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lunes, 23 de abril de 2018

EL GOBIERNO DE RAJOY, EN DESBANDADA

Rajoy, el PNV y el independentismo institucional viven aterrados ante el doble peligro de la hegemonía de Puigdemont y de la crecida de Ciudadanos en toda España


El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)


¿Quién dijo que Mariano Rajoy manda en España? Eso era antes. Hoy, el vacío de poder en el país se hace cada día más dramático. Además, se ha extendido al Partido Popular y al mismísimo Consejo de Ministros.
Entre las pocas instituciones sólidas y fiables que quedan en España están el Tribunal Supremo, la Agencia Tributaria y la Guardia Civil. Pues bien, la sociedad asiste estupefacta al espectáculo del Ministerio de Hacienda saboteando públicamente al Tribunal Supremo en pleno proceso contra la sublevación separatista, mientras la Guardia Civil lanza dentelladas al ministro de Hacienda para desmontar su tesis de que el dinero del referéndum del 1 de octubre salió del aire. Todo ello, ante la mirada impasible del presidente.

Esta pelea insólita, junto con el olor fétido que viene de la política madrileña, muestra el grado de desconcierto y descontrol al que se ha llegado en Moncloa y en Génova. En uno y otro ámbito, el sálvese quien pueda prevalece ya sobre cualquier otra consideración.
Se dan las circunstancias para una convergencia objetiva de intereses entre Rajoy, el PNV y los nacionalistas catalanes del sector institucional

Se dan las circunstancias para una convergencia objetiva de intereses entre Rajoy, el PNV y los nacionalistas catalanes del sector institucional

Joan Tapia observa con acierto que se concitan las circunstancias para una convergencia objetiva de intereses entre Rajoy, el PNV y los nacionalistas catalanes del sector institucional (los que no son Puigdemont ni la CUP). Todos ellos necesitan que haya cuanto antes un Gobierno legal en Cataluña y que se prolongue la legislatura en España. Es decir, que haya estabilidad, aunque sea a costa de la parálisis.

Quizá se comprenda mejor formulado en negativo. Rajoy, el PNV y el independentismo institucional viven aterrados ante el doble peligro de la hegemonía de Puigdemont en Cataluña —que parece resuelto a provocar nuevas elecciones, previa imposición de una lista única acaudillada por él— y de la crecida de Ciudadanos en toda España, que podría llegar a sentar a Albert Rivera en La Moncloa. La tenaza Puigdemont-Rivera representa para Rajoy, para Junqueras/Mas y para Urkullu la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno.

Esa doble amenaza los une coyunturalmente, pese a todo lo que los distancia. Este Rajoy maniatado resulta ser el mal menor para los nacionalistas, y para Rajoy un Gobierno independentista legal es menos malo que el enconamiento de la situación catalana, que a su vez propulsa a Ciudadanos.

Sin embargo, todo parece avanzar en la dirección contraria a la deseada, porque Rajoy no controla la política española —empezando por el aparato del Estado—; ERC y el PDeCAT, sometidos al chantaje puigdemoníaco, no controlan el Parlamento de Cataluña ni el bloque independentista; el PNV entregó a otros una pieza clave de su estrategia y ahora sufre para librarse del dogal que se puso a sí mismo, y los dirigentes del PSOE y de Podemos compiten en dislates mientras pierden crédito a chorros. Solo Puigdemont y Rivera parecen tener claros sus respectivos objetivos y avanzan hacia ellos con la determinación de la que carecen los demás.

La tenaza Puigdemont-Rivera representa para Rajoy, para Junqueras/Mas y para Urkullu la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno

A mi juicio, lo más grave es lo de Rajoy. Esta es su situación en el momento actual:
Entregó a los jueces la gestión del problema de Cataluña, pero la acción de la Justicia escapa a su control, incluida la de la Fiscalía. Todas las decisiones que ha ido tomando el Tribunal Supremo han contrariado los intereses tácticos del Gobierno.

Tiene a un ministro de Hacienda que boicotea públicamente la actuación del Tribunal Supremo, desacreditando la acusación de malversación contra los líderes del 'procés', a los que nutre de argumentos frente a Llarena y frente a la Justicia alemana. A la vez, la Guardia Civil amontona pruebas y las hace públicas para desmentir a Montoro. En ambos casos, se trata de disimular el hecho de que tanto Hacienda como Interior fueron burlados por los independentistas en el oprobioso 1 de octubre. Una pelotera insensata en el Gobierno que no ha merecido, que se sepa, una llamada al orden de su presidente.


El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. (EFE)
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. (EFE)

El ministro de Asuntos Exteriores y su ejército de diplomáticos están siendo ridiculizados por el activismo de un político de tercera división fugado de la Justicia, que está logrando volcar a su favor a buena parte de la opinión pública europea (primer paso para hacer vacilar a sus gobiernos).

El Gobierno está vendido en el Parlamento. Su posición minoritaria se ha agravado tras declarar la guerra a su único socio; y el Tribunal Constitucional lo ha debilitado aún mas al limitar drásticamente el abuso del veto a las propuestas de la oposición, lo que lo deja a merced de esta.
Si logra pasar la primera barrera del trámite del Presupuesto no será por su fortaleza, sino porque el PNV lo necesita para no perder la montaña de regalías que obtendrá de él, para hacer pasar su propio presupuesto en el Parlamento vasco y, también, para frenar al enemigo común, Ciudadanos. Pero después volveremos al desierto de la legislatura más improductiva de la democracia.

Tiene a un ministro de Hacienda que boicotea públicamente la actuación del Tribunal Supremo, desacreditando la acusación de malversación

La secretaria general del PP, secundada por una fracción del aparato partidario, tapona la única solución sensata del caso Cifuentes, que pasa obligadamente por el relevo en la presidencia de la CAM. Un relevo que pudo ser limpio y ordenado y ya será irremediablemente caótico y apestoso. La actitud obstructiva de Cospedal se inscribe en la batalla feroz que sostiene con una vicepresidenta del Gobierno abrasada por su no-gestión del conflicto catalán. Mientras, el PP se ha convertido en un hervidero de candidatos municipales y autonómicos despavoridos y de especulaciones conspirativas sobre la sucesión.

Ante la imposibilidad de un consenso con la dirección 'noesnoísta' del PSOE en ninguna cuestión de Estado (salvo el muy frágil que sostiene el 155), los presidentes autonómicos del PP ya negocian por su cuenta con sus colegas socialistas sobre la financiación autonómica. Feijóo y Herrera hablan más y mejor de este tema con Javier Fernández que con el ministro del ramo.


El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)
El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)

Por acción o por inacción (más por lo segundo que por lo primero), este presidente ya no controla ni a los ministerios que Adam Smith señalaba como el núcleo irrenunciable del Estado: Exteriores, Hacienda, Defensa, Interior. Sus titulares, por motivos distintos, se han sumado a la desbandada.

Quizás algunos debamos admitir que hemos sido excesivamente indulgentes con el evidente cúmulo de falencias de este Gobierno, especialmente en lo que se refiere a la crisis de Cataluña. Lo cierto es que solo la responsabilidad en un momento difícil de España impide aplicar a este presidente la expresión que la historia atribuye al rey Juan Carlos respecto a uno de sus antecesores: un desastre sin paliativos.


                                                                          IGNACIO VARELA   Vía  EL CONFIDENCIAL

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