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jueves, 18 de octubre de 2018
DESACELERACIÓN DE ESPAÑA, ¿Y AHORA QUÉ?
España crece al 2,5%, ¿es algo grave? En mi opinión, la respuesta es no
Foto: iStock.
Durante los meses de verano, comenzamos a recibir evidencia de que la economía española por fin había entrado en una fase de desaceleración.
Tras haber crecido a un ritmo cercano al 3% los últimos años, todo
parece indicar que el nuevo crecimiento estará más cercano al 2,5%. En
realidad, dicha desaceleración ya parece haber impactado el segundo
trimestre, en el que la economía creció a un ritmo del 0,56% frente al
trimestre anterior. Otros indicadores, como los índices de gestores de
compras (PMI), tradicionalmente en la zona del 55 (consecuentes con un
crecimiento al 3%), han caído hasta niveles de 53. Este dato no es
aislado.
Así, se ha producido un deterioro de la confianza del consumidor (desde 103 a 96, que en cualquier caso sigue en niveles elevados), también ha experimentado desaceleración la confianza empresarial
(ICEA), las ventas minoristas (ya que la carestía del petróleo ha hecho
mella en nuestra capacidad de compra vía inflación) o el turismo
internacional (cuyo gasto ha pasado a crecer apenas por encima del 2%,
frente a incrementos cercanos al 10% de los últimos años). El conjunto
de estos factores explica que el crecimiento agregado se haya reducido hacia el 2,5-2,6%, de ahí que el Gobierno se viera forzado a reducir su estimado de crecimiento esta semana (del 2,7% al 2,6%).
Ya
constatando la realidad numérica, corresponde realizar un análisis
sobre su significado. España crece al 2,5%, ¿es algo grave? En mi
opinión, la respuesta es no.
Primero, el efecto 'base de partida' es
muy importante para calibrar futuros crecimientos. España exporta
bienes y servicios por un valor equivalente a un 34% de su PIB, más que
China, EEUU, Italia, Francia o Reino Unido. Pretender que sobre una base
tan ingente de exportaciones se sigan manteniendo tasas elevadas de crecimiento no es realista.
Segundo, un crecimiento al 2,5% es meritorio
en un contexto en el que las grandes economías occidentales crecen por
debajo de ese ritmo. Así, la zona euro, por debajo del 2%, Japón, en la
zona del 1%, y EEUU, una vez termine el 'chute' de la reforma fiscal,
entrará en crecimientos que no llegarán al 2%, con un incipiente riesgo
de recesión.
Tercero, la desaceleración es preocupante si esta es constante.
Si España fuese a crecer por debajo del 2% en 2019-2020 y continuara
esta reducción en el crecimiento, entonces serían malas noticias. Sin
embargo, todo parece indicar que la economía mantendrá al menos un par
de años este ritmo de crecimiento, lo que afianzará el mercado de
empleo, el consumo y las inversiones.
Cuarto,
aunque no soplen ciertos 'vientos de cola' que han beneficiado al
crecimiento español, como el petróleo barato o el 'boom' turístico
internacional, en mi opinión emergen nuevos 'vientos' que ayudarán a que el crecimiento se mantenga
en niveles razonables. A saber: la incipiente recuperación en sueldos,
que fomentará el consumo, la recuperación de la promoción inmobiliaria,
que generará unos dos puntos de PIB y abundante empleo, y la reactivación del turismo nacional, que compensará en parte el menor crecimiento del internacional.
Casi más importante que el análisis sobre el nuevo escenario de crecimiento es una actualización del riesgo asociado a dicho crecimiento. En mi opinión, es benigno.
Así, si en 2006 España precisaba de tres euros de nuevo crédito para
que creciera un euro la economía (proporción suicida), hoy en día dicha
'intensidad de crédito' es inferior a uno. En otras palabras, crece más
la economía que la deuda total y, como consecuencia, el país se
desapalanca. Es una de las muy pocas economías del mundo que pueden
afirmar esto, algo que nos protegerá en caso de turbulencias financieras
globales.
Crece más la
economía que la deuda total y, como consecuencia, el país se
desapalanca. Es una de las muy pocas economías que pueden afirmar esto
Por
otro lado, si en 2006 España presentaba un desfase entre ahorro e
inversión nacionales (déficit de cuenta corriente) cercano al 10% de su
PIB, el segundo mayor del mundo en términos absolutos, hoy en día España vive de su ahorro,
y se permite el exportar capital al resto del mundo en forma de
superávit de cuenta corriente, superávit que encadena ya varios años
consecutivos, algo que el país no podía afirmar desde hace décadas. Los
riesgos asociados al sector exterior están también acotados, ya que
nuestro principal cliente, la zona euro, mantiene un crecimiento
razonable y no basado en crédito, y además las cifras de competitividad
de los trabajadores españoles son muy saludables.
Sobre los riesgos políticos,
ya he puesto de manifiesto cómo se exacerba la capacidad de la política
para hacer el mal a la economía. Además, el que los tres partidos
políticos más convencionales en el marco europeo presenten intenciones
de voto cercanas a dos tercios nos sitúa en una posición más halagüeña que otros vecinos; en cualquier paso, las instituciones europeas (Ecofin y BCE) limitarían cualquier decisión arbitraria que pudiera dañar la estabilidad a futuro.
Un
país con el nivel de desempleo del nuestro no debería contentarse con
un menor crecimiento. En cualquier caso, nos esperan años de bonanza
No
hay que ser conformistas. Un país con el nivel de desempleo del nuestro
no debería contentarse con un menor crecimiento. En cualquier caso, nos
esperan años de bonanza. La clave ahora es movilizar a la sociedad
civil y a la política para atajar los riesgos de medio plazo, que los
hay: entre otros, pensiones, educación, eficiencia y sostenibilidad del
gasto público.
Esos son los temas que deberían marcar los incipientes procesos electorales. A todos nos va mucho en ello.
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