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martes, 16 de octubre de 2018

JAMÁS SERÉIS UNOS HÉROES


Torra y Puigdemont. EFE


Pretenden hacer de su cobardía, heroicidad, de su demagogia, épica, de su opulencia, martirologio. Quieren equipararse a los fusilados por Franco, pero solamente son papeles mojados en la tormenta de la historia.

Les gustaría ser héroes antifranquistas y solo son unos bocazas

En el homenaje que anualmente se rinde a LluísCompanys, QuimTorra ha aprovechado para exhibir una vez más el tremendo complejo de inferioridad que aqueja a la casta separatista. Carecen actualmente de auténticos héroes, si entendemos esa figura como la del personaje histórico que ofrece en el altar del sacrificio supremo su vida, inmolándose al servicio de los demás. Y si miramos hacia atrás, ya vemos a quienes les conceden ese timbre de gloria: a gente de tan siniestra calaña como los Hermanos Badía.

Claro que habría que definir qué es y que no es un héroe. Tengo para mí que un héroe es un policía que da su vida al salvar a un ciudadano de un atraco, un bombero que sucumbe bajo el fuego tras poner a salvo a un niño, un militar que cae bajo el fuego enemigo al intentar defender a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos. Héroes son también quienes cada día superan enormes dificultades económicas, intentando llevar un jornal a su casa; héroes son los que afrontan las dentelladas de una maldita enfermedad con entereza; héroes son médicos, profesores, gentes anónimas que lo dan todo a cambio de la satisfacción del deber cumplido. El heroísmo barato de novelucha al que tanto apelan los dirigentes del separatismo, hecho a base de ver mil veces la película Bravehearth o de jueguecitos de rol pergeñados desde la frustración personal y el mezquino interés crematístico, no es más que un constructo de cartulina, un trampantojo, un decorado que pretende ocultar bajo la apariencia de sublimidad su enorme pobreza de espíritu, ellos, herederos de banqueros fracasados y empresarios fraudulentos que solo saben de actuaciones interesadas.

Aunque reivindiquen que los héroes del pasado – y aún eso sería discutible, porque si bien es cierto que Companys fue fusilado por Franco, su actuación como político dejó miles de cadáveres en las checas o asesinados por las brigadas del amanecer – solo les queda la pompa y la circunstancia de unos rituales apolillados, vacíos de todo contenido, hechos con puro terciopelo carcomido, forillos enmohecidos, cáscara vacía, en suma.
¿Qué idea tienen acerca del heroísmo, del sacrificio, de la dignidad? Son revolucionarios de pacotilla al servicio de sus amos
No puede Torra decir que ellos son quienes encarnan el espíritu combativo de una República que, a pesar de los yerros que acumuló, que no eran pocos, por cierto, tuvo una vanguardia de mujeres y hombres que entregaron su vida, su bienestar, su libertad, en defensa de unos ideales. Torra no les llega a la altura del zapato, y ya no digamos el resto de esa cofradía del disimulo que le acompaña. Al decir en su discurso “Estamos dispuestos a luchar hasta las últimas consecuencias” ¿recordaba que le dijo a su mujer que no pensaba ir a la cárcel y que, en caso de salir mal las cosas, se irían todos al extranjero? ¿Esas son las últimas consecuencias, salir de naja escondido en un maletero como hizo su amigo y compadre Puigdemont? ¿Qué idea tienen acerca del heroísmo, del sacrificio, de la dignidad?

Son revolucionarios de pacotilla al servicio de sus amos, los caciques convergentes que solo han sabido enriquecerse a costa de comisiones, de trapicheos, de chantajes y más chantajes a unos gobiernos que, reconozcámoslo, han sido tan corruptos como ellos. No saben más que levantar el teléfono y ordenar al periodista de turno que les haga una entrevista con las preguntas que acaban de enviarle, ni ven más allá del aplauso húmedo y cobista de los que cobran del mismo erario que ellos, sus palmeros, sus seguidores a cinco mil al mes. No hay honor en ese campo.

Es más que lógico que, partiendo de esa letrina ideológica, odien todo lo que les suena a Guardia Civil, Policía Nacional, Fuerzas Armadas, cualquier cosa que tenga una mínima noción de servicio. ¿Cuántos separatistas con cargo han dado su vida para salvar la de un semejante? ¿Y cuantos miembros de las fuerzas de seguridad? Hagan ustedes la cuenta y entenderán lo que quiero decir.

Se saben cobardes, se saben miserables, egoístas, codiciosos, de ambición insana, voraces. Saben, también, que no han de entrar jamás en el glorioso Olimpo de los que supieron renunciar a sí mismos en aras de una sublime idea, la de que vale la pena la humanidad, la fraternidad, la compasión, la caridad. Por todo ello pretenden constantemente evocar a la dictadura, a Franco, a los fusilados, arrogándose su herencia. Estoy convencido que si alguno de ellos resucitara les escupiría en la cara al verlos con sus cochazos oficiales, sus trajes de marca y sus Visas.

Lo último: si pudiera, España fusilaría a los presos separatistas


En esa línea cargada de malas intenciones e impotencia política se ha situado el ex miembro de Unió, ahora portavoz de Demòcrates, AntoniCastellà, al decir que “Si España no fuese miembro de la Unión Europea tendría la tentación de fusilar a los presos”. Hace falta unir en un mismo cuerpo fanatismo, ignorancia, desprecio, mala leche y complejo de inferioridad para decir esa frase delante de los micrófonos. “Como Companys”, añadió, dando a entender que era lo mismo un consejo de guerra con Franco, recién terminada nuestra contienda, que el procesamiento en un régimen democrático que cuenta ya con más de cuarenta años.

Pero es que a ellos les encantaría tener a un Franco, tener un muerto, lo he repetido miles de veces, siempre que no fuesen ellos, claro está, porque a esta harka el valor no se les supone. Nada complacería más a los separatistas, en su enajenación política y su miedo a que todo esto quede, como quedará, solamente en un ridículo y una estafa de proporciones colosales, que tener una violencia policial de verdad y no la de la mujer de los dedos rotos y toqueteos en las ubres. Les gustaría plantarse ante la opinión internacional exhibiendo un cadáver, dos, ciento, para decir “Ven, son ellos los fascistas, los criminales, los totalitarios”.
El nacionalismo no ha sido jamás heroico ni antifranquista, porque su germen es tan autoritario como el de la dictadura
Casado y Rivera son herederos del franquismo, su majestad el rey es poco menos que el dictador redivivo, los jueces y la policía son franquistas, incluso, según el día en que los pilles, el PSOE entra en la lista de un régimen al que jamás combatieron, los unos por edad y los otros porque estaban más interesados en hacer negocios que en las libertades democráticas. El nacionalismo no ha sido jamás heroico ni antifranquista, porque su germen es tan autoritario como el de la dictadura. Son ellos los franquistas, los excluyentes, los que, como la ex presidenta del Parlament NúriadeGispert, exigen a InésArrimadas que se vaya de Cataluña. Porque todo lo que no sea lo suyo lo quieren lejos, silenciado, sojuzgado, castrado.

¿No serán ellos los que, si pudieran, fusilarían a todo aquel que discrepase del santo dogma de la patria catalana? ¿No llevarían su afán totalitario a eliminar a las bestias españolas, según definición del propio Torra? ¿No encarcelarían a los que opinamos libremente por ser enemigos de su causa? ¿Acaso JordiPujol no injuriaba al andaluz en los años sesenta? ¿No ha convertido el nacionalismo la palabra charnego en epítome que se utiliza como baldón para quien no habla catalán? No son demócratas, no son ejemplares, no son nada más que una banda organizada que pretende apoderarse de las instituciones para hacer con ellas lo que quiera, sin el menor control de nadie. Son, por lo tanto, fascistas, auténtica y francamente fascistas, con todo lo que ello comporta.

Lo que jamás serán, de eso no tengan la menor duda, es unos héroes. Para serlo les falta dignidad, les falta altura de miras, les falta grandeza de alma. Por eso escupen su bilis contra los que sí lo son.



                                                                                    MIQUEL GIMÉNEZ   Vía VOZ PÓPULI

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