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sábado, 20 de octubre de 2018

BAVIERA: LA MADRE DE TODAS LAS DERROTAS





La líder de Alternativa para Alemania Alice Weidel (segunda por la izqda.) celebra el resultado electoral en Baviera, ayer en la localidad de Mamming.



No había despuntado todavía el mediodía en el casi veraniego domingo electoral de ayer y el periódico más prestigioso de Baviera y Alemania, 'Süddeutsche Zeitung', ya avanzaba en su edición matinal el tono apocalíptico que iba supuestamente a presidir la jornada: "¿Quién deberá dimitir en la CSU? ¿Quién arrastrará a quién al abismo de los vencidos? ¿Sobrevivirá Angela Merkel?

Dada por hecha la derrota del Presidente Söder y el debacle histórico de la CSU, la prensa alemana era un fiel reflejo de lo que ha caracterizado la entera campaña electoral en Baviera; personal, personal y más personal. Más allá de la espléndida prosperidad económica de Baviera, de los generosos programas sociales o financieros, y más acá de las controvertidas ideas sobre seguridad, inmigración o defensa, lo único que parece haber estado en juego estas semanas es la entereza ególatra de Marcus Söder frente a la de su declarado enemigo y antecesor en el cargo, el actual ministro del Interior alemán, Horst Seehofer.

Un 81% de los votantes aseguraba que las luchas internas entre la CSU y la CDU en torno a Merkel, Seehofer y el jefe de los servicios secretos, Hans- Georg Maassen, había emponzoñado el ambiente electoral de una manera decisiva. Y otro dato relevante: más de un tercera parte de los votantes también reconocía que la CSU, el partido que siempre ha jurado personificar todas las esencias bávaras, no se había ocupado de los problemas reales de la gente, es decir, ya no representaba mayoritariamente a los bávaros. 

Una vez cerrados los colegios y publicados los primeros pronósticos y recuentos, se confirmaba el desastre: la CSU sigue siendo, como era de esperar, la fuerza más votada, ahora bien, los verdaderos ganadores de las elecciones son los Verdes, que suben más de un 10% y rozan el 19% de los votos, convirtiéndose así en la segunda fuerza política de Baviera. 

La madre de todas las derrotas ha llegado para la CSU, sin duda, pero mucho más quizás para el SPD, que pierde más del 10% de los votos y se hunde en una profunda crisis de identidad no sólo en Baviera, sino también en Berlín. Los gloriosos días de los partidos mayoritarios están más que contados. O como titulaba 'Süddeutsche Zeitung': "La vieja CSU ha muerto".

El calamitoso resultado en Baviera sitúa a la socialdemocracia alemana en una difícil encrucijada: mantenerse en el poder y perpetuar tres años más la gran coalición con la Unión (CDU y CSU) entraña un precio demasiado alto que el SPD no puede pagar constantemente sin miedo a jugarse la propia supervivencia en toda la república. 

Eso mismo reconocía ante las cámaras de la televisión alemana la presidenta del SPD, Andrea Nahles, que volvía a especular con abandonar el Gobierno con Merkel, pero sin adoptar las inmediatas consecuencias que uno esperaría de alguien cuyo mérito estratégico y político para la socialdemocracia no ha sido otro que la encadenada y empecinada cosecha de fracasos. 

Tanto discutir sobre la posible caída de Merkel a manos de Seehofer o Söder, cuando lo más probable es que, si se disuelve la gran coalición, sea más por culpa del SPD que de los machos alfa bávaros. Las elecciones bávaras no tumbarán a Merkel, pero suponen un delicado ultimátum para la gran coalición.

Por muy malas que fueran las encuestas, la CSU deberá reinventarse para salir de una apremiante crisis. Su estrategia principal, impulsada por Seehofer, que consistía en convertir la inmigración en la madre de todos los problemas y adelantar por la derecha a la populista AfD, ha fracasado estrepitosamente. 

Los votantes no son idiotas y han preferido dar su voto al original que a la burda copia. Erwin Huber, histórico de la CSU, lo anunciaba nada más saberse la debacle: "Va a ser necesaria una modernización del partido de la cabeza a los pies". Que eso lo diga alguien como Huber, que no ha sido jamás moderno, da una idea de dónde se encuentra la CSU en este momento.

Se esperaba más de la AfD que un 10%, es cierto, pero su discurso xenófobo, antieuropeo y nacionalista no ha calado del todo entre los votantes bávaros más conservadores, que a la hora de elegir se han decantado también por los Electores Libres, una agrupación política muy cercana a la CSU, más orientada hacia el centro derecha liberal que a la extrema derecha. Y que no ha seguido su juego, como la CSU. 


Su candidato y presidente, Hubert Aiwanger, nada más saberse que su partido rondaba el 12% de los votos, dejaba claras sus intenciones para el futuro: "Estoy seguro que gobernaremos en Baviera junto a la CSU". Todavía está por ver que los votos basten para ello. La otra opción, una coalición de Los Verdes y CSU, sería indiscutiblemente la alternativa más valiente, estable y acorde con lo que han expresado los votantes. De ahí que Söder ya la haya desechado de un plumazo.


                                                          RAMÓN AGUILÓ   Vía EL MUNDO

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