Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
Translate
martes, 24 de abril de 2018
SÍ HAY MIEDO Y SÍ HAY INTIMIDACIÓN EN CATALUÑA
Se produce un síntoma perverso en la
comunidad nacionalista: el exculpatorio de estos incivismos, la
negación de que se estén produciendo y su consideración irrelevante o
inocua
Pintadas intimidatorias en el exterior del domicilio de Salvador Illa. (@salvadorilla)
He llegado a la conclusión de que voy a denunciar ante la policía al titular de la siguiente cuenta de correo electrónico: k3m@gmail.com.
Porque cada vez que escribo un artículo, sea del tema que fuere,
referido a la situación política, económica o social de Cataluña, recibo
en El Confidencial un 'e-mail' injurioso y vejatorio, en unos términos irreproducibles. El último, a propósito de mi 'post' titulado "La cara oscura de la revolución de las sonrisas"
(14 de abril pasado). Viniendo de donde vengo —el País Vasco—, veo que
semejante energúmeno no llega a emular siquiera a los que ahora piden perdón a sus víctimas
“sin responsabilidad” en el supuesto “conflicto” que habría justificado
su atroz historial. Pero es higiénico socialmente que esta gente que, desde el anonimato, trata de coaccionar y vejar, reciba la correspondiente disuasión por su conducta incívica, cuando no delictiva.
Traigo
a colación esta anécdota personal (desde luego, mínima y relativamente
habitual) porque ayer los comités de defensa de la república
suscribieron pintadas intimidatorias en el exterior del domicilio de Salvador Illa,
secretario de Organización del PSC. Los socialistas las denunciaron y
es de suponer que también lo hará Ciudadanos, cuya sede central en
Barcelona amaneció igualmente con pintadas. No es la primera vez que
ocurre. Tampoco son nuevas las amenazas al negocio familiar de los padres de Albert Rivera en Granollers, que las enfrentan con buen ánimo y valentía. Ocurre lo mismo con las sedes del PP.
Es sabido también que se han ampliado los servicios de escoltas en la
comunidad. Existe un listado de episodios coactivos, xenófobos e
intimidatorios que, uno detrás de otro, ofrecen un panorama preocupante
en la Cataluña de hoy.
Así han dejado mi domicilio particular los intolerantes esta noche. En las próximas horas procederé a interponer la pertinente denuncia ante los @mossos Conocen poco a los socialistas si piensan que conseguirán algo con este burdo intento de intimidación.
Pero mucho peor que estos episodios es el que ayer también denunció
el ministerio fiscal. Según su escrito al juzgado de instrucción nº 3 de
Martorell (Barcelona), nueve profesores del IES El Palau de Sant Andreu
de la Barca (Barcelona) lanzaron comentarios humillantes contra agentes
de la Guardia Civil en presencia de hijos de los funcionarios que
acuden al centro. Uno de los denunciados reclamó a los alumnos que
“levanten la mano los hijos de guardias civiles”. Me remito a la información de Beatriz Parera, ayer en El Confidencial, sobre este caso. La crónica es escalofriante y si los hechos denunciados se acreditan, resultarían gravísimos.
La
sociedad catalana en su conjunto tiene un alto sentido de la estética
política y una autoestima elevada sobre su civismo colectivo. Se percibe
a sí misma como inmune a expresiones violentas, amenazantes o
intimidatorias. Los responsables del 'procés' se afanan en insistir en
el carácter pacífico, casi festivo, de sus expresiones callejeras y se
escandalizan cuando el fiscal llevó a una detenida de los CDR ante la Audiencia Nacional con imputación de delitos de terrorismo que el juez central dejó en desordenes públicos.
Pero son también
catalanes los que, desde los medios de comunicación y a través de una
cada día más amplia literatura ensayista sobre el proceso secesionista,
están denunciando tanto el silencio como la intimidación que sufren quienes no dan por bueno el relato separatista y no se atienen a él.
En Cataluña hay un ambiente denso, de enfrentamiento soterrado
entre familiares y entre amigos que han dejado de serlo o que
circunvalan las conversaciones políticas para poder mantener unas
relaciones formalmente normales. Incluso catalanistas de pro como Joan Manuel Serrat
o Isabel Coixet, o catalanes que lo son por vivencia y por voluntad,
como el escritor Javier Cercas —sirvan a modo de ejemplo—, han sido
insultados y zarandeados en la redes y en determinados medios de
comunicación por expresar opiniones contrarias al 'procés'. Nadie
significativo en el secesionismo se ha inmutado ni ha salido en su
defensa.
Los
nacionalismos —todos— son muy peligrosos, y en fase de efervescencia o
ebullición se descontrolan y generan elementos radicales que terminan por sofocar las conciencias de los moderados y sensatos.
Este proceso de radicalización es el que se está produciendo en
Cataluña, aunque muy hábilmente enhebrado a través de la victimización
colectiva. El nacionalismo
es una creencia, una fe, casi un dogma. Apela a los sentimientos mucho
más que a las razones, de ahí que su frustración resulte extremadamente
peligrosa porque desahoga su impotencia a través de la imposición, el
miedo y la coacción. Y podría generar manifestaciones de odio.
Este
proceso de radicalización es el que se está produciendo en Cataluña,
aunque muy hábilmente enhebrado a través de la victimización colectiva
De lo que sucede en Cataluña, debería preocuparnos no solo el deterioro político e institucional sino, sobre todo, la pérdida de los referentes cívicos
y, en consecuencia, la frecuencia inquietante con la que se suceden
acontecimientos que buscan el miedo y la intimidación. Se produce un
síntoma muy perverso en la comunidad nacionalista: el exculpatorio de
estos incivismos, la negación de que se estén produciendo y,
especialmente, su consideración irrelevante o inocua.
Apreciar a
los catalanes —la inmensa mayoría, ciudadanos con una correcta
conciencia cívica— exige advertirles de que sean ellos los que pongan
pies en pared contra quienes protagonizan la erosión de su convivencia y
con el resto de los españoles. Paren esa dinámica ahora que es posible
hacerlo. Porque sí hay miedo en Cataluña, porque sí hay intimidación en
Cataluña, porque hasta es posible que haya odio infiltrado entre los intersticios del separatismo. Que no se engañen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario