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miércoles, 24 de octubre de 2018
¿ADÓNDE VA EL PDeCAT?
El partido heredero de la antigua CDC quiere recuperar identidad y evitar el abrazo del oso de Puigdemont. ¿Sabrá hacerlo?
David Bonvehí y Marta Pascal. (EFE)
CDC, el partido madre y padre del PDeCAT, siempre fue presidencialista. El presidente y fundador, Jordi Pujol,
tenía poderes casi leninistas. Y su sucesor, Artur Mas, usó el
precedente histórico para imponer con tenacidad su autoridad y poder
capear el desierto de 2004 a finales de 2010, cuando el tripartito del PSC, ERC e ICV
(eran otros tiempos) gobernó Cataluña. Eso sí, Mas supo mantener el
respeto a la familia Pujol, que le declaró sucesor, y Oriol Pujol, el
hijo dedicado a la política, fue secretario general del partido. Pero
mandaba Mas.
Pero tras la conversión de Mas al independentismo y tras las elecciones plebiscitarias de 2015, aquellas en las que Artur Mas
—uno de sus grandes errores— se empeñó en decir que Junts pel Sí (JxS)
había ganado el plebiscito porque, contando la CUP, había obtenido el
48% de los votos y la mayoría absoluta parlamentaria, se produjo el gran
tsunami que lo cambió todo. La CUP, cuyos votos eran necesarios para
elegir al 'president', vetó a Artur Mas quien, en enero
de 2016 y tras perder dos votaciones, 'dio un paso al lado' y cedió la
presidencia a Carles Puigdemont, el hasta entonces poco conocido alcalde
de Girona.
Dicen que Mas decidió, pero que la inspiración fue del influyente
David Madí, que eligió a un antiguo amigo —al igual que Jordi Sànchez—
de la Crida Independentista de años anteriores. Sea como sea, cuando el
PDeCAT nació en julio de aquel año, Mas había iniciado una inevitable retirada y los nuevos coordinadores del partido —Marta Pascal y David Bonvehí— eran demasiado jóvenes, masistas algo decepcionados e independentistas entusiastas de la nueva generación convergente.
Por eso, durante 2016 y 2017, Puigdemont tuvo el PDeCAT a sus órdenes.
Y tras el fracaso del 27 de octubre del pasado año, el PDeCAT se prestó
—consejo de Artur Mas mediante y para impedir que ERC ganara las
elecciones— a aportar toda su infraestructura a la candidatura de
Puigdemont, que hizo una lista en la que el PDeCAT no salió muy
beneficiado y en la que más de la mitad de los 34 diputados electos de
JxCAT en el Parlamento catalán resultaron puigdemontistas que incluso
miraban con cierta superioridad a los del PDeCAT.
David Bonvehí y muchos alcaldes convergentes (son más de 400) ven con inquietud la opa hostil que prepara Puigdemont
Pero
Puigdemont, que desde el exilio quiere mandar en Cataluña porque se
considera el legítimo presidente, lanzó a primeros de año una opa hostil
(disfrazada de amistosa) sobre el PDeCAT para que le obedeciera mas y
se integrara en el nuevo partido —cuyo nombre provisional es Crida Nacional per la República—,
con el que al parecer intentaba concurrir a las próximas elecciones,
aunque no sabemos exactamente cuáles. En el mes de julio pareció que el
PDeCAT se rendía a la opa de Puigdemont, ya que Marta Pascal tuvo que dimitir de sus cargos en el partido. Pero desde entonces, la estrategia de Puigdemont ha disgustado a muchos cuadros del PDeCAT, que
apostarían por una línea menos maximalista. Y ha creado inquietud en
los alcaldes del PDeCAT (nada menos que 439), que no están seguros de
que la buena carta para unas elecciones municipales sea convertirlas en
una cruzada por la independencia.
Por eso, Bonvehí (y más en la
sombra Marta Pascal) ha iniciado un movimiento para intentar emanciparse
—con la mínima ruptura posible, sobre todo antes de las municipales— de
Puigdemont y de sus amigos.
Bonvehí
se ha expresado con claridad en unas declaraciones a 'NacióDigital'
diciendo que el PDeCAT está dispuesto a participar en la Crida de
Puigdemont, pero solo si es un órgano de coordinación de los partidos y
organizaciones independentistas. Y que es muy reticente si de lo que se
trata es de subsumir al PDeCAT dentro de otro partido (la Crida), en el
que la dirección estaría en manos de los amigos de Puigdemont, muchos de
los cuales —como Agustí Colomines, que recientemente manifestó que la
independencia de Cataluña sería más lenta porque se había optado por una independencia sin muertos— desprecian al PDeCAT y lo consideran un partido amortizado.
