separatista, ha supuesto el anuncio de la
fuga de grandes empresas de Cataluña. “No habrá huida de empresas” (Junqueras) o el delirio de los Mas-Colell, lumbreras todos, según el cual la Cataluña independiente nadaría en la abundancia. Mentiras groseras.
El
silente Mariano ha acudido en ayuda de los tránsfugas, poniendo el
aparato del Estado al servicio, Decreto mediante, del conglomerado Caixa
para que pueda abandonar Cataluña sin necesidad de enojosas juntas
generales. Cierto, no hacerlo habría sido irresponsable. Hablamos de
activos por importe de 330.000 millones. Too big to fail.
La quiebra de ese paquebote se hubiera llevado por delante a España
entera. Imposible, por eso, invocar Sansones capaces de derribar el
templo sobre la cabeza de todos para castigar la de unos pocos. Conviene
aclarar, con todo, que La Caixa, junto a su grupo de empresas, es la
columna vertebral de la economía catalana, con mucho más poder que el de
la propia Generalitat, de modo que no resulta descabellado pensar que
si Isidro Fainé, vela a Dios, vela al
diablo, hubiera advertido hace un par de años, en un memorable gesto de
valor, de las consecuencias de la deriva independentista (la totalidad
de los medios de comunicación catalanes dependen de Caixa y Sabadell),
seguramente las cosas no hubieran llegado donde hoy están, la sociedad
catalana no estaría fracturada en dos mitades, y su economía a punto de
irse por el desagüe. Conviene que cada palo aguante su vela, y el del
señor Fainé es del tamaño del de mesana de la nao capitana.
A los integrantes del alto mando del prusés –no es el caso del loco Puchi- secretamente les encantaría dar marcha atrás, pero no pueden"
¿Cómo pinta lo del martes 10? Nadie lo sabe a
ciencia cierta. La siniestra burguesía convergente que se ha jugado su
fortuna a la carta independentista se ha asustado mucho con la fuga de
empresas y ahora quiere negociar. A los integrantes del alto mando del
prusés –no es el caso del loco Puchi- secretamente
les encantaría dar marcha atrás, pero no pueden. ¿Quién es el mago capaz
de devolver a su jaula al tigre a cuyo lomo hemos cabalgado durante
tantos años? ¿Cómo apaciguar ahora la violencia de la CUP? ¿Cómo
recuperar el control perdido de la calle? Los convergentes (PDeCAT), en
todo caso, tragarían con una declaración de independencia descafeinada.
Un sí pero no, que era broma, tonto, no te pongas así. Una proclamación
formal sin efectos reales, en espera de que el Estado acepte el trágala
de esa mediación que proponen Iglesias y otros amigos de la felicidad de
España. O bien una declaración en diferido, que fije una fecha de
entrada en vigor ad calendas graecas. Pájaros
volando. ¿Qué interesa a los españoles de bien? Una declaración
unilateral (DUI) a palo seco, con dos cojones, que obligara al
pusilánime Mariano a intervenir de una vez, 155 en mano, porque esa
sería la oportunidad de desbaratar el tinglado nacionalista para unas
cuantas décadas.
Hacia una componenda vergonzante con los golpistas
No caerá esa breva. Ni ellos se atreven ni Mariano quiere. Soraya le
ha vuelto a comer la oreja diciéndole que los buenos chicos del PDeCat
no van a apoyar el martes la DUI, ergo no van a tener mayoría, Mariano,
nos conviene esperar a que se despedacen entre ellos, me lo ha dicho
Santi Vila y me lo corrobora el CNI, ya sabes, Mariano, yo controlo, y
Mariano encantado, miel sobre hojuelas y vengan días y pasen ollas,
mensajes de apaciguamiento por doquier, Méndez de Vigo
el viernes, el último, la misma palinodia: “Hacemos un llamamiento a
que el señor Puigdemont vuelva a la legalidad y dentro de ese regreso
podemos hablar y podemos dialogar” (sic). Simplemente alucinante, ¿de
qué quiere usted hablar con el golpista número uno, don Mariano? ¿Qué se
puede negociar con quien ha colocado España contra las cuerdas? Y ambas
partes envían mensajes coincidentes: Vila aboga por “no tomar
decisiones irreparables en los próximos días”, mientras el señorito Vigo
reclama no dar “pasos irreversibles en la mala dirección”. Mucho me
gustaría equivocarme, pero caminamos aceleradamente hacia algún tipo de
componenda vergonzante con los golpistas.
