El chantaje psicológico de ETA y el papel arbitral del PNV no permitieron que las anteriores cinco leyes quinquenales del cupo vasco fuesen controvertidas pese a su insolidaridad
Pedro Azpiazu y Cristóbal Montoro, se dan la mano ante Josu Erkoreka (el segundo por la derecha). (EFE)
Existe un malentendido sobre el Concierto Económico Vasco. Se dice que “está en la Constitución” y no es así. El sistema de financiación vasco y navarro se fundamenta en la disposición adicional primera de
la Carta Magna que "ampara y respeta" los derechos históricos de los
territorios forales. Y aunque el PNV no votó la Constitución de 1978,
uno de esos derechos históricos es, precisamente, el modelo paccionado
según el cual las haciendas vascas gestionan todos los impuestos
concertados y la Comunidad Autónoma paga un cupo por los servicios que allí presta la Administración Central.
Un cupo cuya metodología se aprueba en el Congreso mediante leyes quinquenales y por el procedimiento de lectura única. El Concierto aparece en el artículo 41 del Estatuto de Autonomía de Euskadi: "las relaciones de orden tributario entre el Estado y el País Vasco vendrán reguladas mediante el sistema foral tradicional de Concierto Económico o Convenios". Se han aprobado hasta el día de hoy seis leyes de cupo, la última –y con gran polémica– el pasado día 23 de noviembre. Las cinco anteriores no provocaron ninguna diatriba. Y conviene explicar por qué.
La razón de la pacífica asunción del cupo –algo bien distinto al Concierto como tal– consistía en que el País Vasco se encontraba en una situación de grave inestabilidad y dramático azote del terrorismo. Los nacionalistas vascos han venido propugnando la interesada idea –luego se ha visto que falsa– de que los terroristas etarras serían receptivos a las "medidas políticas" que engrosaran el autogobierno vasco. Siempre fue una falacia: unos sacudían el árbol y otros recogían las nueces.
Por otra parte, el apoyo del grupo parlamentario del PNV –que ha oscilado entre cinco y siete diputados– ha resultado en muchas ocasiones, tanto para el PSOE como el PP, como una bisagra necesaria para completar mayorías. Es inolvidable el acuerdo entre Aznar y Arzalluz en 1996, paralelo al que consumó con Pujol. Que la desmemoria no traicione el diagnóstico.
La conjunción de ambas circunstancias –el chantaje psicológico de ETA y el papel arbitral del PNV en el Congreso– permitieron que nunca las primeras cinco leyes quinquenales del cupo fuesen controvertidas. Salvo UPyD, ningún grupo parlamentario votó contra ellas aunque la metodología de cálculo y el resultado del mismo fuesen netamente favorables a Euskadi como ahora han denunciado desde los economistas de Fedea hasta los valencianos de Compromís, pasando por los presidentes autonómicos populares de Galicia y Castilla y León y varios expertos en financiación autonómica. Y, naturalmente, Ciudadanos que ha sido un implacable contradictor de esta ley de cupo. Se da la circunstancia de que este cupo tan desequilibrado es un elemento más del agravio que esgrimen –esta vez con razón– las autoridades catalanas.
Soy foralista mucho antes de que Alfonso Alonso fuese algo en la política vasca y española. Por lo tanto, defiendo el Concierto vasco como el último residuo de la foralidad de los territorios históricos pero opongo al actual presidente del PP vasco una enmienda a la totalidad de su discurso que ha tenido amplio eco en la prensa vasca y escasa en la del resto de España. Dijo Alonso, en un desayuno en Madrid el pasado día 27 de noviembre, que la acumulación de protestas contra la ley de cupo se deduce de un "nacionalismo inverso" que sería aquel que proclama "Euskadi nos roba". Se trataba de desacreditar la postura de Cs, pero también de advertir a los suyos de que permaneciesen callados y de cohibir al PSOE que nunca ha sido amigo de este sistema paccionado, ni del Concierto ni del cupo.
El exministro de Sanidad mantiene que hay un "nacionalismo español" que busca situar al País Vasco "como enemigo de España". La afirmación es burda y no asume la realidad: en Euskadi acabó el terrorismo y sin el miedo de por medio, las lenguas se desatan; el cupo es objetivamente insolidario y el PP lo ha aprobado ahora (estaba pendiente desde 2006) pudiendo haberlo hecho en la X legislatura.
Lo ha negociado (no calculado) ahora porque necesita al PNV para aprobar los Presupuestos. Es poco digno que un miembro eminente del PP se pronuncie en esos términos cuando sabe a ciencia y conciencia de qué manera el nacionalismo vasco ha abusado de su prevalencia política en el escenario del terrorismo de ETA.
