Todo le resbala a este profesional de la política, que estará en el sillón hasta que lo echen
Francisco Robles
Hubo un
Pedro I de Castilla al que unos llamaban el Cruel, y otros, el
Justiciero. Cuestión de perspectiva, como dice doña Rosa en el café que
sigue regentando en La colmena, la obra maestra de Cela. Esa perspectiva
es la que les falla a muchos cuando analizan la labor del actual –ojo a
la ironía, porque puede caer de un momento a otro– presidente del
Gobierno. Pedro I de Moncloa es un político que ha demostrado una
cualidad en su vida profesional: otra vez la ironía, porque la política
es una profesión para este doctor en Copiaypegalogía. Pedro Sánchez
se define por su capacidad para cumplir el mandato de don Camilo a
rajatabla. El que resiste, gana. Y tanto que gana. Desde el congreso de
su partido, hasta la Presidencia del Gobierno que le otorgó el Congreso
de los Diputados sin necesidad de ganar las elecciones. Como si fuera
uno de esos aprobados de despacho que se inventó la Logse para maquillar
el fracaso escolar. Exactamente igual.
Da lo mismo que sus ministros dimitan porque no llegan al listón de honradez que les impuso un tipo que ha conseguido el doctorado a la remanguillé. Da igual que el país vuelva a sentir la zozobra de la crisis económica por la inseguridad jurídica y normativa que propicia este Gobierno de ocurrencias que no va más allá de los viajes y las puestas en escena. ¿O no es eso lo que pasó en La Moncloa cuando celebraron el final del terrorismo el pasado lunes, vulgo antier? Sánchez no ha terminado con esta lacra, pero se apunta el tanto con un acto, que es lo suyo. Marketing. Mercadotecnia. Merchandising. Venta de humo.
Todo le resbala a este profesional de la política que estará en el sillón hasta que lo echen. Primero le dobló el brazo al aparato de su propio partido. Susana Díaz perdió el pulso y Sánchez salió victorioso y reforzado por las bases que aspiran a lo mismo que él ha conseguido: vivir del presupuesto, como lúcidamente denominó a esta clase política el añorado Félix Bayón. Por eso no se irá por la puerta grande quien entró por la gatera del pacto de perdedores. Sánchez, que es hijo del caciquismo de la Restauración aunque él no lo sepa, es consciente de que las elecciones se ganan después de conseguir el poder. Esa carambola ya la ha realizado en su primera fase. Ha conseguido firmar en el BOE sin el aval de las urnas. Desde el poder se ganan los comicios más fácilmente. Eso lo sabían Cánovas y Sagasta. Y lo sabe Sánchez.
FRANCISCO ROBLES Vía ABC
Da lo mismo que sus ministros dimitan porque no llegan al listón de honradez que les impuso un tipo que ha conseguido el doctorado a la remanguillé. Da igual que el país vuelva a sentir la zozobra de la crisis económica por la inseguridad jurídica y normativa que propicia este Gobierno de ocurrencias que no va más allá de los viajes y las puestas en escena. ¿O no es eso lo que pasó en La Moncloa cuando celebraron el final del terrorismo el pasado lunes, vulgo antier? Sánchez no ha terminado con esta lacra, pero se apunta el tanto con un acto, que es lo suyo. Marketing. Mercadotecnia. Merchandising. Venta de humo.
Todo le resbala a este profesional de la política que estará en el sillón hasta que lo echen. Primero le dobló el brazo al aparato de su propio partido. Susana Díaz perdió el pulso y Sánchez salió victorioso y reforzado por las bases que aspiran a lo mismo que él ha conseguido: vivir del presupuesto, como lúcidamente denominó a esta clase política el añorado Félix Bayón. Por eso no se irá por la puerta grande quien entró por la gatera del pacto de perdedores. Sánchez, que es hijo del caciquismo de la Restauración aunque él no lo sepa, es consciente de que las elecciones se ganan después de conseguir el poder. Esa carambola ya la ha realizado en su primera fase. Ha conseguido firmar en el BOE sin el aval de las urnas. Desde el poder se ganan los comicios más fácilmente. Eso lo sabían Cánovas y Sagasta. Y lo sabe Sánchez.
FRANCISCO ROBLES Vía ABC
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