Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
Translate
lunes, 30 de abril de 2018
Día Internacional del Trabajador: si Pablo Iglesias (el viejo) levantara la cabeza…
Los sindicatos se han convertido en
instrumentos obsoletos incapaces de representar a la sociedad y de
ejercer de intermediarios naturales entre la política, la empresa y la
ciudadanía
Los líderes de UGT, Pepe Álvarez (d), y de CCOO, Unai Sordo, con carteles del 8-M. (EFE)
"Es necesario trabajar, si no por gusto, al menos por
desesperación, puesto que, como está probado, trabajar es menos aburrido
que divertirse".
Charles Baudelaire
Lo del 1 de mayo
ya no es fiesta sino puente. Los pocos madrileños que optan por
quedarse en la capital aprovechan estas jornadas de asueto para pasear
por el Retiro si el tiempo acompaña o merendar unas tortitas en el VIPS
de Neptuno. Del Día de Trabajador no se acuerdan ni los
calendarios que cuelgan de la pared. Si los telediarios dejan hueco
para alguna manifestación es para los que protestan contra la sentencia de La Manada. A los sindicatos, en cambio, les dedican apenas unos segundos. Luego pasan rápidamente de tema antes de que se desplome la audiencia.
Los sindicatos se han convertido en instrumentos obsoletos incapaces de representar a la sociedad
y de ejercer de intermediarios naturales entre la política, la empresa y
la ciudadanía. Al igual que los partidos, los agentes sociales han sido
incapaces de adaptar su razón de ser y sus estructuras a la cambiante
realidad. Se han vuelto inservibles.
La España oficial ha sido desbordada cual tsunami por la España real. Los que han logrado el 'IPC para todos',
esto es, que las pensiones suban más del 0,25% previsto inicialmente en
los Presupuestos de 2018, no han sido los sindicatos sino –con empujón
final del PNV– los abuelos, los 'yayos', los jubilados que llevan
manifestándose casi ininterrumpidamente en la ría del Nervión; quienes
impulsaron la huelga del 8-M no fueron las dos grandes centrales
sindicales, CCOO y UGT, que se sumaron a la misma sin mucho
convencimiento y haciendo de tripas corazón, sino los movimientos feministas,
colectivos autónomos y periodistas; las voces que se escuchan ahora
para reprobar el fallo sobre La Manada tampoco son las de los
'representantes oficiales', sino las de Ana Botín y las Carmelitas Descalzas.
La
'cultura Twitter' convierte a los partidos y sindicatos en referentes
negativos mientras premia a todos aquellos que simplifican los mensajes
Resulta innegable que hay un componente populista en los movimientos anteriormente descritos, derivados de lo que el politólogo Gabriel Colomé llama la 'massmediatización'
de la sociedad, o 'cultura Twitter', que convierte a los partidos y a
los sindicatos en referentes negativos mientras premia a todos aquellos
que simplifican los mensajes, incluso cuando se trata de explicar
conceptos complejos. Esta circunstancia, sin embargo, no debe servir de
excusa para la nefasta gestión de los sindicatos, que han hecho
esfuerzos ímprobos por granjearse una mala imagen difícil de sacudirse.
Como muestra, un botón, el de su coqueteo con el mundo secesionista catalán que
Ignacio Varela resumía en este mismo diario en dos frases: "UGT y CCOO,
los sindicatos de clase, actuando de palmeros de la élite corrupta del
nacionalismo. Si Pablo Iglesias –el viejo– y Marcelino Camacho resucitaran, volverían a morirse de la vergüenza".
Roger
Torrent (c) con los secretarios generales de CCOO de Cataluña, Javier
Pacheco (d) y de la UGT de Cataluña, Camil Ros (i). (EFE)
Todo ello sin olvidarse de su implicación en el caso de los ERE andaluces,
el fraude de los cursos de formación y las mariscadas que tantas
chanzas provocan en las redes sociales. Tal es así que el mayor anhelo
del líder sindical no es ser paladín de la lucha de clases, sino
convertirse en director de la oficina de la Organización Internacional del Trabajo para España, con estatus de embajador,
pasaporte diplomático, nómina del ministerio de Trabajo y un sueldo que
para sí quisiera el presidente del Gobierno. Lo de las fábricas de
Chicago queda ya lejano.
La llegada de Pepe Álvarez y Unai Sordo a las secretarías generales de UGT y CCOO, respectivamente, no solo no ha servido para limpiar sus siglas, sino que ha puesto negro sobre blanco la falta de cohesión en las organizaciones sindicales.
Un profundo cambio de liderazgo en un lapso de tiempo tal vez demasiado
breve que ha provocado disfunciones internas. Ni Álvarez, ala dura, se
parece en nada al dialogante Cándido Méndez, ni Sordo tiene el carisma y mando del que hacía gala Ignacio Fernández Toxo.
Ni
Pepe Álvarez, ala dura, se parece en nada al dialogante Cándido Méndez,
ni Unai Sordo tiene el carisma del que hacía gala Ignacio Fernández
Toxo
Álvarez y Sordo creían que con el inicio de la
legislatura, un Parlamento fragmentado y la mayor presencia de los
partidos de centro e izquierda, podrían arrancar promesas a las
formaciones afines y conseguir avances sociales, pero su gozo se ha ido al más hondo de los pozos. Al contrario, son muchos los casos en los que UGT y CCOO se han dejado robar la merienda por la sociedad civil e incluso por los sindicatos más pequeños, tal y como pudo comprobarse en el conflicto con los trabajadores de Eulen en El Prat.
Hay quien asegura que la supervivencia del movimiento sindical pasa por la integración de las distintas organizaciones,
grandes y pequeñas, con el objeto de adaptarse a unos tiempos
cambiantes. Lo ha dicho la Central Sindical Independiente y de
Funcionarios (CSIF)
en vísperas del 1 de mayo: "La ciudadanía demanda otro modelo de
sindicalismo frente al monopolio de los sindicatos tradicionales, que
atraviesan uno de sus peores momentos porque no se adaptan al sentir y
las necesidades de nuestros ciudadanos".
El aeropuerto de Barcelona durante las huelgas convocadas por los trabajadores de Eulen. (EFE)
Resulta
paradigmática también la impostura de los grandes sindicatos en algunos
asuntos mollares para los trabajadores como es el Acuerdo para el
Empleo y la Negociación Colectiva (AENC), denunciado por el presidente
de la CEOE, Joan Rosell, en la Asamblea del pasado 25
de abril. "No entendemos cómo las cúpulas sindicales no firman lo que
sus bases están haciendo", decía el patrón de patrones. "Internamente en
sus organizaciones firman el 1,8% y el 1,9%. Nosotros internamente
estamos ofreciendo el 2% más variable". Tirando de refranero popular: en casa de herrero, cuchillo de palo.
Por cierto que Rosell
abandonará la CEOE a finales de año después de dos mandatos de
transición en los que ha tratado de poner orden en una casa marcada por
los escándalos pasados. Seguramente le sucedan en el cargo Antonio Garamendi como presidente y Juan Pablo Lázaro
como hombre fuerte de este último. Ambos deberán recuperar el pedigrí
del que gozaban cuando Ferrer Salat y Cuevas comandaban la patronal y
que le hurtaron asociaciones empresariales paralelas tales como el
extinto Consejo para la Competitividad o el Puente Aéreo. No será fácil.
Como es sabido, a los problemas de los sindicatos tampoco es ajena la
patronal, pero esa es otra historia…
No hay comentarios:
Publicar un comentario