Translate

domingo, 3 de diciembre de 2017

LUTERO, ERASMO, FEIJOO. LIBERTAD Y LIBERTAD DE CONCIENCIA.

No hace muchos días oí atribuir a Lutero y al luteranismo el patronazgo universal sobre sobre la “libertad de conciencia” y el derecho de todo hombre a la misma.



Me sorprendió el aserto porque no cuadraba bien, ni con mis sensaciones ni con mis ideas y decidí esforzarme en ponerlas a remojo y batanearlas con datos que las afirmasen o las desvirtuasen total o parcialmente, y saber así si era equivocado el tal aserto y eran, por el contraro, equivocadas mis sensaciones e ideas.

Es la razón por la que, esta mañana, llevo mis reflexiones del día a pensar y meditar si Lutero y el luteranismo fueron abanderados y precursores tanto de la libertad del hombre como de esa especie privilegiada de la misma que llamamos “libertad de pensamiento y de conciencia”. Y si la conciencia fue efectivamente un logro de la disidencia luterana.

Centrando la cuestión, ¿fue realmente el protestantismo un acérrimo defensor de la libertad del hombre o fue más bien lo contrario, un depredador de la misma? ¿Fue el protestantismo un ariete primordial en la noble tarea de romper la barrera del pensamiento cósmico de los antiguos para brindar al hombre ese descubrimiento verdaderamente moderno de concienciarse de sí mismo, es decir, saltar la barrera de las cosas exteriores para darse con su intimidad, con su yo profundo, con su propia realidad y verdad para desde ello, desde su conciencia de hombre, activar y manejar racionalmente el atributo de su dignidad y libertad?

Poderoso tema sin duda para consumarlo en un ensayo corto como este; pero atractivo para plantearlo, aunque sólo sea, ante la conmemoración –el 31 de este mes- del Vº Centenario de la fijación, por Lucero, en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg, de las tesis que sirvieron de punto de partida de la Reforma.

La palabra “conciencia” no la tomo, aquí y ahora, al modo usual de “sentido del bien o del mal de nuestras acciones”, es decir, en alcance puramente ético-moral; sino en su concepto maximal, antropológico-psicológico; como el “yo” tomando nota de que es hombre y de lo que es como hombre. 

El hombre, al tomar conciencia de sí mismo, se posee en lo que es como tal y de lo que su dignidad demanda para poder ser hombre y no vegetal o bestia; y de lo que es “suyo” y a lo que tiene derecho por justicia radical y no otorgada por nadie en razón a esa dignidad. La conciencia en este sentido es la dignidad sagrada del hombre en cuanto racionalmente asumida por él y por él enarbolada como bastión de su específica condición. 

El “homo” –al hacerse conciencia de sí mismo- ejercita su condición de “sapiens”, cosa sólo posible si esa “conciencia” lo es en “libertad”. De ahí que la “libertad de conciencia” primaria en el desarrollo humano.

Por su parte, la palabra libertad –siendo como es una palabra manoseada y equívoca, que cada cual entiende a su manera o a la carta de su deseo, interés o tal vez capricho- la tomo aquí y ahora como “libre albedrío” o “fuerza” radical y “capacidad” eventual del hombre de amoldar esa “conciencia de sí mismo” a las exigencias de su deber de “hacerse” hombre concreto, en su circunstancia concreta. 

Ese libre albedrío, personal e intransferible, es –en el proceso del obrar humano- el garante del racional decidir y del actuar los “datos” o “contenidos” de conciencia facilitados a la voluntad para que cada proyecto de hombre se haga efectivamente hombre. La libertad sería el calificativo que la voluntad precisa para que esos “datos de la conciencia” se vuelvan frutos efectivos de racionalidad humana y no de plena o semi-plena animalidad.

Por ello se dice muy bien que la libertad no es la facultad de hacer lo que a uno le dé la gana (eso pudiera ser irracional como si alguien, entusiasmado con su mascota, le diera veneno y se ufanara de haber ejercer su libertade), sino lo que una conciencia racional exige a una voluntad encargada de organizar y efectivizar en libertad. 


Los que no manipulan la libertad sino que la conocen y respetan no dudan en decir que libertad no lleva a hacer lo que se quiere sino aquello que se debe hacer o incluso lo que mandan las leyes (lo apunta Montesquieu, en El espíritu de las leyes, lib. XI, 3; lo reitera Castelar en discurso de 18-XII-1869).

¿Fue Lutero un campeón de “modernidd” patentando ya en el s. XVI un diseño moderno de estas dos glorias o perlas sagradas preciosas de la condición humana, que son la “conciencia” o la “libertad” del hombre? ¿Contribuyó Lutero activa y positivamente al descubrimiento de la subjetividad humana? ¿Intentó siquiera Lucero hqcer de la libertad del hombre un baluarte de su dignidad?. Mi criterio es que no y ni de coña lo podría suscribir.

Me limitaré a unas pocas anotaciones para razonarlo. Veamos.

En cuanto a la conciencia de ser hombre como atributo sustancial de humanidad.

