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sábado, 14 de abril de 2018

TAMBORES DE GUERRA





Suenan con fuerza los tambores de guerra contra Rusia en un empeño continuado que hace años que dura. 

Ahora, sin haber desaparecido la tensión en la frontera europea con aquel país, que ha llevado a la OTAN -léase Estados Unidos- a un despliegue extraordinario de recursos militares del que nadie parece acordarse, y con el recrudecimiento de las sanciones contra Moscú, después de imputarle el intento de asesinato de dos personas en Londres con un agente tóxico nervioso, se produce la amenaza de una acción militar de alcance de Estados Unidos en Siria, como respuesta a una presunta utilización por el régimen sirio de gas Sarín contra un enclave rebelde, que ha ocasionado numerosos muertos y heridos. Los hechos son bien conocidos, pero de los mismos queremos resaltar dos aspectos.

El primero es que las acusaciones nunca se basan en pruebas claras y fehacientes. El segundo es que automáticamente justifican acciones económicas y militares contra Rusia inmediatas o mediatas

Pero, vayamos por partes. La acusación de que el exespía ruso Serguéi Skripal y su hija fueran víctimas de un atentado ruso se fundamenta en el hecho de que se utilizara un agente neuro tóxico, Novitchok, que lleva la marca indeleble de la URSS, y solo de ella. Utilizarlo en una operación encubierta era tanto como firmar el intento de asesinato. 

La cuestión es por qué Rusia a las puertas de los campeonatos del mundo de futbol, con lo que comporta de proyección de su imagen mundial, iba a atentar contra alguien utilizando un instrumento que automáticamente desvelara su origen. No será -por desgracia- por falta de recursos en la panoplia de crímenes de estado para que precisamente fuera a emplear aquel que le señala como autor. No solo eso. 

No son claras las causas de por qué Moscú podía tener un interés tan extremo con el exespía, precisamente ahora, tanto que le condujera a aplicar una solución tan llamativa. Que todo esto no se aguanta lo constata el hecho de que el informe técnico elaborado por el Reino Unido, aduce que el agente químico utilizado no tenía porque proceder de Rusia en cuanto a su disponibilidad. A ello se le añade el desmentido de Moscú.

No es un dato menor que construir un enemigo exterior para un gobierno que respira a bocanadas, como el de May en el Reino Unido, siempre sirve para desviar la atención de los problemas internos, multiplicados por el absurdo del Brexit, y más si, como sucede en este caso, ofrece un argumento más a la agresiva política exterior americana.

El caso más reciente, y más grave por las consecuencias, es la amenaza en términos irresponsables que ha utilizado el presidente Trump para anunciar un ataque sobre Siriapara castigar el uso de gas Sarín contra la población civil, sin esperar a ninguna confirmación de una instancia internacional independiente y a pesar de la negativa- lógica- del régimen, y la de más peso, de Rusia, garante que no se produciría un episodio de este tipo. 

La cuestión es obvia una vez más. ¿Por qué el régimen sirio, que con la decisiva ayuda de Putin e Irán ya ha ganado la guerra, aunque no haya construido la paz, en un país destrozado y fragmentado, va a utilizar a estas alturas algo tan escandaloso como es un ataque con gas? ¿Cuál es el benefició que se alcanza? ¿Por qué no puede ser cierta la negativa rusa? ¿A quién beneficia la prolongación de la guerra y su internacionalización, después de haber permitido a Rusia y a las milicias xiitas hacer lo que Estados Unidos, el de Obama y ahora Trump, no fue capaz de llevar a cabo: ¿eliminar la amenaza del Dáesh?

Que se entienda bien. No estamos exculpando a nadie. Solo estamos alertando sobre unos hechos que desencadenan una espiral bélica en la que podemos vernos sumergidos simplemente por inercia. Esa fue la etiología de la Primera Gran Guerra. 


Por otra parte, demostrar desconfianza ante el empeño estadounidense de atacar a Rusia acusándola de vulneraciones muy graves, pero indemostradas, tiene la lógica de precedente nefasto de las “armas de destrucción masiva” de Irak. En otras palabras, Washington tiene en su haber una falta de credibilidad abrumadora en este tipo de cuestiones.



                                                        EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

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