Foto: José-Román Flecha Andrés
Se ha eclipsado Dios en España.
La
metáfora del eclipse es de un fino periodista y escritor, Antoni
Puigvert, que mantiene un continuado diálogo con la fe cristiana y sobre
su situación: “Dios ha desaparecido del mapa. Ha muerto tan
intensamente que los jóvenes ya no tienen ni noticia… se pierde incluso
el recuerdo; se está volatilizando”. Y ciertamente es así. Los datos son evidentes: los católicos practicantes se han reducido
del 53,4% en 2006, según datos del CIS, al 26,4 en el 2017, casi
igualados con el porcentaje de ateos y no creyentes. Los datos exactos
podrán discutirse, pero la tendencia y los órdenes de magnitud no. La
Iglesia ha registrado todos los impactos de la modernidad tardía y
ninguno de los renacimientos religiosos de otros lugares, o al menos
estos han sido pequeños, demasiado pequeños. Porque no se trata de negar
la existencia de ejemplos de vitalidad, de los resplandores de la fe
que brillan, sino de constatar el cambio cuantitativo y cualitativo de
la sociedad española. Y de no hacer nada nuevo la tendencia es
irreversible porque es demográfica: van despareciendo por la edad las
generaciones que concentran un mayor número de católicos practicantes, y
son sustituidos por generaciones jóvenes donde la práctica es aproximadamente nueve veces menor. Esta es la tendencia.
Sería un error pensar que el mundo es como España. Al revés, somos una excepción en un mundo donde el catolicismo crece al mismo ritmo que la población.
Necesitamos una gran transformación. “Siempre hay que recomenzar. Tan solo nuevos comienzos temporales aseguraban una continuación de la regla perpetuamente eterna”, sostiene Péguy. Empezar siguiendo Santa Teresa de Jesús. “Confianza y fe viva/ mantenga el alma/ que quien cree y espera/ todo lo alcanza”. Empezar con la virtud cantada por Kipling: “Si puedes contemplar, roto, aquello a que has dedicado la vida/y agacharte y construirlo nuevamente…”
Porque la oscuridad del eclipse permite ver los resplandores que brillan dispersos. Parroquias formidables, grupos de evangelización, Guías y Scouts de Europa y otros grupos de jóvenes,
algunos movimientos y organizaciones, forman un entramado fulgurante de
fuego y brasas surgidas de la fe y de la esperanza, la más pequeña de
las virtudes, como la califica Péguy.
Sí.
Recomenzar, pero ¿cómo? Lo resumiremos en una visión y misión que no es
nuestra: La Iglesia no tiene que seguir a la sociedad, sino vivir para
ser seguida. Hay que asumir que Su gran riesgo es que yendo detrás del
mundo ofrezca buenas escuelas, se transforme en un magnífico hospital,
una gran ONG, pero pierda la capacidad de explicar y presentar la gracia y el misterio de Dios porque ya no recuerde como se hace.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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