Muchas veces he leído y explicado incluso la VIIIª de las diez lecciones que, en los años 1929-30, dedicara Ortega y Gasset a explicar a jóvenes y a gente llana pero preocupada de aquel tiempo unas cuantas enseñanzas, útiles en cualquier tiempo para cualquier hombre. Se agruparon en un volumen titulado ¡Qué es filosofìa!.

Pues bien, en esta lección orienta sobre la historia del descubrimiento de la “subjetividad”, es decir, de la conciencia del hombre sobre sí mismo, de la intimidad como algo define al hombre y le da peso específico al margen del “cosmos” y de todo lo que le aliena frustrando de alguna manera el desarrollo primario de sus esencias racionales; el propio “yo” en contraste con lo demás. Hace apuntes y saca conclusiones, de las que apunto solamente dos o tres.

- “El descubrimiento decisivo de la conciencia, de la subjetividad, del yo no acaba de lograrse hasta Descartes” en su célebre axioma del “Cogito, ergo sum” La conciencia de pensar es la premisa y la razón vital del existir-

-En raíz, el descubrimiento de la conciencia es obra del cristianismo, en superación del pensamiento esotérico greco-romano. De “divina aventura” califica Ortega el descubrimiento de la intimidad, de la conciencia y de la subjetividad por Descartes pero llevando a plenitud de desarrollo lo que está en la esencia del cristianismo y que tiene su primer envite en el genio de San Agustín -ya parcialmente moderno en el s. IV- en varias de sus obras, especialmente en las Confesiones y en ideas tan intimistas y de tanta introspección como esta, que cita la lección: “Noli foras ire; in te ipsum reddi in interiori homine habitat veritas” (“no te alienes, yéndote de ti; vuélvete hacia tu interior porque en el interior del hombre está la verdad del mismo). Se deben al cristianismo y al “Dios cristiano” y “sólo al Dios cristiano”, como Ortega muestra, “el interés por la subjetividad, para que esta retraiga sobre sí la atención y se instañe en el primer plano”- De la tradición cristiana entera, en desarrollo paulatino de las esencias cristianas sacó Descartes y llevó a plenitud ese punto de modernidad que es parte de la revolución espiritual cifrada en el evangelio y el mensaje de Jesús-

-A esto se debe la categórica frase final del capítulo: “La modernidad nace de la Cristiandad· Y para los que no entienden o no quieren entender las contribuciones positivas del cristianismo, se rubrica la frase con esta otra: “Que no se peleen la edades; que todas son hermanas y bien avenidas” (cfr. Qué es filosofía? Ed.Rev. de Occidente Madrid, 1960, pp. 171-187).

De los aportes de lucero al descubrimiento de la subjetividad, la intimidad y la conciencia, ¡ni mención!.

Y en cuanto a la libertad del hombre y su calidad en el esquema antropológico luterano, vayamos a su cordial amigo Erasmo de Rotterdam que, mucho más inteligente que él y bastante menos audaz e impulsivo, le discutió muchas de sus teorías y, en contrato, esta de la libertad del hombre. Baste decir a este respecto, que, cuando Lutero se soltó el pelo con su obra “De servo arbitrio” –el “albedrío sirvil o esclavo”, a Erasmo le faltó tiempo para desmentirle por medio de su obra correlativa titulada “De libero arbitrio” – del “albedrío libre”. Porque si el de Lutero creaba y mostraba con su libro el sentir de su disidencia, Erasmo recordaba con el suyo una de las esencias del cristianismo de verdad. El cristianismo defiende la libertad del hombre y se encara con los Freud y semejantes que la rechazan o niegan.

Puede estar condicionado el ejercicio de la libertad en los hombres –nadie lo puede dudar y ello ha de ser tenido en cuenta a la hora de valorar sus quereres y decisiones. Y, si bien aciérta el que bien distingue, una cosa es la libertad total, una distinta los condicionamientos de la libertad, y otra diferente lo que determina, fuerza o mata la libertad.

Lutero, amigos, no fue un paladín de la libertad del hombre, ni mucho menos. Quien haya mirado, aunque sea por el forro, su teología de la libertad lko puede deducir sin mucho esfuerzo. Su principio de la “fe sin obras” para salvarse lo “pone a huevo” como suele decirse en castizo hablar.

Un canto a la subjetividad y a la conciencia del hombre merece la pena entonarlo en cualquier circunstancia o sazón. Mis reflexiones de h
oy sólo pretenden un tributo a la vendad en unos tiempos en que la verdad siempre se ve compensada en sus derechos por el acoso que se le hace desde la propaganda en unos casos y seguramente también por la ignorancia en otros.

Puede que mis reflexiones de hoy respondan también o sea expresión de “mi verdad”. Puede ser. Pero, ,si he dado las razones de mi creencia, cumplo con ponerlas a la disposición de mis amigos y de su derecho a pensarlas y sobre todo valorarlas con la obra de una sana crítica. Que a quien da lo que tiene no no hay derecho a pedirle mas.




                                  SANTIAGO PANIZO ORALLO  Vía el blog CON MI LUPA

No hay comentarios:

Publicar un comentario