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miércoles, 10 de octubre de 2018
INDEPENDENTISMO: SE ROMPIÓ DE TANTO USARLO
Ni el Govern está “fuerte y unido” ni la estabilidad está garantizada, como decían Torra y Aragonès hace cuatro días
Ilustración: Raúl Arias.
Ayer se rompió el independentismo catalán de tanto usarlo. No solo por la parte de los CDR y la CUP: “Desobediencia o dimisión. Si estás cansado, vete”, gritan a Torra sus propios ‘escamots’ ante unos ‘mossos’ que se sintieron “desbordados y vendidos” en un reciente intento de asalto al Parlament. Ahora se trata de ERC, liderada desde la cárcel por Oriol Junqueras, harto de que las instituciones catalanas hayan sido confiscadas por el narcisismo de Carles Puigdemont.
Aunque
el fugado quiere ser Ulises, MacArthur o Tarradellas tirando por lo
bajo, en la búsqueda del camino de vuelta, se quedará en el caudillo que
dejó a sus seguidores a los pies de los caballos del represor Estado
español mientras él hacía turismo patriótico con un lazo amarillo en la
solapa.
Así que ni el Govern está “fuerte y unido” ni la estabilidad está garantizada, como decían Torra y Aragonès hace cuatro días.
Va a resultar que su Waterloo no estaba cerca de Bruselas sino en el
Parque de la Ciudadela, emplazamiento del Parlament, donde la causa se
comió a los causantes en la última sesión del debate de política
general, celebrado a trancas y barrancas a lo largo de la semana más negra del soberanismo.
El caos del jueves pasado se repitió en la jornada de ayer, la prevista para la votación de resoluciones. No pudo ser más desalentadora para los defensores de la Cataluña una, grande y libre. Once votaciones perdidas,
mientras iban cayendo sus más venerados banderines de enganche: desde
el derecho de autodeterminación a la reprobación del Rey, pasando por la
condena del Estado y la violencia policial del 1-O.
No ha sido inesperada caída del caballo sino por la confluencia de
dos razones personales reñidas entre sí. Por un lado, la resistencia del
presidente del Parlament, Roger Torrent, a entrar en la cárcel y perder su posición política. Por otro, la negativa de Puigdemont y tres diputados más de su grupo a ser sustituidos por una decisión judicial de carácter suspensivo.
La
negativa de Torrent a desoír el dictamen de los letrados (votar por
sustitución, sí, pero no por delegación, pues no se puede delegar lo que
no se tiene) se escenificó en la Mesa de la Cámara, con el respaldo del
diputado socialista y el otro de ERC, la abstención de los dos
representantes de Ciudadanos y el voto contrario de los dos de JxCAT.
Trasladado al hemiciclo (135 votos), resultó que la hasta ahora
recurrente mayoría independentista (70 diputados) se quedó reducida en cinco votos:
los cuatro insumisos de JxCAT y uno de ERC (Toni Comin, huido en
Bruselas). Lo cual privó de suficiente apoyo parlamentario al plan de
hacer efectiva la “república del 1 de octubre”.
Después de
asomarse al abismo, a los independentistas les queda un futurible como
elemento de cohesión. Su cuento de la lechera es una condena de los
dirigentes procesados por rebelión y otros presuntos delitos. A más
pena, más posibilidades de recomponer la unidad malograda a la primera
ocasión de incurrir en delito de desobediencia.
En Moncloa toman nota
de que ERC ha perdido la paciencia y vuelven a confiar en que pueda
frenar la confrontación con el Estado, aun sabiendo que su intención es
la de ensanchar la base social del independentismo hasta que el Estado
no pueda negarse a pactar una consulta sobre el futuro político de
Cataluña.
De momento, el Gobierno de Sánchez celebra que los
principales actores de ERC (Junqueras, Aragonès, Torrent, Tardà) sean
consecuentes de una vez por todas con su declarado pragmatismo. A saber:
repliegue táctico impuesto y nada de prisas ni plazos, que solo
trajeron desgracias a la causa. De
momento, el Gobierno de Sánchez celebra que los principales actores de
ERC sean consecuentes de una vez por todas con su declarado pragmatismo
Por
medio puede cruzarse una nueva llamada a las urnas, donde vuelvan a
medir sus fuerzas en un nuevo reparto de cartas las dos fuerzas
principales del nacionalismo catalán, los republicanos de Junqueras y
los divididos neoconvergentes de Puigdemont. A ese respecto, todos en
estado de alerta ante la fecha del 27 de octubre. Es el aniversario de
la declaración de la república independiente de Cataluña. Pero también
es el primer día que Torra puede convocar elecciones (un año desde la
anterior convocatoria). Serían las quintas en ocho años.
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