Se entiende la frustración que este viernes embargaba a Albert Rivera
cuando abandonaba La Moncloa tras urgir a Mariano la aplicación del
155. “No suelta prenda”, contaba después en Ciudadanos. “Lo que ha dicho
es desolador: que no hay motivos para aplicar el 155, y eso significa
recortar drásticamente los resortes que le quedan al Estado para
actuar”. ¿Simple cobardía? En realidad, Mariano se niega a asumir en
solitario el riesgo que implica reprimir la rebelión y hacer respetar la
Constitución y pretende repartir responsabilidades con el universo
mundo, con el Rey, con jueces y fiscales, con las fuerzas del orden, y
naturalmente con los partidos de la oposición. Tan anómalo
comportamiento amenaza con enajenar la base social de apoyo al PP,
además de fracturar al PSOE. El eslogan de “Gobierno traidor” está a la
vuelta de la esquina. Un drama de imprevisibles consecuencias para la
estabilidad política del país. El desconcierto ha llegado también a los
cuarteles. No pocos altos mandos se han quejado a Cospedal,
ministra de Defensa, que no sabe qué contestarles porque, en realidad y
como el resto del Ejecutivo, no sabe nada, no tiene la menor idea de lo
que piensa, si es que algo piensa, Mariano. Y Cospedal, que no quiere
quedar como la tonta del bote, ha empezado a hacer declaraciones por su
cuenta. Vértigo y ruleta rusa. A eso juega España con Rajoy –que en vez
de explicarse diariamente ante la nación, se explica hoy ante El País- al frente del Gobierno.
Dar paso a un nuevo 'Govern' capaz de poner en marcha una agenda transformadora destinada a devolver las libertades a los catalanes
Los protagonistas del golpe de Estado protagonizado por el Govern
deben ser castigados con arreglo a la ley y con las salvaguardias que
ofrece nuestro garantista sistema judicial. Sin componendas de ninguna
clase. De esta batalla deben salir vencedores y vencidos, de modo que
quienes se han levantado contra el Estado, como en 1981 ocurriera con Tejero, como en octubre de 1934 sucediera con Companys, sientan
sobre su cabeza el peso de la ley y durante el tiempo que marca la ley.
Todos a la cárcel. Sin posibilidad de amnistía. Si son 30 como si son
300. A la turca manera. Con total determinación. Sin vacilaciones. No
puede ser que los golpistas triunfen; tampoco que se vayan de rositas.
Estás obligado por eso, Mariano, a intervenir la Autonomía catalana y a
detener a los rebeldes, para dar paso a un nuevo Govern
capaz de poner en marcha una agenda transformadora destinada a devolver
las libertades a los ciudadanos de Cataluña, a construir una Cataluña
democrática, abierta e inclusiva a través del normal funcionamiento de
sus instituciones, todo ello con el punto de mira puesto, transcurrido
un plazo prudencial de tiempo, en ir a elecciones autonómicas en
igualdad de condiciones para todos.
Acabar con la intoxicación en las aulas
Lo
cual implica necesariamente desmontar el aparato mediático
subvencionado que ha venido trabajando con total desvergüenza a favor
del prusés, y sentar la bases de un cambio en
profundidad en el sistema de enseñanza de la Generalidad, un cambio
radical que evite el permanente lavado de cerebro de niños y jóvenes por
esa ideología de partido único cuya principal misión ha consistido en
los últimos 40 años en sembrar el odio a todo lo español. Que en las
aulas, hoy controladas por ERC, corra el aire de la libertad que
distingue a las sociedades plurales, acabando con la gran obra de
intoxicación puesta en marcha en su día por ese conservador filonazi,
además de acreditado chorizo, llamado Jordi Pujol.
Porque si al nacionalismo no se le priva del monopolio de la enseñanza,
Mariano, dentro de cinco años estaremos en las mismas pero en peor
situación, con la batalla al fin perdida.
Estas
son las dimensiones del envite al que nos enfrentamos, de cuya suerte
dependerá la existencia de España como democracia liberal avanzada.
Muchos de esos ricos que hoy andan asustados ante la posibilidad de perderlo todo están
viniendo a pedirte prudencia, Mariano, a decirte que no hagas sangre, a
implorar que aceptes la vía del diálogo. Hay mucha gente potente en esta
operación. Sé de un grupo, del que forma parte Luis Conde, el delfamoso civet, Fernando (perdón, Ferran) Rodés, financiador del diario separatista Ara, y David Madí, ni más ni menos que el ideólogo del prusés,
que está intentando presionar a Felipe VI con la misma monserga. Dicen
que son “amigos” del Rey. No puede haber diálogo que valga con los
golpistas. Queda aplicar la ley y observar, entre la curiosidad y el
morbo, si Thelma y Louise son capaces de pisar por fin el acelerador y
lanzarse por el barranco. Llegados a este dramático punto, a España solo
le vale ya el “cuanto peor, mejor”. Parece que la CUP está dispuesta a
darnos una satisfacción. Sería la culminación del golpe que obligaría a
intervenir al presidente del Gobierno, ese pusilánime con vistas al mar
de la mediocridad en cuyas manos está hoy, por increíble que parezca, el
futuro de España.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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