¿Y en nosotros, los ciudadanos, gente de a pie que no entendemos de macroeconomía, pero sí observamos la realidad política y la analizamos a la luz del sentido común? Tal vez, indeterminación, que aquí no significa apatía ante la cosa pública, sino más bien desconfianza frente a una forma nueva de hacer política que tiene a la posverdad como su principal estrategia.
Sí, corren tiempos de posverdad. Declarada palabra del año en 2016 e incorporada al diccionario por la Real Academia de la Lengua Española en 2017 como “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencia y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” se abre paso con fuerza, no solo en la política y en los medios de comunicación, sino también en nuestro vivir cotidiano. Sin duda, esta distorsión de la realidad para manipular la opinión pública ha formado parte del actuar sociopolítico, económico y cultural en todas las épocas, pero hoy adquiere una fuerza decisiva gracias a la proliferación de una amplia gama de canales de transmisión. Una sociedad donde adquieren categoría antropológica la velocidad, la provisionalidad, el encumbramiento de la emocionalidad a costa de la razón…, proporciona abono adecuado al poder político, o a cualquier otro, para manipular los hechos y conformarlos según sus objetivos de poder. Es la fuerza de la posverdad.
De ahí que el ciudadano medio, la gente de la calle, ante este pacto presupuestario, nos preguntemos, ¿será un mensaje para provocar un estado de ánimo favorable a sus intereses políticos? ¿Será una propuesta sin fundamento real? ¿O será un “globo sonda” para encubrir otras situaciones políticas difíciles de explicar? Simplemente, desconfiamos… Pero la falta de confianza en los políticos corroe la democracia y desestabiliza el sistema. Y esto es lo grave, lo verdaderamente grave.
GRUPO AREÓPAGO Vía FORUM LIBERTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario