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viernes, 20 de abril de 2018

LA TONTERÍA COMPLETA: EL SUICIDIO DE LA IZQUIERDA EN MADRID

Cuando el PP está acorralado como nunca y Cifuentes en plena carbonización, la izquierda madrileña acude en su ayuda, organizando sendos incendios en sus respectivos corrales


Fotografía de archivo de los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (d), y de Podemos, Pablo Iglesias, a su llegada al Congreso. (EFE)


No crean a quienes dicen que Madrid siempre fue de derechas. En 1983, el PSOE y el PCE sumaron el 60% en las elecciones autonómicas y el 56% en las municipales de la capital. Todo lo que vino después se lo han ido ganando a pulso.

Cuando el PP está acorralado como nunca y Cifuentes en plena carbonización, la izquierda madrileña acude en su ayuda, organizando sendos incendios en sus respectivos corrales para dar la razón a quienes afirman que no es prudente poner un Gobierno en sus manos. Gabilondo debe estar espantado, con razón, ante las trapisondas de los suyos en las vísperas de su moción de censura.

Cuando todos los focos se centraban en el harakiri del PP y en el zafarrancho contra sus socios de Ciudadanos, Podemos decidió montar primarias con un año de antelación, sabiendo de antemano que eso equivale a abrir la caja de los truenos. ¿No encontraron un momento mejor?

Cuando el PSOE madrileño despertó por una vez de su larga siesta y se dispone a liderar una moción de censura justificada y creíble, lo echa todo a perder con la filtración de la ocurrencia de proponer a Manuela Carmena que sea su candidata. Una forma de reconocer los efectos de la pavorosa selección regresiva de la especie a la que durante lustros se ha sometido a la dirigencia socialista en Madrid y en España entera.





Hay que estar en la inopia para no saber que formular ciertas ofertas en voz alta, en un despacho oficial y ante testigos equivale a ponerse en manos de quienes escuchan. Me temo que a José Manuel Franco no le explicaron bien que el único secretario general de Madrid se llama Pedro Sánchez, y que solo bajo ese presupuesto se explica que él haya recalado circunstancialmente en esa silla.

Desde Felipe González a Pedro Sánchez, todos los líderes nacionales del PSOE sin excepción han tratado de meter sus manos en el avispero madrileño, y la han pifiado indefectiblemente. Lo de Carmena tiene, cómo no, su precedente: Cristina Almeida, aquel éxito electoral memorable.

Desde González a Sánchez, todos los líderes nacionales del PSOE han tratado de meter sus manos en el avispero madrileño, y la han pifiado

Peor aún es el asunto de Podemos. Una escandalera absurda montada sobre el falso prestigio de Íñigo Errejón, jaleado por los 'highbrows' capitalinos que utilizan su figura para mortificar a Pablo Iglesias. En todos los partidos existe ese personaje elogiado por quienes jamás lo votarán: sucedió con Gallardón en el PP, o con Bono en el PSOE. Errejón representa hoy ese papel, es el dirigente de Podemos que fascina a quienes detestan a Podemos.

Primero está la leyenda de su moderación ideológica: Errejón presentado como un apacible socialdemócrata equivocado de partido. Pero quien logre desentrañar sus abstrusos textos ideológicos encontrará en ellos la expresión más genuina del populismo de Laclau, puro peronismo de facultad mezclado con una indigestión de Gramsci.

Luego, el mito de su presunto carisma electoral. Hablamos de alguien que está electoralmente inédito, dentro y fuera de su partido. Es más, que ha eludido todas las ocasiones de medirse en las urnas, como hizo en Vistalegre. No he visto una encuesta que muestre entusiasmo social por Errejón, ni lo contrario.





Íñigo Errejón nunca creyó en Podemos como partido. Lo suyo va más bien por la idea del movimiento líquido populista. Tienen algo de razón quienes creen que su proyecto es ocupar su cúpula para desmontarlo y dar paso a otro tipo de criatura política.

Lo increíble del caso es que pretendía hacerlo con el apoyo del propio partido que trata de licuar. En esencia, Errejón exigía que Podemos le proporcionara los recursos humanos y materiales para desgajarse de él y montar su propia plataforma política, el Partido Errejonista de Madrid. Quería y quiere ser el Colau madrileño, la cuarta confluencia.

Esto es inasumible para cualquier partido, pero sobre todo para uno genéticamente madrileño, incubado en la facultad de Políticas de la Complutense y nacido en la Puerta del Sol. Si Podemos se entrega en Madrid a una confluencia, extravía su cuna y su esencia. Una cosa es aliarse con otro partido y otra poner la cama para que uno de sus dirigentes se monte una escisión 'pro domo sua'.





En el improbable caso de que Íñigo Errejón llegue a ser presidente de la Comunidad de Madrid en 2019, estaría en su derecho de exigir plena autonomía para formar su Gobierno. Pero querer mangonearlo todo, desde el grupo parlamentario hasta las candidaturas municipales, no es un ejercicio de coherencia, es reclamar para sí la ínsula Barataria. En esta disputa, la razón orgánica —la que finalmente se ha impuesto— está del lado de Pablo Iglesias.

Quienes conocen bien a Errejón anticiparon el desenlace: “Al final, se rajará como siempre, agachará la cabeza y será candidato en las condiciones que se le dicten. Él sabe mejor que nadie que Pablo es mal sujeto para echarle órdagos”. Es lo que se anunció ayer por la tarde, probablemente un cierre en falso como el de Vistalegre. Lo cierto es que a Errejón sigue sin gustarle el Podemos de Iglesias y Pablo tiene más motivos que nunca para desconfiar de Íñigo. Solo la mutua consciencia de un desastre inminente ha hecho que se aplace el divorcio.





Finalmente, parece que será Carolina Bescansa, la socióloga con ínfulas inexplicadas de lideresa alternativa, quien cargará con todas las culpas de esta movida indescriptible. Las conjuras no se documentan, amiga. Y el planchazo de colgar la conspiración en la red para retirarla cinco minutos después solo puede deberse a la máxima perfidia o al aturdimiento máximo.

Todo esto serían meras trifulcas domésticas si no fuera por el síndrome de la derrota anticipada que invade a la izquierda, para desesperación de los ciudadanos progresistas. Todos sabemos que por este camino ni el próximo alcalde de Madrid será socialista, ni el presidente de la CAM será de Podemos. Las encuestas muestran más bien una alta probabilidad de que el PSOE quede cuarto en la capital y Podemos, cuarto en la comunidad, cualesquiera que sean sus candidatos. Se matan por gestionar la miseria.

Serían meras trifulcas domésticas si no fuera por el síndrome de la derrota anticipada que invade a la izquierda, para desesperación de los progresistas

No sé si llegará a realizarse la moción de censura o si Cifuentes será sacrificada antes. Pero si sucediera, sus adversarios le han obsequiado el discurso: “Señores de Ciudadanos, visto lo visto, ¿de verdad van ustedes a entregar Madrid a esta partida de incapaces?”. Y lo malo es que cientos de miles de personas, a las que les apesta el 'master fake' y todo lo demás que arrastra el PP, sentirán la tentación de comprar el argumento.

Ni media tontería, dijo Pablo. Aquí tiene la respuesta: la tontería completa.



                                                                                IGNACIO VARELA  Vía EL CONFIDENCIAL

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