/JORGE ARÉVALO
Fama es el nombre que los romanos dieron a la divinidad del habla o de las habladurías. Fue la sucesora de la griega Feme, la diosa que cautivaba a los hombres y los confundía con rumores, cotilleos y malentendidos, sin importar que fueran verdaderos o falsos. El escritor alemán Hans-Joachim Neubauer publicó en 2009 -antes de la llegada de la posverdad y las noticias falsas- un ensayo delicioso y erudito dedicado a Fama. En España, fue editado por Siruela en 2013 con el subtítulo Una historia del rumor. El profesor presenta su obra como una aproximación a la historia cultural del rumor, desde los autores clásicos a la era de internet. «Los rumores son figuras complejas que interpretan la historia de la que proceden y en la que influyen. Como sus hermanos noticia y chisme, aparecen en todos los canales informativos, en la palabra hablada, en la prensa, radio, televisión e internet. El hecho de que sean verdaderos o falsos no es tan importante como el que tengan actualidad. Su medio primario y genuino es la habladuría. Mediante fórmulas del tipo se comenta, la gente dice o se rumorea, Fama se abre paso hacia los oídos y los corazones de las personas».
El escritor incluye en su ensayo la descripción de la mansión de Fama, tal y como la imaginó el poeta romano Ovidio en sus Metamorfosis, situada en mitad del orbe y en lo más elevado de una fortaleza. «Tiene un sinnúmero de entradas y agujeros en todas las estancias. Carece de puertas. De noche y de día está abierta. Está hecha de resonante bronce, toda ella resuena y trae voces y repite lo que oye. Dentro no hay ningún descanso ni silencio. Y, sin embargo, no hay griterío, sino murmullos en voz baja, como suelen ser los de las olas del mar desde lejos. Una muchedumbre ocupa los atrios, vienen y van por todas partes, andan errantes mil comentarios mezclados con la verdad y dan vueltas palabras confusas. Unos llenan de conversaciones los vacíos oídos, otros cuentan lo narrado por otro y un nuevo autor añade algo. Allí está la Credulidad, el temido Error, la fútil Alegría, los consternados Temores, la Sedición que acaba de llegar y los Susurros de un autor dudoso».
Esta alegoría clásica es lo más parecido a lo que sería ahora la mansión del PP si la hubiera. Presidida por la figura de Fama, diosa del rumor y las habladurías. En este preciso momento histórico, dentro del PP no hay descanso ni silencio, pero tampoco griterío, sino murmullos en voz baja. La muchedumbre ocupa los atrios. Vienen y van, comentan, especulan, rumorean. En la mansión se han colado por todos los agujeros los «consternados Temores» que produce el tirón de Ciudadanos y el ánimo de fuga instalado en sus fieles votantes cuando los encuestadores les preguntan. Frente a ellos poco puede hacer la «fútil Alegría» del PIB o la «Credulidad» de Mariano Rajoy, cuando susurra con voz firme a sus descorazonados compañeros que el sifón naranja perderá el gas de aquí a unos meses. No lo dudéis.
Las «bocas parlantes y los agudos oídos» del PP especulan sobre el futuro inmediato y se cuelan por los rincones de las estancias comentarios sobre la sucesión, la retirada, la renuncia o la abdicación de Rajoy para las elecciones sobre cuya fecha se cierne la incertidumbre. Los rumores de la muchedumbre son variados. Y a la muchedumbre se unen como invitados los analistas, los periodistas y hasta se han incorporado los de fuera. Pedro Sánchez y Albert Rivera, por ejemplo, apuestan en firme porque no tendrán a Rajoy como rival. Los líderes del PSOE y de Ciudadanos creen que el presidente del Gobierno no optará a la reelección.
Los ecos internos de un amplio sector del partido se abren paso hacia los agudos oídos de sus compañeros y apuestan por una retirada a tiempo. Lo razonan así. El presidente del PP lleva más tiempo que nadie al frente del partido, habrá gobernado dos legislaturas, salvó a España del rescate, dio para el pelo a los nuevos políticos en las segundas elecciones... Está en disposición inmejorable para dar el relevo. Además, tal y como están los sondeos, sería necesaria la renovación. Y él no es un irresponsable. Como dice Alberto Núñez Feijóo, el presidente tomará la decisión en su momento de acuerdo con lo que sea mejor para el PP. Otras voces que resuenan en la mansión de Fama-PP responden que retirarse no es una opción para Rajoy, sino una obligación. «No debe presentarse», resuena el eco de las paredes. Los que vienen y van errantes añaden a las confusas conversaciones otros elementos de conjetura. Puede que sí quiera repetir, hay muchos sumarios abiertos todavía en los tribunales. Y si quiere, nadie se lo podrá impedir. El PP es un ejército dispuesto a obedecer a su líder aun si le pide que se coma la arena del desierto o que vaya a morir a las urnas. Obedeció ciegamente a Aznar y obedece ciegamente a Rajoy.
El nombre del ex presidente da pie a las «bocas parlantes» a especular sobre el cuándo y el cómo de la retirada, renuncia o abdicación de Rajoy. Difícil escenografía. Las palabras resuenan, pasan de unas voces a otras, sin descanso. Rajoy nunca hará lo que hizo Aznar, que anunció su retirada con varios años de antelación y puso a tres candidatos a competir en la arena del circo para después elegir a dedo a Rajoy. Te digo que si el presidente se retira, se retira con todas las consecuencias. Ahí os dejo solos para que elijáis a vuestro líder en libertad. Eso el cómo. ¿Y el cuándo? ¿Dejará la Presidencia del Gobierno en manos del futuro candidato, o le castigará con la bicefalia? Más problemático aún. Contestan a estos rumores voces experimentadas. Hasta ahora, ningún presidente se ha bajado en marcha del poder. Pero en la situación del PP sería imprescindible para hacer un cambio creíble, es la marca del partido la que está deteriorada. ¿Dejar la Presidencia? Ni de broma. Mira el caso de Juan Vicente Herrera. Tiene a Mañueco - presidente del PP de Castilla y León- en mitad de la nada. Va a ser candidato el año que viene y no quiere dejarle la Junta para que se vaya dando a conocer.
Aquí es donde la «cadena de hablantes anónimos» se pierden por los recovecos de los nombres de los aspirantes a liderar el PP en un futuro, sea próximo o lejano. Es el sitio más ruidoso y confuso de la mansión. Aquel en el que confluyen las batallas internas, todos los rumores, las especulaciones, las estrategias, los movimientos, los chismes, las conspiraciones, las cacerías, el fuego amigo, las campañas, los espionajes, las paranoias y la confusión.
Los hablantes anónimos gastan mucho tiempo en chismes sobre la rivalidad entre María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Aunque los más avezados creen que es pólvora en salvas porque ninguna de las dos es una aspirante a liderar el PP. Los rumores sobre su enemistad resuenan en las paredes de bronce de la mansión abierta que Ovidio imaginó para Fama. La ministra de Defensa y algunos de sus colegas y ex colegas están convencidos de que la vicepresidenta ha usado al CNI para librarse de aquellos que le estorbaban para ejercer su mando sobre el Gobierno. Las habladurías cercanas a la vicepresidenta advierten de que sus enemigos le han montado una campaña de desprestigio a propósito de la gestión del endiablado laberinto catalán. A efectos prácticos, daría igual que esos rumores cruzados fueran verdad o no. Lo que cuenta es que las interesadas y muchos otros que forman parte de la muchedumbre del atrio de la mansión piensan que es así. «El trenzado de conversaciones confiere a los rumores una extraña suerte de autoridad. Algo es así porque todos así lo dicen y todos lo dicen porque es así.
Los rumores y los chismes tienen poder. Con frecuencia influyen más en el comportamiento y las opiniones de las personas de lo que pueden hacerlo las informaciones contrastadas», sostiene el autor de Fama. Las supuestas víctimas de la vicepresidenta lo corroboran en alto, como si fuera una realidad. Gallardón, Soria, Margallo, Fernández. Con el jefe del CNI en lo alto de la casa abierta del rumor. Y los rumores, añade Neubauer, «son interpretaciones que pueden aportar coherencia a situaciones de gran inseguridad».
La coherencia es lo que sitúa a Feijóo en el centro de todas las habladurías sobre el futuro del PP. Cada vez que el presidente de la Xunta habla o sale de su tierra se activan las «bocas parlantes» y los «agudos oídos». Por si acaso, el protagonista dosifica sus apariciones, no vaya a ser que el fuego amigo lo ponga en la diana. Ya tuvo un disgusto con unas fotos que dieron para muchas resonancias en el atrio de la mansión del PP.
Los hablantes dirigidos por la mano de Fama han incorporado a una nueva protagonista al «se rumorea» de la retirada, la sucesión o la abdicación de Rajoy. Ana Pastor, presidenta del Congreso, ha sido vista por toda España trabajando un liderazgo político propio. En silencio, pero sin pausa. Haciendo caso omiso a los rumores y habladurías, se ha colado en la mansión de Fama por derecho propio como una opción de futuro.
Pero los comentarios errantes más escuchados en estos días tienen en el centro de la confusión a Cristina Cifuentes. La presidenta de Madrid, designada por Rajoy como artificiera para desactivar el régimen de Esperanza Aguirre, que resultó ser algo parecido a una gusanera. Las informaciones sobre su máster -si lo hizo, cómo y dónde está el trabajo final- la han puesto contra las cuerdas. Ella ha reaccionado por lo épico, jurando que nunca acabarán con ella y que es víctima de una «cacería» por sus trabajos para desmontar la corrupción del PP madrileño. Los rumores han alcanzado muchos decibelios y el caso sigue abierto.
En lugar destacado de la mansión, el jefe que odia los rumores, las habladurías y los chismes, Rajoy, escucha como si no escuchara nada. El poder le ayuda a dominar racionalmente al coro de voces. El autor de Fama recoge en un capítulo del libro el consejo del filósofo Francis Bacon sobre los rumores políticos. «Todo soberano sabio debe prestar cuidadosa atención a los rumores si desea aprovechar su nocivo poder en lugar de padecerlo. Pues los rumores son a menudo la sombra de acontecimientos venideros».
LUCÍA MÉNDEZ Vía EL MUNDO
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