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martes, 30 de octubre de 2018

DOS DISCURSOS ECONÓMICOS


La ministra de Economía de España, Nadia Calviño, durante su intervención en una conferencia organizada por la Cámara de Comercio de España en Londres. EFE


Felipe VI inauguró ayer en Valencia el XXI Congreso de Empresa Familiar y lo hizo poniendo en valor el peso de estas sociedades en nuestra economía: nada más acertado, pues representan el 90% del tejido empresarial y cerca del 70% del empleo privado. En la primera jornada, Juan Roig, presidente de Mercadona, advirtió de las consecuencias de la situación política en el ambiente de desaceleración y el presidente del Instituto de Empresa Familiar, Francisco J. Riberas, puntualizó que "no es justo atacar e intentar destruir todo lo que nos ha llevado hasta aquí", en referencia implícita a las medidas tomadas y a las reformas emprendidas para sacar a España de la crisis. Ambos, tan optimistas de cara al futuro como críticos, incidieron en la necesidad de mejorar la mala prensa de la empresa familiar en la sociedad.


Pero mientras los líderes empresariales enarbolaban un discurso realista del contexto político-económico nacional, la ministra de Economía, Nadia Calviño, hacía un ejercicio de trilerismo en Londres ante un auditorio de analistas e inversores. Frente al lógico temor de sus oyentes de que un mayor gasto público o los cambios en el mercado de trabajo dañen el crecimiento del país y su solvencia, Calviño insistió ayer en que los presupuestos ficticios de Sánchez combinan las políticas sociales con las normas comunitarias y, en contra de lo mantenido por el Gobierno en el ámbito doméstico, defendió las bondades de la reforma laboral, asegurando que se mantendrá su "corazón". 
La mentira y el veletismo son elementos dañinos que desincentivan la inversión internacional, pues no hacen otra cosa que alimentar la inestabilidad financiera.


                                                                                       EDITORIAL de EL MUNDO

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