El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (d)
EFE
Es seguro que cuando Unamuno
dijo aquello de “que inventen ellos” no se refería a las formas
políticas, porque a la vista de lo que está pasando ahora mismo, con la
deriva secesionista del supremacismo catalán, no hay duda alguna de que
nuestra capacidad inventiva para encontrar fórmulas no tiene parangón
en parte alguna, eso sí, al precio de que tales invenciones no tengan
el menor efecto positivo sobre la vida y fortuna de los ciudadanos a los
que solo nos cabe soportar un interminable e incivil chaparrón de
despropósitos.
Esta indigestión política que padecemos con el jeribeque
de la independencia y el sainete de las preguntitas leguleyas del
gobierno puede acabar muy mal, es casi imposible que conduzca a nada
bueno, pero los responsables directos del disparate tratarán de que no
les pille ningún toro, de cerrar el festejo en tablas, y el que venga
detrás, que arree. Esta estrategia de fondo es comprensible en los
secesionistas, que se sitúan en un proceso histórico que consideran
milenario, pero es miserablemente balbuciente y cobarde por parte de quienes han jurado defender la Constitución y la libertad de todos.
La elusividad rajoyana y su leyenda
Es obvio que Rajoy padece una enfermedad de la voluntad que
le lleva a posponer las decisiones, y que sufre también de una
alteración mental que le hace confundir ciertos espejismos con la dura
realidad, de modo que acaba suponiendo que la dilación sistemática
siempre se salda a su favor, una dolencia que, de manera harto
incomprensible, constituye el objeto predilecto en las muchas alabanzas
que le dedican los más fieles de sus leales. Con esa actitud como guía,
el presidente parece convencido de que toda prolongación de la crisis
catalana se convertirá en un fracaso para sus promotores y en un nuevo éxito de su política, así que se dedica a posponer, que es la especialidad del artista.
Con todo, hay un algo inusual en su respuesta del jueves a la misiva de Puigdemont,
puesto que el MH daba a entender que la independencia no había sido
todavía proclamada, lo que, en buena lógica rajoyana, debiera haber dado
un poco más de cuerda al asunto, pero la carta de la Moncloa indica una
aparente y suave puesta en marcha de mecanismos supuestamente
salvadores. ¿A qué se debe ese leve giro en el mensaje? No hay más que
dos interpretaciones, que no me parece que se deban considerar
incompatibles: o bien que las presiones sobre Moncloa han empezado a ser poco soportables, o bien que están en marcha, por lo bajini,
que es como mejor se hacen estas cosas, preparativos suficientemente
sólidos de apaño, y esta parte contratante necesita dar la sensación de
que su presión ha sido la causante del éxito, como, sin duda alguna,
hará la otra.
El presidente parece convencido de que toda prolongación de la crisis catalana se convertirá en un fracaso para sus promotores y en un nuevo éxito de su política, así que se dedica a posponer, que es la especialidad del artista"
Desde el punto de vista de los intereses españoles, que
debieran ser los de la libertad, la democracia y el estado de derecho,
esta estrategia es desastrosamente inconveniente,
porque consiste en atacar un gravísimo mal de fondo como si pudiera
resolverse con media docena de renglones en cualquier papel timbrado.
El mito del 155
Cuando
sea el momento oportuno para pedir cuentas a este gobierno, y al
partido que lo soporta, en cualquiera de los sentidos del término, habrá
que recordar cómo nos ha engañado durante meses diciendo que no habría referéndum,
insistiendo en que no lo había habido cuando solo pudo suspender la
votación en unas docenas de mesas de las miles que existieron, poniendo
en situaciones intolerables a las fuerzas de seguridad y, asegurando
tenerlo todo previsto, cuando se ha podido comprobar que los
acontecimientos les han superado minuto a minuto, en cada uno de los
escenarios en que se ha desarrollado el desafío a la libertad de los
catalanes, a la de todos los españoles, al imperio de la ley, y la
Constitución, y, muy especialmente, al bienestar y porvenir de la Nación
española.
Luego han conseguido convertir al 155, que
no es ninguna panacea, en un auténtico espantajo, y han jugado
persistentemente a posponer cualquier solución, primero por no ser el
momento, luego por no tener los apoyos suficientes, más tarde aludiendo a
que fuese posible una vuelta a la normalidad mediante una más que
improbable retractación, y dando por hecho que la acción de los poderes
públicos debiera subordinarse a una especie de arrepentimiento de los
rebeldes sediciosos. Ahora asistiremos a una morosa puesta en marcha de
una maquinaria legal desconocida, todo a la espera de que don Mariano no
tenga que mancharse las manos haciendo por fin lo que debiera haber
hecho, al menos, desde el 6 de septiembre, y no le han faltado medios
para hacerlo. Lo que nunca ha tenido es determinación ni proyecto
alguno, salvo el de permanecer a cobijo, y es extremadamente improbable
que esta gravísima irresponsabilidad no nos cueste un serio disgusto, y
un largo calvario.
La supuesta habilidad de los golpistas
En
paralelo a la desidia imperdonable del gobierno, que priva al Estado de
los medios necesarios para proteger eficazmente a la Nación y a los
ciudadanos, tenemos que padecer una avalancha de intérpretes que se empeñan en ensalzar las virtudes de las estrategias y los métodos de los golpistas. Hacen un vídeo copiando miserablemente a los ucranianos y coros de entusiastas se dedican a loar las virtudes comunicativas del procés.
Consiguen una foto en cualquier medio foráneo, una declaración de
algunos de los numerosos tontos de la escena internacional, y nuestros
comunicólogos se corren de gusto admirando la eficacia de los de la
estelada, su estética, su habilidad para vender relato,
una expresión que no se le cae de la boca a ningún erudito a la
violeta. Menos mal que son tan buenos en esto porque si llegan a ser
torpes no sé qué habría pasado. Si de las soflamas pasamos a los hechos,
y de escuchar a cantamañanas nos fijamos un poco en lo que realmente se
piensa de la intentona catalana, nos iría un poco mejor el ánimo, claro
que eso no evitaría reconocer, que por sentimental y babosa que sea la
imagen que proyectan los secesionistas, es mejor que la inexistente del Gobierno.
Por sentimental y babosa que sea la imagen que proyectan los secesionistas, es mejor que la inexistente del Gobierno"
Menos mal que, por detrás de la timorata y desconcertante
estrategia del Ejecutivo hay dos cosas que fundan cierta esperanza:
primero, que todavía quedan jueces en España, y, desde luego, que muchísimos ciudadanos han tomado buena nota
de lo que pasa. Hay WhatsApps de españoles perfectamente anónimos que
están haciendo más por nuestra libertad y dignidad que todas las
secretarias de Estado y todas las televisiones y radios públicas que
debieran tener un papel definido en estos asuntos, y que se dedican a
gastar nuestros millones a la espera de consignas que no llegan,
sencillamente porque, tropezando con las farolas a cada paso, en Moncloa
siguen sin saber qué hacer.
Lo que no puede ser y además es imposible
Los golpistas catalanes no pueden triunfar,
sencillamente, porque proponen un imposible, algo que desmoronaría en
pocos meses el edificio que Europa lleva tratando de construir los
últimos sesenta años. La amenaza real que ahora nos afecta es que la
debilidad del gobierno le lleve a proseguir una estrategia paralela a la de los sediciosos, a aplazar cualquier solución de fondo, y que esa deriva, insensata y traicionera, le lleve a hacer concesiones que agravarían el asunto a cambio de menos que nada.
Lo veremos en breve, pero hay que confiar en que, llegado el momento, se le reclamen
todas las responsabilidades del caso a quien juega a demorar y a no
hacer nada, a ver si hay suerte y escampa, suponiendo que los pacientes
españoles puedan soportar indefinidamente tanto y tan indigno
recochineo.
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓS Vía VOZ PÓPULI
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