Tras el ataque, el mundo mira a Moscú. El no haberlo impedido envía un poderoso mensaje de humillación, acentuado por las referencias directas de Trump a Putin en su rueda de prensa
El presidente ruso Vladímir Putin y el sirio Bashar Al Asad durante la
visita del primero a la base aérea de Khmeymim, en la provincia siria de
Latakia, en diciembre de 2017. (Reuters)
EEUU, Reino Unido y Francia lanzan un ataque conjunto contra Al Assad
El bombardeo coloca a Vladímir Putin en una difícil tesitura: a diferencia del ataque contra la base aérea de Al Shayrat de abril del año pasado, el Kremlin no puede alegar que la operación le haya tomado por sorpresa. En esta ocasión ha tenido días para prepararse, y trató por todos los medios de evitarlo: no sólo movió todos los resortes diplomáticos a su alcance –incluyendo la mediación de países como Turquía, miembro de la OTAN- sino que amenazó con derribar los misiles en el aire y atacar sus bases de lanzamiento, los buques de guerra desplegados en la zona.
El no haberlo hecho envía un poderoso mensaje de humillación: pese a todos los logros internacionales de Rusia como gran potencia en Oriente Medio y otros lugares, no ha podido o querido impedir el ataque contra un aliado fundamental, en cuya defensa el país ha invertido ingentes recursos militares, económicos y humanos. De modo que la gran pregunta es: ¿qué va a hacer Putin ahora?
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Por ahora, el Ministerio de Defensa ruso se ha limitado a emitir un sobrio comunicado, justificando parcialmente su inacción: "Ninguno de los misiles de crucero lanzados por Estados Unidos y sus socios ha entrado en la zona de responsabilidad de las divisiones de defensa aérea de Rusia".
Pero tal vez la píldora más difícil de tragar para el Kremlin haya sido la mención específica al líder ruso hecha por el presidente Donald Trump en la rueda de prensa en la que ha informado del ataque: "En 2013 el presidente Putin y su Gobierno prometieron a todo el mundo ser garantes en la destrucción de las armas químicas de Siria", ha dicho. "El reciente ataque [químico] de Asad y la respuesta de hoy es el resultado directo de la incapacidad de Rusia de cumplir sus promesas", dijo Trump.
Que el mensaje ha dolido es prueba la respuesta de Antónov: "Los ataques al presidente son inaceptables e inadmisibles. Estados Unidos, un país que tiene el mayor arsenal de armas químicas en el mundo, no tiene derecho moral de culpar a otros países”, afirma en su declaración.
Un balón de oxígeno a la propaganda rusa
Desde el primer momento, tanto EEUU como Francia y el Reino Unido han considerado necesario responder al presunto ataque químico por parte del régimen sirio contra la localidad de Duma, uno de los últimos bastiones de los insurgentes, para subrayar el carácter inaceptable de este tipo de armamento. De no haber dado este paso, razonan, el líder sirio Bashar Al Asad se habría sentido libre para seguir utilizando armas químicas a voluntad.
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No obstante, la argumentación de Washington, París y Londres tiene un poderoso punto débil, que Moscú puede aprovechar: con el bombardeo, estas capitales han preferido la guerra frente a otras opciones. Ayer mismo llegaban a Siria los inspectores de armamento químico de la ONU, con la misión de investigar lo sucedido en Duma, y el Gobierno sirio les había ofrecido plena cooperación. Es cierto que en ocasiones anteriores Damasco ha burlado las inspecciones (como las que verificaron la destrucción total de su arsenal químico, totalmente fallidas, como se ha visto posteriormente), y probablemente el cálculo de las cancillerías occidentales ha sido que dejar que se llevaran a cabo no era sino una forma de permitir que Siria y Rusia ganen tiempo.
Pero al hacerlo, le dan una ventaja propagandística a un Moscú experto en en enmarañar los hechos, y que ayer, de forma preventiva, anunciaba "tener pruebas de la implicación británica" en un montaje sobre el ataque químico de Duma. Ahora nada impide que los medios de propaganda rusos y sus altavoces lancen la pregunta: "¿Qué tienen que ocultar?". Y de hecho, así está siendo desde el primer momento. El jefe de una delegación de parlamentarios rusos de visita en Siria, Dmitry Sablin, ha asegurado ya a la agencia Interfax: "Los bombardeos aéreos han sido llevados a cabo por la coalición liderada por EEUU de forma consciente para arruinar la investigación".
Lo mismo ha asegurado Konstantin Kosachev, jefe del comité de Asuntos Exteriores de la Cámara Alta del Parlamento ruso, quien, sin embargo, ha llamado a mantener la cabeza fría. “Lo que se necesita ahora no es emoción, sino una estimación profesional por parte de especialistas militares trabajando sobre el terreno”, ha declarado.
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De momento, el bombardeo estadounidense ha sido muy limitado en su alcance, y la situación no tiene por qué ir mucho más allá. La operación, de hecho, ha sido diseñada cuidadosamente para evitar la respuesta rusa. Los objetivos fueron “identificados específicamente” para “mitigar el riesgo de implicación de las fuerzas rusas”, ha asegurado el jefe del Estado Mayor de EEUU, el general Joseph Dunford. “Hemos usado el canal normal de reducción de conflicto en el espacio aéreo, pero no hemos coordinado los objetivos [con Rusia]”, ha señalado. El jefe del Pentágono, James Mattis, asegura que "no hay más ataques previstos" contra el régimen sirio.
Ahora, todo depende del Kremlin. “Estamos vigilando lo que los rusos hacen en las siguientes veinticuatro horas”, ha afirmado un alto funcionario estadounidense a la cadena CNN. Las próximas horas serán claves para determinar el futuro curso de los acontecimientos.
D. IRIARTE Vía EL CONFIDENCIAL
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