Las 35 empresas entienden que lejos de amainar los vientos contrarios a sus intereses, el segundo Gobierno de Rajoy está más ebrio de populismo antiempresarial que nunca
PLL
“Ni es explicable que un ciudadano, cualquiera de nosotros, esté tributando lo que está tributando por el impuesto sobre la renta o una pyme esté tributando un 18% y un grupo consolidado esté tributando el 7%, no se entiende. No se entiende ni se puede aceptar”.
Cristóbal Montoro, en su comparecencia en la comisión de Hacienda y Función Pública en el Congreso de los Diputados (25 de enero de 2017).
Muy pocos apostaban por la continuidad de Montoro para esta segunda legislatura Rajoy, especialmente los miembros del Ibex 35, que lo consideraban poco menos que el doctor Maligno, con el dedo meñique entre los dientes maquinando contra las grandes empresas. Lo daban por amortizado. O al menos aquel era su oscuro deseo. Pensaban que el ministro había quedado abrasado de tamaña sobreexposición pública y que a Rajoy no le quedaba más remedio que recoger las ascuas y colocar a un sustituto en su puesto.
Fallaron en sus pronósticos. El economista jienense no solo continúa en el cargo sino que se le ve más fuerte que nunca, un alfil indispensable para el jefe en su papel de ‘Pepito Grillo’ y “acumulando trienios al servicio de lo público”, como le gusta presumir al susodicho. En la Real Casa de la Aduana, Alcalá 5, sede de Hacienda, su nombre entinta las paredes del palacete como uno de los ministros más prolíficos y duraderos de la historia reciente.
Con la presencia omnímoda de Montoro en el Ejecutivo, el Ibex entiende que lejos de amainar los vientos contrarios a sus intereses, el segundo Gobierno de Rajoy se encuentra más ebrio de populismo antiempresarial que nunca, con ejemplos tales que el incremento del salario mínimo interprofesional (SMI) y la subida del impuesto de sociedades, por eso de que a las grandes compañías “les conviene pagar más, porque así se mantiene la cohesión social” y hay menos “desafección hacia la política”, según defiende el ministro.
Como se recordará, el Real Decreto-ley 3/2016, de 2 de diciembre, por el que se adoptaban medidas en el ámbito tributario dirigidas a la consolidación de las finanzas públicas, incluía una subida en el impuesto de sociedades que suponía un serio varapalo a las compañías, al reducir las deducciones a las que se podían acoger para así acercar el tipo real al nominal.
Mientras que hasta ahora una empresa media pagaba en torno a un 15% de sus beneficios, el tipo efectivo de los grandes grupos ascendía a solo el 7%. Hace cinco años, ni siquiera eso. Por aquel entonces, los grandes grupos pagaban menos del 3%, es decir, a precio de chamarilero.
El citado real decreto-ley implica a su vez una limitación en las deducciones por activos diferidos en balance (DTA), así como la eliminación de la deducción de los fondos de comercio en el exterior, lo que tendrá sin duda un impacto en las cuentas de resultados de las compañías, impacto que necesariamente tendrá que ser negociado con Hacienda. Montoro lo sabe y les está esperando en sus dependencias con la vara del colegio.
Si Montoro es un rojo peligroso, a Nadal lo señalan como a un esbirro de Podemos después de sacar el bono social y cargar contra las eléctricas
El cabreo sordo de las grandes empresas es incuestionable y sus miembros más representativos no dudan en calificar estas medidas de “socialdemócratas” y a Montoro, de “rojo peligroso”. Al resto de miembros del Ejecutivo de Rajoy les reservan adjetivos similares. Si Montoro es un rojo peligroso, a Álvaro Nadal lo señalan como si fuera un esbirro de Podemos después de sacar adelante el bono social con la ayuda del PSOE y cargar subrepticiamente contra las eléctricas a cuenta del recibo de la luz.
Las lamentaciones son 'sotto voce' y las salmodias, en 'petit comité'. “La subida del SMI se criticó con sordina. Sabíamos que era un pacto político y que ahí era mejor no entrar”, señalan desde una de las patronales. No se atreven a airear las críticas en público. Se prodigan poco desde que estalló la gran crisis y se puso todo del revés.
¿Por qué ha tardado tanto tiempo en salir a la palestra Eduardo Montes, presidente de la patronal eléctrica, para explicar el carajal de los megavatios? ¿Cuántos empresarios o consejeros delegados del Ibex han dado una entrevista a la prensa en los últimos 10 años, ya sea de Pablo Isla, presidente de Inditex, el grupo que más cotiza en el Ibex, o de Francisco González, Ana Botín o cualquier otro de los grandes? ¿Cuántos?
En el mundo del dinero, hay muy pocos que den la cara por miedo a que se la partan. Y cuando se lanzan, lo hacen con tan poca fortuna que se convierten rápidamente en la diana fácil de las redes sociales y acaban demonizados antes de que les dé tiempo a pedir disculpas y alegar que se les ha malinterpretado. Las redes sociales se asemejan al jurado del juicio a O. J. Simpson. Son emocionales. Respiran por las tripas y no atienden a razones.
Le pasó al presidente del Círculo de Empresarios, Javier Vega de Seoane, que se ‘marcó un José Carlos Díez’ la semana pasada, tras dejar caer que “los empresarios huyen como de la peste de situaciones como la de Cataluña” y que “había que bajar las pensiones”, recuperando de esta forma la incontinencia verbal de su predecesora, Mónica Oriol.
Los empresarios no dan la cara por miedo a que se la parta la opinión pública. Las redes sociales son peor que el jurado de O. J. Simpson
El ambiente ha cambiado. Lo lleva haciendo desde hace 10 años. El liberalismo no está de moda. Se cuestiona que existan paraísos fiscales y que multinacionales como Google no tributen en España pese a sus abultadas ganancias. También se defiende la regulación de los mercados para mantener el Estado del bienestar y evitar burbujas financieras.
De igual modo, se confunde ideología con identidad. De ahí que, de forma simplista, Montoro y Nadal sean tachados de rojos peligrosos a pesar de pertenecer al PP, como si los políticos conservadores no pudieran ser solidarios o los socialistas no pudieran creer en la meritocracia, por poner un ejemplo en el lado contrario.
Es ahora cuando se empiezan a analizar las consecuencias de la crisis que golpeó el mundo con gran virulencia a partir del año 2007. Occidente ha sufrido una metamorfosis y los empresarios, tarde y mal, se están percatando de ello a base de golpes.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
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