El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.
Efe/Zipi
Consolidar el frentepopulismo, completando la tarea iniciada por el mendaz Zapatero. Muchos lo vieron claro la noche misma de aquel dramático 31 de mayo en que, con Mariano Rajoy abjurando de su responsabilidad, quedó claro que Pedro Sánchez
iba a ser investido presidente tras ganar la moción de censura: el
objetivo del nuevo Gobierno, obligado a gestionar las cuentas públicas
heredadas del PP, se iba a centrar en la elaboración y aprobación por
las Cortes de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2019,
como autopista capaz de llevarle en volandas hasta el final de la
legislatura y, sobre todo, como llave maestra con la que poner en marcha
las políticas fiscales propias de todo populismo que se precie,
consistentes en la creación de un gran bloque social proclive a vivir de
lo público, sociedad subvencionada capaz incluso a renunciar a su
libertad a cambio de subsistir aferrada a las ubres del padre Estado, y
dispuesta, naturalmente, a defender a capa y espada a sus libérrimos
benefactores. Dispuesta a votarles en cualquier circunstancia. Venezuela
en estado puro.
La propaganda oficial hablaba de “revertir los recortes
sociales y de derechos sufridos por los ciudadanos durante los Gobiernos
del PP”. ¿Alguien habló de que una vez hubo una crisis? Había que
dibujar un panorama aterrador: “La pobreza se enquista en España”.
“España, el país de la UE con más trabajadores pobres”. “La pobreza
infantil en España afecta a uno de cada tres niños”. Son solo tres
ejemplos de un elenco infinito. De modo que ellos llegaban para acabar
con la pobreza arruinando la economía. Pretenden hacerlo mediante un
proyecto de PGE que tiene en la perplejidad a una mayoría de
economistas. Con un aumento del gasto que algunas fuentes cifran en
16.000 millones y con unos ingresos inflados que nadie se cree. Un gasto
público desaforado, que el nuevo Gobierno pretende financiar con
subidas de impuestos dizque a los ricos pero que terminarán pagando
tirios y troyanos, fundamentalmente las clases medias. Unos PGE que son
papel mojado, como ha puesto de manifiesto la propia ministra Marisú Montero,
para quien las cuentas públicas se pueden maquillar a placer porque
nunca se cumplen, “que yo ya lo hice en Andalucía”, dice campanuda, y no
pasó nada, Unos PGE que, en su actual formulación, elevarían el déficit
al menos hasta el 2,2% del PIB, muy lejos del 1,8 solicitado por
Sánchez a Bruselas, y no digamos ya del 1,3% previsto por el PP.
Unos
Presupuestos que permitan empezar a consolidar esa clase de españoles
subvencionados y dispuestos a partirse el pecho por nosotros. Son los
aventajados del chavismo. Para lo cual es imprescindible lograr su
aprobación en el Parlamento, lo que reclama el voto a favor del arco de
partidos que, desde el totalitarismo separatista al comunismo
antisistema, llevaron a Sánchez a La Moncloa. De esa tarea se viene
encargando el presidente de facto del Gobierno, su chief executive officer (CEO),
el celebrado marqués de Galapagar, como el viernes se encargó de
demostrar él mismo con su visita a la cárcel donde permanece recluido Oriol Junqueras.
Ahí estamos, con los Presupuestos del reino de España negociados por
los enemigos de España, suprema contradicción, entre un chavista que
aspira a hacer añicos la Constitución y el líder de un partido como ERC
empeñado en acabar con esa unidad de España que es garantía de libertad y
de igualdad entre españoles. Desde el episodio de Carlos IV y su heredero en Bayona lustrando las botas de Napoleón, jamás los españoles habíamos sido sometidos a tamaña humillación.
Iglesias fue a explicar al golpista que solo aprobando
los Presupuestos será posible mantener en el poder a un Gobierno que se
ha comprometido a redirigir a la Fiscalía para que retire los cargos más
graves. Y que solo aprobando los Presupuestos será posible agotar la
legislatura y dar pie, después de una sentencia descafeinada, a obtener
el indulto. Con el diario El País alisando el
terreno de la vergüenza al día siguiente, es decir, ayer mismo. Antes
habían salido otros palanganeros, gente tan principal como el ex
presidente del Tribunal Constitucional, ni más ni menos, Pascual Sala, conocido en los ambientes político-judiciales como don Pascualone,
diciendo que ni hablar, hombre, a quién se le ocurre por un golpe de
Estado de nada, qué barbaridad, ahí no hay delito de rebelión y si le
apuran, sin apurarle mucho, ni siquiera de sedición. Son los vende
patrias, la podredumbre intelectual y política de esas élites con
rodilleras ante el poder político, la amoral cobardía de esos altos
funcionarios prestos a servir al amo, siempre a sotavento de su
estómago. Es la gente que hace tan difícil imaginar una salida
razonable, liberal e ilustrada para el futuro de España.
Iglesias se alinea con ERC
Junqueras
respondió al de Galapagar que verdes las han segado, que Esquerra
Republicana no se sentará a negociar la aprobación de los PGE de Sánchez
a menos que Sánchez “no haga un movimiento previo y de categoría” en
favor de los políticos presos. ¿De qué “categoría” hablamos? Y se vino
el señor marqués ante las cámaras encantado de haberse conocido, y, en
lugar de censurar la actitud del separatista y recordarle por qué está
en prisión, prácticamente se hizo a su lado, arbotante de iniquidad, al
punto de regalarle la condición de preso político: “Están presos por
hacer política y deberían estar en libertad. El nivel de acuerdo con ERC
es amplio. Podemos y ERC estamos muy cerca. Nosotros hemos hecho
nuestro trabajo y ahora, como dijo Pedro Sánchez, le toca al Gobierno
moverse” (tomado de la edición de ayer de ABC). Este es el personaje que sostiene al Gobierno y sobre el que hoy descansa el futuro inmediato de España.
Y Sánchez (circula por ahí un curioso intercambio de
mensajes entre el Doctor y su “negro”, con motivo de la tesis del
escándalo, del tipo “Con tanto ajetreo me tienes que dar varias sesiones
si me veo obligado a comparecer” “Qué aprieto tengo”), se moverá lo que
haga falta, aunque tal vez no necesite hacerlo en demasía, que los
separatistas jamás pudieron imaginar paisaje tan idílico para sus
intereses como el actual. Se moverá lo que sea necesario porque este
PSOE no tiene nada que ver con el PSOE que conocimos en la Transición,
columna fundamental, con sus errores y aciertos, de aquel periodo
finiquitado en 2014. Este es un PSOE podemizado, aceleradamente “maduro”
a la venezolana manera, protagonista de un escándalo diario al que
asisten espantados y en silencio acobardado los Felipes, Rubalcabas
y compañía, un PSOE dispuesto a reñir con Podemos la hegemonía de la
izquierda radical en un cruce de navajas del que habrá que ver quién
sale vencedor. Decía ayer Gregorio Morán en
estas páginas que “Lo inquietante no reside en un tipo ambicioso y
torpe que es capaz con las cartas que tiene, no de jugárselo a un envite
del que no podrá escaquearse, más pronto que tarde, sino en que haya
construido un castillo de naipes que resiste a la fragilidad gracias a
sus descolocados compañeros de mesa”.
Un castillo de
naipes que, en esta España desarmada y sin liderazgos, sin sociedad
civil organizada, con partidos en muy mal estado de revista, y con una
prensa podemizada al 100%, puede ser suficiente para llevarnos al puerto
al que nunca imaginamos llegar en los felices días de vino y rosas de
la burbuja, tan lejana ya. Es la España de la “generación de la
mariconez” que se escandaliza por tener que cantar una canción de Mecano
cuya letra incluye ese término. “Mecano en tu padre”, titulaba el
viernes Emilia Landaluce su columna en El Mundo.
Algo hemos hecho mal como sociedad, algo no ha funcionado en esas
parejas de españoles en la cuarentena que han sido capaces de parir
semejante generación de tarados emocionales, prontos a la lágrima fácil,
prestos a la demagogia liberticida, propicios al aprobado general y a
la ayuda de papá Estado, víctimas de las ideologías de género
políticamente correctas, radicalmente inadaptados para competir en el
mundo cruel que se nos viene encima.
La casta se regala hermosas gabelas
De esas élites parasitarias, extractivas diría el calificativo de moda, forma parte Soraya Sáenz de Santamaría,
elevada esta misma semana a los altares del Consejo de Estado, con su
jugoso estipendio, por el Gobierno Sánchez, no se sabe en razón a qué
méritos, aunque es fácil adivinarlos: el premio a su desempeño en la
labor de desmontar el golpe de Estado catalán, y otro sí digo no menos
relevante, a la creación de ese formidable entramado de la izquierda
mediática que actúa de ariete en la demolición de la Constitución y el
advenimiento de la III República. Un nombramiento, con su complacida
aceptación, que pone de relieve los problemas que enfrenta Pablo Casado
para hacer oposición en tanto en cuanto no acometa una profunda
limpieza en la ciénaga heredada de Rajoy, limpieza de personas, de
aquellos que en silencio consintieron el desbarajuste, y regeneración de
ideas, algo que, en mi opinión, nada tiene que ver con Vox y su
circunstancia, sino con la necesidad de centrar el discurso de una
derecha moderna y desacomplejada, derecha laica abierta a las reformas
estructurales que reclama el país, favorecedora de un emprendimiento
generador de riqueza y empleo, enemiga de la corrupción y los
monopolios, dispuesta a buscar el sitio de España en un mundo
globalizado y agitado por el terremoto de las nuevas tecnologías. Justo
lo contrario de lo que representó Rajoy. Hacer limpieza e incorporar
talento, ese talento sin el cual difícilmente el PP volverá a ocupar la
Moncloa.
Cunde el desánimo en los escasos reductos
liberales que siguen en pie. “Esto está cada día peor”. La prima de
riesgo ha iniciado su camino al alza afectando a la financiación de la
Deuda, al punto de que es fácil imaginar que ese aumento se comerá
pronto cualquier ganancia obtenida con la subida de impuestos. Quien
tiene dinero estudia la forma de poner pies en Polvorosa si no lo ha
hecho ya. El frentepopulismo aventura tiempos difíciles para la economía
y la convivencia. Un frentepopulismo empeñado en deslegitimar a la
Justicia y horadar los cimientos de la Corona, como únicos baluartes en
pie de ese castillo de la Transición que se cae a pedazos. Demolidos
ambos bastiones, el camino a la República Bolivariana de España quedaría
expedito. Cabe esperar poca ayuda de esa UE azotada por una crisis tan
grave al menos como la española. Antes como ahora, la esperanza sigue
descansando en ese pueblo soberano, de centro derecha y de centro
izquierda, dispuesto a defender sus libertades y gritar basta. “¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que soportaros?”
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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