Es una solemne majadería atribuir a los contradictores de la metodología del cupo un nacionalismo tan basto como para propugnar que "Euskadi nos roba" y endilgarles un "nacionalismo inverso". Sí al Concierto y al Convenio navarro. No a las leyes de cupo como precio político por apoyos parlamentarios, en este caso para el sostenimiento del Gobierno de Mariano Rajoy. De esta manera se pervierte el sentido de la singularidad vasca en la que debería compatibilizarse el procedimiento paccionado con el principio de solidaridad.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
Un cupo cuya metodología se aprueba en el Congreso mediante leyes quinquenales y por el procedimiento de lectura única. El Concierto aparece en el artículo 41 del Estatuto de Autonomía de Euskadi: "las relaciones de orden tributario entre el Estado y el País Vasco vendrán reguladas mediante el sistema foral tradicional de Concierto Económico o Convenios". Se han aprobado hasta el día de hoy seis leyes de cupo, la última –y con gran polémica– el pasado día 23 de noviembre. Las cinco anteriores no provocaron ninguna diatriba. Y conviene explicar por qué.
¿Qué es exactamente el cupo y por qué beneficia tanto al País Vasco?
La razón de la pacífica asunción del cupo –algo bien distinto al Concierto como tal– consistía en que el País Vasco se encontraba en una situación de grave inestabilidad y dramático azote del terrorismo. Los nacionalistas vascos han venido propugnando la interesada idea –luego se ha visto que falsa– de que los terroristas etarras serían receptivos a las "medidas políticas" que engrosaran el autogobierno vasco. Siempre fue una falacia: unos sacudían el árbol y otros recogían las nueces.
Por otra parte, el apoyo del grupo parlamentario del PNV –que ha oscilado entre cinco y siete diputados– ha resultado en muchas ocasiones, tanto para el PSOE como el PP, como una bisagra necesaria para completar mayorías. Es inolvidable el acuerdo entre Aznar y Arzalluz en 1996, paralelo al que consumó con Pujol. Que la desmemoria no traicione el diagnóstico.
Se
da la circunstancia de que este cupo tan desequilibrado es un elemento
más del agravio que esgrimen –con razón– las autoridades catalanas
La conjunción de ambas circunstancias –el chantaje psicológico de ETA y el papel arbitral del PNV en el Congreso– permitieron que nunca las primeras cinco leyes quinquenales del cupo fuesen controvertidas. Salvo UPyD, ningún grupo parlamentario votó contra ellas aunque la metodología de cálculo y el resultado del mismo fuesen netamente favorables a Euskadi como ahora han denunciado desde los economistas de Fedea hasta los valencianos de Compromís, pasando por los presidentes autonómicos populares de Galicia y Castilla y León y varios expertos en financiación autonómica. Y, naturalmente, Ciudadanos que ha sido un implacable contradictor de esta ley de cupo. Se da la circunstancia de que este cupo tan desequilibrado es un elemento más del agravio que esgrimen –esta vez con razón– las autoridades catalanas.
Soy foralista mucho antes de que Alfonso Alonso fuese algo en la política vasca y española. Por lo tanto, defiendo el Concierto vasco como el último residuo de la foralidad de los territorios históricos pero opongo al actual presidente del PP vasco una enmienda a la totalidad de su discurso que ha tenido amplio eco en la prensa vasca y escasa en la del resto de España. Dijo Alonso, en un desayuno en Madrid el pasado día 27 de noviembre, que la acumulación de protestas contra la ley de cupo se deduce de un "nacionalismo inverso" que sería aquel que proclama "Euskadi nos roba". Se trataba de desacreditar la postura de Cs, pero también de advertir a los suyos de que permaneciesen callados y de cohibir al PSOE que nunca ha sido amigo de este sistema paccionado, ni del Concierto ni del cupo.
Sí
al Concierto y al Convenio navarro. No a las leyes de cupo como precio
político por apoyos parlamentarios, en este caso para sostener a Rajoy
El exministro de Sanidad mantiene que hay un "nacionalismo español" que busca situar al País Vasco "como enemigo de España". La afirmación es burda y no asume la realidad: en Euskadi acabó el terrorismo y sin el miedo de por medio, las lenguas se desatan; el cupo es objetivamente insolidario y el PP lo ha aprobado ahora (estaba pendiente desde 2006) pudiendo haberlo hecho en la X legislatura.
Lo ha negociado (no calculado) ahora porque necesita al PNV para aprobar los Presupuestos. Es poco digno que un miembro eminente del PP se pronuncie en esos términos cuando sabe a ciencia y conciencia de qué manera el nacionalismo vasco ha abusado de su prevalencia política en el escenario del terrorismo de ETA.
Es una solemne majadería atribuir a los contradictores de la metodología del cupo un nacionalismo tan basto como para propugnar que "Euskadi nos roba" y endilgarles un "nacionalismo inverso". Sí al Concierto y al Convenio navarro. No a las leyes de cupo como precio político por apoyos parlamentarios, en este caso para el sostenimiento del Gobierno de Mariano Rajoy. De esta manera se pervierte el sentido de la singularidad vasca en la que debería compatibilizarse el procedimiento paccionado con el principio de solidaridad.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
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