Artículos para reflexionar y debatir sobre temas y cuestiones políticas, económicas, históricas y de actualidad.
Translate
jueves, 12 de abril de 2018
MOTIVOS PARA ADELANTAR LAS ELECCIONES GENERALES
Estamos atascados en una segunda
legislatura estéril y no es la consecuencia de una maldición bíblica, es
el resultado del desempeño partidario. Sobra inactividad porque falta
voluntad de consenso
Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
Nos regala Voltaire en el antepenúltimo párrafo de 'Cándido' un
mensaje que bien podría valer para aproximarnos al paisaje actual de la
política española. "El trabajo aleja de nosotros tres grandes males, el
aburrimiento, el vicio y la necesidad".
Estamos atascados en una segunda legislatura estéril
y no es la consecuencia de una maldición bíblica, es el resultado del
desempeño partidario. Sobra inactividad porque falta voluntad de
consenso. Podemos temer que el bloqueo político persistirá, al menos, hasta después de las elecciones generales.
Hasta
que España tenga un Gobierno con respaldo suficiente, los españoles
seguiremos acompañados por los males apuntados. El aburrimiento que los
partidos traducen en desencanto ciudadano. El vicio del
partidismo llevado al sectarismo en cada campo de lo público. Y la
necesidad común, aparcada donde la responsabilidad. Da pena tener que
recordar que la búsqueda del interés general es la razón de ser de la
democracia.
Dijimos adiós al
bipartidismo y no hemos dicho hola a la cultura política que hace falta
para hacer operativo el nuevo sistema de partidos
Cabe
preguntarse por el sentido que tiene prolongar hasta 2019 el
estancamiento político que sufrimos. La vida pública parece atrapada en
un tiempo suspendido. Dijimos adiós al bipartidismo
y no hemos dicho hola a la cultura política que hace falta para hacer
operativo el nuevo sistema de partidos. Hay algo inquietante y absurdo
en todo este limbo.
Es probable que la carencia de política que
nos aqueja venga generando un cambio inadvertido pero lógico en la
opinión pública. En otoño de 2016, la sociología señalaba que eran pocos
los españoles que querían una tercera cita electoral. Hoy, el deseo
podría ser otro, la demanda de elecciones generales podría ser mayoritaria, incluso aumentar a corto plazo.
La
idea de que el bloqueo político solo podrá resolverse por la vía de las
urnas crecerá si la parálisis se hace todavía más nítida y si decrece
la impresión de crisis e incertidumbre. Las dos cosas podrían darse
pronto.
La posibilidad de que los Presupuestos sean rechazados por el Parlamento
está a la vuelta de la esquina y la opción de que pueda conformarse un
Gobierno en Cataluña no parece muy lejana. Cuesta encontrar motivos para
prolongar el marasmo actual si esos dos escenarios cristalizan en forma
de hechos. ¿Para qué vale dilatar esta nada? No para el interés del
país, eso está claro.
¿Qué es lo que se juega el PP en el próximo ciclo electoral? Básicamente, la supervivencia
Pero
olvidemos por un momento si es o no es bueno para España tener al
ejecutivo y al legislativo apagados como llevan desde hace tres años.
Pongámonos las gafas partidistas y compartamos una lectura estratégica.
¿Qué es lo que se juega el Partido Popular en el próximo ciclo electoral? Básicamente, la supervivencia.
La
realidad es esa. Ya no permite a Génova el despliegue de una estrategia
orientada a maximizar beneficios. La eventualidad de un fallo orgánico
hace necesaria la contención del daño y fijar objetivos razonables.
Necesitan quedar por encima del centenar de diputados y conservar la
mayor cantidad posible de bastiones territoriales. Sin eso, su
reconstrucción sería prácticamente inviable.
La tentación pasa por
ver las encuestas como un semáforo en lugar de como una herramienta de
análisis y de planteamiento estratégico. Como pintan bastos, ahora no,
mejor luego. Considerar que lo mejor para el futuro del PP es agotar la
legislatura porque los números actuales son malos, implica confundir lo
coyuntural con lo estructural y conlleva pelearse contra la evidencia
histórica.
Hay una constante política.
Cada vez que los españoles han querido pasarle factura al presidente
del Gobierno de turno, han emitido un voto de castigo contundente en las
elecciones municipales y autonómicas anteriores. Lo sufrió el PSOE
cuando gobernaron Felipe y Zapatero, tanto en 1995 como en 2011. Y lo
sufrió también el PP, con Aznar y con Rajoy, en 2003 y en 2015.
Sistemáticamente, cada una de esas debacles territoriales ha sido el preludio de un desplome en las generales.
Han anticipado el cambio de color en el Gobierno, o la pérdida del 25%
de los votos para la formación gobernante que vimos en 2015 y, como
consecuencia, la ingobernabilidad que arrastramos desde entonces.
Si
continúa la dinámica actual, es probable que las municipales y
autonómicas dañen irreversiblemente al PP. Es una formación política
—como el PSOE—
que será sólida mientras su poder mantenga implantación territorial.
Salir de Moncloa les resulta mucho menos amenazador que quedarse sin
ayuntamientos y sin gobiernos regionales. Eso equivale a desecar su
estructura, a restringir la esperanza de vida.
Por lo tanto,
afirmar que lo más conveniente para el PP es pasar por las urnas
territoriales para crecer después en las generales es aplicar un relato
falso y encauzar un error vital. Seguramente, también desde esa mirada
partidista, la decisión más sensata sea adelantar las generales y
cambiar de candidato.
El
interés del país es distinto al interés del PP, y ambos pueden ser
diferentes al interés de la única persona que puede decidir la fecha de
las generales
Sucede, sin embargo, que el interés
del país es distinto al interés del PP, y que ambos pueden ser
diferentes al interés de la única persona que puede decidir la fecha de
las elecciones generales: Mariano Rajoy.
Ese tipo
de decisión que refleja, con toda su magnitud, la dimensión trágica del
poder que transmiten las páginas de Maquiavelo. La enorme soledad.
Supongo que en ese encierro íntimo, cualquier presidente debe valorar infinidad de factores.
La estabilidad, claro. Pero también las cuestiones personales.
Cualquiera puede comprender que el presidente se pregunte por el juicio
que le hará la historia.
Todos tenemos el derecho —y casi la
obligación— de plantearnos cómo queremos ser recordados. Él ha dedicado
toda su vida a lo mismo. Ha sido varias veces ministro. Ha estado al
frente del PP durante más de 14 años. Dos legislaturas como líder de la
oposición. Dos de presidente del Gobierno. Ha terminado derrotando a
todos sus rivales internos y externos. No es poco.
Seguro que Rajoy
se siente con ganas de repetir como candidato. Seguro que se cree más
capacitado para ser presidente que sus imberbes adversarios. Pero
también es seguro que no quiere verse derrotado por Ciudadanos,
ni pasar a la historia como el responsable de la demolición del Partido
Popular. Las probabilidades de que eso ocurra no parecen pequeñas.
Veremos
si llega el adelanto electoral. Por el momento, todo lo que puede verse
es que no faltan motivos para que así ocurra. Hay incentivos para
España, para el Partido Popular y para Mariano Rajoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario