Torra y Puigdemont.
EFE
Pretenden hacer
de su cobardía, heroicidad, de su demagogia, épica, de su opulencia,
martirologio. Quieren equipararse a los fusilados por Franco, pero solamente son papeles mojados en la tormenta de la historia.
Les gustaría ser héroes antifranquistas y solo son unos bocazas
En el homenaje que anualmente se rinde a LluísCompanys, QuimTorra
ha aprovechado para exhibir una vez más el tremendo complejo de
inferioridad que aqueja a la casta separatista. Carecen actualmente de
auténticos héroes, si entendemos esa figura como la del personaje
histórico que ofrece en el altar del sacrificio supremo su vida,
inmolándose al servicio de los demás. Y si miramos hacia atrás, ya vemos
a quienes les conceden ese timbre de gloria: a gente de tan siniestra
calaña como los Hermanos Badía.
Claro
que habría que definir qué es y que no es un héroe. Tengo para mí que
un héroe es un policía que da su vida al salvar a un ciudadano de un
atraco, un bombero que sucumbe bajo el fuego tras poner a salvo a un
niño, un militar que cae bajo el fuego enemigo al intentar defender a
aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos. Héroes son también quienes
cada día superan enormes dificultades económicas, intentando llevar un
jornal a su casa; héroes son los que afrontan las dentelladas de una
maldita enfermedad con entereza; héroes son médicos, profesores, gentes
anónimas que lo dan todo a cambio de la satisfacción del deber cumplido.
El heroísmo barato de novelucha al que tanto apelan los dirigentes del
separatismo, hecho a base de ver mil veces la película Bravehearth o de
jueguecitos de rol pergeñados desde la frustración personal y el
mezquino interés crematístico, no es más que un constructo de cartulina,
un trampantojo, un decorado que pretende ocultar bajo la apariencia de
sublimidad su enorme pobreza de espíritu, ellos, herederos de banqueros
fracasados y empresarios fraudulentos que solo saben de actuaciones
interesadas.
Aunque reivindiquen
que los héroes del pasado – y aún eso sería discutible, porque si bien
es cierto que Companys fue fusilado por Franco, su actuación como
político dejó miles de cadáveres en las checas o asesinados por las
brigadas del amanecer – solo les queda la pompa y la circunstancia de
unos rituales apolillados, vacíos de todo contenido, hechos con puro
terciopelo carcomido, forillos enmohecidos, cáscara vacía, en suma.
¿Qué idea tienen acerca del heroísmo, del sacrificio, de la dignidad? Son revolucionarios de pacotilla al servicio de sus amos
No puede Torra decir que ellos son
quienes encarnan el espíritu combativo de una República que, a pesar de
los yerros que acumuló, que no eran pocos, por cierto, tuvo una
vanguardia de mujeres y hombres que entregaron su vida, su bienestar, su
libertad, en defensa de unos ideales. Torra no les llega a la altura
del zapato, y ya no digamos el resto de esa cofradía del disimulo que le
acompaña. Al decir en su discurso “Estamos dispuestos a luchar hasta
las últimas consecuencias” ¿recordaba que le dijo a su mujer que no
pensaba ir a la cárcel y que, en caso de salir mal las cosas, se irían
todos al extranjero? ¿Esas son las últimas consecuencias, salir de naja
escondido en un maletero como hizo su amigo y compadre Puigdemont? ¿Qué idea tienen acerca del heroísmo, del sacrificio, de la dignidad?
Son
revolucionarios de pacotilla al servicio de sus amos, los caciques
convergentes que solo han sabido enriquecerse a costa de comisiones, de
trapicheos, de chantajes y más chantajes a unos gobiernos que,
reconozcámoslo, han sido tan corruptos como ellos. No saben más que
levantar el teléfono y ordenar al periodista de turno que les haga una
entrevista con las preguntas que acaban de enviarle, ni ven más allá del
aplauso húmedo y cobista de los que cobran del mismo erario que ellos,
sus palmeros, sus seguidores a cinco mil al mes. No hay honor en ese
campo.
Es más que lógico que,
partiendo de esa letrina ideológica, odien todo lo que les suena a
Guardia Civil, Policía Nacional, Fuerzas Armadas, cualquier cosa que
tenga una mínima noción de servicio. ¿Cuántos separatistas con cargo han
dado su vida para salvar la de un semejante? ¿Y cuantos miembros de las
fuerzas de seguridad? Hagan ustedes la cuenta y entenderán lo que
quiero decir.
Se saben cobardes,
se saben miserables, egoístas, codiciosos, de ambición insana, voraces.
Saben, también, que no han de entrar jamás en el glorioso Olimpo de los
que supieron renunciar a sí mismos en aras de una sublime idea, la de
que vale la pena la humanidad, la fraternidad, la compasión, la caridad.
Por todo ello pretenden constantemente evocar a la dictadura, a Franco,
a los fusilados, arrogándose su herencia. Estoy convencido que si
alguno de ellos resucitara les escupiría en la cara al verlos con sus
cochazos oficiales, sus trajes de marca y sus Visas.
Lo último: si pudiera, España fusilaría a los presos separatistas
En
esa línea cargada de malas intenciones e impotencia política se ha
situado el ex miembro de Unió, ahora portavoz de Demòcrates, AntoniCastellà,
al decir que “Si España no fuese miembro de la Unión Europea tendría la
tentación de fusilar a los presos”. Hace falta unir en un mismo cuerpo
fanatismo, ignorancia, desprecio, mala leche y complejo de inferioridad
para decir esa frase delante de los micrófonos. “Como Companys”, añadió,
dando a entender que era lo mismo un consejo de guerra con Franco,
recién terminada nuestra contienda, que el procesamiento en un régimen
democrático que cuenta ya con más de cuarenta años.
Pero
es que a ellos les encantaría tener a un Franco, tener un muerto, lo he
repetido miles de veces, siempre que no fuesen ellos, claro está,
porque a esta harka el valor no se les supone. Nada complacería más a
los separatistas, en su enajenación política y su miedo a que todo esto
quede, como quedará, solamente en un ridículo y una estafa de
proporciones colosales, que tener una violencia policial de verdad y no
la de la mujer de los dedos rotos y toqueteos en las ubres. Les gustaría
plantarse ante la opinión internacional exhibiendo un cadáver, dos,
ciento, para decir “Ven, son ellos los fascistas, los criminales, los
totalitarios”.
El nacionalismo no ha sido jamás heroico ni antifranquista, porque su germen es tan autoritario como el de la dictadura
Casado y Rivera
son herederos del franquismo, su majestad el rey es poco menos que el
dictador redivivo, los jueces y la policía son franquistas, incluso,
según el día en que los pilles, el PSOE entra en la lista de un régimen
al que jamás combatieron, los unos por edad y los otros porque estaban
más interesados en hacer negocios que en las libertades democráticas. El
nacionalismo no ha sido jamás heroico ni antifranquista, porque su
germen es tan autoritario como el de la dictadura. Son ellos los
franquistas, los excluyentes, los que, como la ex presidenta del
Parlament NúriadeGispert, exigen a InésArrimadas que se vaya de Cataluña. Porque todo lo que no sea lo suyo lo quieren lejos, silenciado, sojuzgado, castrado.
¿No
serán ellos los que, si pudieran, fusilarían a todo aquel que
discrepase del santo dogma de la patria catalana? ¿No llevarían su afán
totalitario a eliminar a las bestias españolas, según definición del
propio Torra? ¿No encarcelarían a los que opinamos libremente por ser
enemigos de su causa? ¿Acaso JordiPujol
no injuriaba al andaluz en los años sesenta? ¿No ha convertido el
nacionalismo la palabra charnego en epítome que se utiliza como baldón
para quien no habla catalán? No son demócratas, no son ejemplares, no
son nada más que una banda organizada que pretende apoderarse de las
instituciones para hacer con ellas lo que quiera, sin el menor control
de nadie. Son, por lo tanto, fascistas, auténtica y francamente
fascistas, con todo lo que ello comporta.
Lo
que jamás serán, de eso no tengan la menor duda, es unos héroes. Para
serlo les falta dignidad, les falta altura de miras, les falta grandeza
de alma. Por eso escupen su bilis contra los que sí lo son.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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