La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría
EFE
Soraya, vete ya a tu casa, vete cuanto antes y llévate contigo a esa recua de abogaditos del Estadoque
tienes a tu alrededor en las zahúrdas de Moncloa, chicos listísimos
aprobando oposiciones pero que no saben nada de España, no han conocido
la España pobre que se comió los mocos, no saben dónde le aprieta el
zapato a esa España madre y madrastra, creen que lo saben todo y no
saben nada, flojos de remos cual son, situados en las antípodas de lo
que, al frente del Gobierno, ahora necesita un país a punto de jugarse
su ser o no ser en la ruleta de unos locos que han decidido desafiar la
Constitución, la ley suprema, y despeñar a España por el barranco.
Soraya, vete a tu casa y llévatelos a todos contigo.
Resulta que estos chicos tan brillantes, algunos treintañeros, tan listísimos, tan blandiblús,
se asustan mucho ante la sola idea de hacer valer el artículo 155 -“Si
una Comunidad Autónoma no cumpliere (…) o actuare de forma que atente
gravemente al interés general de España…”-, estos chicos, digo, creen
que ese artículo está de adorno, simple atrezzo del
que nunca iba a ser preciso tirar, de modo que ante la evidencia de lo
contrario andan confundidos, corriendo por los pasillos de Moncloa cual
pollo sin cabeza, repitiendo que no puede ser, ufff, uyyy, no sabes lo
complicado que es poner en marcha el 155, y vamos a ver si encontramos
otra fórmula, a ver si Puigdemont, por un
milagro divino, se torna buen chico y nos libera del trauma de tener que
pasar por esa prueba, la prueba del “perder el cuerpo e dexar el alma”
en el empeño de devolver la legalidad a Cataluña.
"A la señora vicepresidenta y a algunos ministros de su cuerda, caso del de Justicia, les da miedo aplicar el 155, y es que a ella lo que de verdad le gusta es manejarse en la sombra"
Hay lío en el Gobierno, hay grieta gorda, a la señora
vicepresidenta y a algunos ministros de su cuerda, caso del de Justicia,
les da miedo aplicar el 155, y es que a ella lo que de verdad le gusta
es manejarse en la sombra, operar tras las bambalinas, moverse entre
conseguidores, estraperlistas del rumor, fontaneros del mal ajeno, y
tirar de móvil y enviar mensajes y advertir y reconvenir, todo ese
encofrado del poder acostumbrado a la opacidad. Lo que la señora ha
hecho en los últimos tiempos ha sido visitar Barcelona una semana sí y
otra también como mandatada del presidente del Gobierno para arreglar
ella solita el problema catalán. Aquí están los resultados. Tanto arroz
para tan poco pollo y volvió la señora con las alforjas vacías, bien
llenas de espantoso ridículo, no obstante lo cual no ha dimitido, no
señor, después de su brillante desempeño en Cataluña no se ha retirado a
un convento de clausura, ni hablar, que ahí sigue manejando en la
sombra los hilos del ovillo patrio, sin haber tenido la vergüenza torera
de presentar la dimisión tras tan notorio fracaso.
De
modo que la doña no es muy del 155, vaya por Dios, que aún ayer tarde,
por increíble que parezca, andaba diciendo que bueno, vamos a esperar,
porque si Puchi viene
el viernes al Senado y se explica, a lo mejor se abre alguna
oportunidad… Es cierto que tener que recurrir a medida tan extrema no es
plato de gusto para nadie, para empezar, porque su utilización viene a
sellar el fiasco de un diseño territorial en el que los españoles
depositaron muchas esperanzas. El 155 es el resumen de un gran fracaso
colectivo. La guinda que colma el vaso de las tropelías de un diseño
disfuncional que drena recursos, recorta libertades, impone barreras,
rompe mercados y, al final, sirve de cauce para que los nacionalismos
trapaceros y desleales atenten contra la Constitución en nombre de la
cual son, porque en caso contrario no serían, poniendo en peligro las
libertades de todos, la paz y la prosperidad colectivas.