La gran cuestión es quién controlará el partido independentista que competirá con ERC. Si la Crida, de Puigdemont y sus amigos con tesis maximalistas,
o el PDeCAT, como heredero de la tradición más moderada de CDC. Y
Bonvehí y Pascal tienen armas, porque si bien en el grupo parlamentario
de JxCAT en Barcelona, el puigdemontismo es mayoritario, el grupo
parlamentario de Madrid, que dirige el veterano y realista Carles
Campuzano, se inclina hacia posiciones más negociadoras.
La
cúpula posconvergente no suscribe el maximalismo de Puigdemont, no sabe
cómo llegar a la independencia y no quiere ir a remolque de ERC
Las discrepancias entre Bonvehí y Puigdemont no son solo partidarias. El PDeCAT está inclinado a posiciones mas negociadoras.
En la entrevista en 'NacióDigital', Bonvehí se aparta claramente del
maximalismo de Puigdemont y Torra: “La vía de la desobediencia
continuada y de la unilateralidad continua en el día a día —que defiende
una parte del independentismo— se ha visto y se ha demostrado que no
tenemos los números suficientes ni los mecanismos para implantarla, por
lo que no creo que en estos momentos sea la acertada”.
Pero Bonvehí no se quiere identificar con las posiciones de ERC
y añade: “Con la vía posibilista o demasiado realista de algunos
partidos [¿se refiere, aparte de ERC, a Lliures, la escisión de CDC de
Fernandez Teixido?], que basan todo su discurso en ampliar la base y
dicen que los tiempos se tienen que alargar, tampoco nos sentimos
cómodos… Tendríamos, con Puigdemont y el Consell de la República, que
intentar explorar una nueva vía”.
La
indecisión, o falta de maduración, de la cúpula del PDeCAT, que se
resiste a plantar cara frontalmente a Puigdemont y que no quiere
respaldar la estrategia de ERC porque históricamente CDC siempre vio a
ERC con complejo de superioridad, se ve en la frase anterior y sobre
todo en la que la sigue: “Si me pregunta cuál es esta vía y cómo se
consigue la independencia, no lo tengo claro.
"Lo que creo necesario es que haya unidad, porque si no hay unidad ninguna vía podrá avanzar”.
Lo
dicho, voluntad de emancipación de Puigdemont, voluntad de
diferenciación de ERC, pero falta de decisión sobre el camino y la
estrategia a adoptar. El propio Bonvehí lo reconoce: “Al partido le
sigue faltando, a veces, un posicionamiento político e ideológico mas
fuerte”.
¿Podrá el PDeCAT emanciparse de Puigdemont y trazar una línea propia —mas
centrista que ERC— para salir del laberinto en que el independentismo
se metió en octubre de hace un año? ¿Será Artur Mas una ayuda, un
estorbo o un factor de más indecisión en este camino? ¿Cómo influirá
David Madí, consejero de Mas y amigo de hace muchos años de Puigdemont y
Jordi Sànchez?
Una reunificación convergente es el obscuro objeto objeto del deseo de mucha gente, pero el contexto la hace muy difícil
Lo
que haga el PDeCAT puede ser relevante. Recientemente, Miquel Iceta,
secretario del PSC, competidor tradicional de CDC y que se negó —junto a
Montilla— a la gran coalición catalana con Mas que prefería Zapatero, declaró que en Cataluña faltaba un partido nacionalista de centro. Y hay muchos, a la derecha de Iceta, mucho más nostálgicos de CDC.
Pero
es difícil —faltan temple y agallas— que Bonvehí, Marta Pascal y Carles
Campuzano se atrevan a afrontar los ataques de la ANC, las
descalificaciones en las redes sociales e intenten resucitar algo
diferente pero que se parezca a aquella CDC pragmática de Jordi Pujol y Miquel Roca.
Aunque hay grupos —como Santi Vila, Lliures de Antoni Fernández Teixidó
y Units per Avancar de Ramon Espadaler (hoy diputado independiente en
las listas del PSC)— que estarían dispuestos a confluir y que sueñan con
una reunificación convergente que mirara al centro.
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