Añadir guerra a la deshonra
Pero
hay veces en que los países se ven obligados a jugarse el ser o no ser
en la lotería del destino; hay momentos en que deben alzarse para
defender no ya sus libertades, que también, sino su propia existencia
como nación; ocasiones en las que ya no cabe recular más, en que hay que
plantarse (“cuando la sociedad plural se vuelve tolerante con los
intolerantes, camina hacia su destrucción”, que dijo Popper),
porque si sigues consintiendo das pie a que el falsario te eche al mar o
te despeñe por un barranco; momentos históricos en que es preciso
reconocer que fracasaron las palabras y hay que pasar a la acción, hay
que dar la iniciativa al Estado como “única fuente del derecho a la
violencia” (Max Weber), porque la vida te
va en ello, y hay que fajarse, hay que asumir el sangre, sudor y
lágrimas, puesto que aceptar el deshonor implica añadir guerra a la
deshonra.
"Hay veces en que los países se ven obligados a jugarse el ser o no ser en la lotería del destino; hay momentos en que deben alzarse para defender no ya sus libertades, que también, sino su propia existencia como nación"
A esto se enfrenta España. Una especie de invasión
interior que en forma de tenaza -la nacionalista de JxSí y la izquierda
revolucionaria de CUP y Podemos- pretende hacer añicos cinco siglos de
historia compartida, arramblando con las mejores cuatro últimas décadas
de paz y prosperidad que ha conocido España. Y ante reto semejante solo
caben dos soluciones, tanto por parte del Gobierno de la nación, que va
de suyo, como de los ciudadanos conscientes de la importancia del
envite: aceptar la humillación y asumir los costes de una rendición sin
lucha, o plantarle cara al verdugo, hacer frente al desafío y derrotarlo
con la ley en la mano, con la sola Ley, con todo el peso de la Ley, y
trabajar duro para hacer de Cataluña y del resto de España un país en el
que merezca la pena vivir y del que uno se pueda sentir razonablemente
satisfecho. Recuperar Cataluña para la democracia liberal que hace
posible esa “igualdad en la que todos pueden ser diferentes sin temor,
bajo una misma ley compartida” (Odo Marquard).
De modo que la doña fue el lunes a la radio y en una emisora dijo claramente que bueno, que el 155 sí, pero que si Puchi
convocaba elecciones pues que entonces el 155 se podía guardar en un
cajón y aquí paz y después gloria, y entonces se montó la de Dios es
Cristo en el Gobierno, que las divisiones internas no son exclusivas del
clan de los Puigdemont, un viaje para el que no hacían falta alforjas,
porque de este enorme socavón nacional solo se podrá salir desmontando
el entramado de intereses tejido durante 40 años por el nacionalismo,
deshaciendo entero el “Programa 2000” que en 1989 lanzó don Pujolone, el gran padre del quilombo, volviendo a hacer de Cataluña una sociedad abierta bajo el imperio de la ley, the rule of law
que dicen los anglosajones, y para eso hay que atarse los machos,
señora, porque esto no va a ser fácil, para eso no valen abogaditos
blandengues y llorones en derredor que se lo hacen en las calzas,
señora, para eso hacen falta ciudadanos decididos a defender su libertad
contra viento y marea.
Y como se armó la gorda –miren lo que ayer tarde dijo, y muy bien dicho, la señora Cospedal, ministra de Defensa; oigan lo que dice Zoido,
que quiere despachar directamente con Mariano porque no se fía de la
doña que tiene al CNI entre manos-, casi a medianoche, la secretaría de
Estado de Comunicación que dirige Carmen Martínez Castro se vio obligada a salir a la palestra para decir que de eso nada, que de la doctrina del appeasement
que defiende la vicepresidente nada de nada, que unas elecciones ya no
son suficientes, y que adelante con los faroles del 155. A ver si es
verdad, Mariano. Soraya ha quedado desautorizada, después de que el
propio Rajoy diera ayer tarde orden de desmentir a su vicepresidenta. Y
bien, Soraya, Sorayita, has perdido el apoyo del presidente, has hecho
el ridículo en Cataluña, no cuentas con respaldo alguno en el PP… ¿A qué estás esperando para irte a casa?.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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