El documento de Iglesias para Vistalegre II pretende servir de bisagra para consensuar una estrategia única con errejonistas y anticapitalistas, aparcando el debate sobre el modelo organizativo
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, junto a otros dirigentes durante el acto de presentación de la propuesta 'Podemos para todas'. (EFE)
El documento estará listo a principios de la próxima semana, y tras su presentación oficial se abrirá a las bases y a las direcciones territoriales “para seguir completándolo”, tratando siempre de alcanzar el mayor consenso posible y lanzar así un guante a los sectores errejonista y anticapitalista. Estos últimos presentan hoy sus documentos, apadrinados por el eurodiputadoMiguel Urbán y la coordinadora andaluza, Teresa Rodríguez, mientras que el número dos también ultima el suyo propio, que espera tener listo en los próximos días. El ‘Plan 2020’ de Iglesias será un único texto de tipo “político-estratégico” que no irá acompañado, al menos en esta primera fase del proceso de debate, ni del modelo organizativo ni del ético ni del de igualdad, los otros tres ejes sobre los que se definirá la hoja de ruta del partido en el congreso.
La búsqueda de la polarización con el PP es la apuesta estratégica en la que se fundamentará el documento capitaneado por Iglesias. Las fechas elegidas por el líder de la formación para el congreso presencial, los días 10, 11 y 12 de febrero, coincidiendo con el cónclave del PP, “no son casuales”, según remarcan. “Queremos poner encima de la mesa los dos proyectos políticos que hay. Escenificarlo haciéndolo de forma simultánea ya es un mensaje para el país, de los dos únicos modelos alternativos que hay y que los ciudadanos los puedan ver a la vez”, explican desde el gabinete del secretario general.
En base a estas intenciones, que apuntan a una estrategia de largo recorrido hasta las próximas elecciones, la relación con el PSOE y, por tanto, la estrategia institucional se centran en una batalla simbólica marcando distancias con las formaciones denominadas constitucionalistas. Lo que se pretende fraguar es una alianza de país, que refuerce el trabajo conjunto con las confluencias, el resto de fuerzas del cambio integradas en Unidos Podemos y con la sociedad en su conjunto, labrando el denominado “bloque histórico” y contribuyendo a construir “contrapoderes” en la sociedad civil.
Nada más lejos de buscar acuerdos parlamentarios a toda costa con los socialistas, máxime dada la tendencia al acercamiento entre PSOE y PP en acuerdos fundamentales durante estos primeros compases de la legislatura, y cuya principal prueba de fuego de esta suerte de gran coalición en diferido serán los Presupuestos. Sin cheques en blanco y sin contribuir a un lavado de imagen de los socialistas, puesto que de lo que se trata es de hacerse con el título de líderes de la oposición, tanto dentro como fuera de las instituciones.
El documento pretende servir de bisagra para consensuar una estrategia conjunta, pues el sector pablista presupone menores diferencias con los errejonistas y anticapitalistas en este punto que en el modelo organizativo. Sin embargo, el trabajo parlamentario es fundamental para el proyecto de Íñigo Errejón, centrándose en demostrar la utilidad de la formación en las instituciones. Los pablistas, que sentaron las bases de su apuesta defendiendo el 'leitmotiv' de “un pie en las instituciones y mil en la calle”, rebajan ahora esta premisa reconociendo cierta importancia a la actividad parlamentaria y negando que vayan a prescindir de esta pata, pero sí remarcan sus límites y argumentan que es más factible torcer el brazo al Gobierno desde la movilización social que desde el Congreso.
A
la espera de que se aterricen las propuestas en los documentos, tanto
el que encabezará Iglesias como el de Errejón, las diferencias entre
ambos, más allá de retórica propia de campañas electorales,
esta vez a la interna, siguen centrándose en si la estrategia ganadora
pasa por tender la mano al PSOE o no. Esto es, si para llegar “a los que
faltan” se debe centralizar el proyecto mirando a los votantes
desencantados con los socialistas o mantenerlo en coordenadas
rupturistas, buscando atraer votos en el abstencionismo y atrayendo a
los votantes huérfanos de partido hacia sus tesis. Iglesias se inclina
por la coherencia y la estrategia a medio y largo plazo, mientras que
Errejón apuesta por un mayor pragmatismo centrado en el corto plazo.
Ambos buscan sentar las bases de “un Podemos ganador”, concepto del que
se han reapropiado los pablistas.
Guiños a la transversalidad de Errejón
Las
diferencias tácticas, obviando la guerra de poder, no impiden que el
secretario general intente dar una oportunidad para la búsqueda de
acuerdos. Una puerta que tampoco cierra Errejón. Combinar ambas tesis e
integrarlas en un documento conjunto es el objetivo que se marcará el
líder de la formación con el ‘Plan 2020: ganar al PP y gobernar España’.
En el propio título se hace un guiño a la transversalidad patriótica
del errejonismo, por encima de las apelaciones de clase, incluyendo el término 'España', a pesar de que algunos dirigentes cercanos a Iglesias se inclinaban por utilizar el concepto de 'país'.
El
congreso de Vistalegre que determinará el proyecto de Podemos para los
próximos tres años no se jugará solo los días 10, 11 y 12 de febrero,
sino en las semanas previas de negociaciones desde que se presenten los
diferentes documentos provisionales asociados a cada sector. El periodo de transacciones y búsqueda de acuerdos para
listas conjuntas se extenderá hasta el día 2 de febrero. Dos días
después, se iniciará el periodo oficial de campaña y se abrirán las
votaciones, cuyos resultados se conocerán el mismo domingo 12 de febrero
como cierre del cónclave.
La apuesta pasa por la unidad, buscando que los dos proyectos se complementen, aunque de momento reine el escepticismo tanto en el equipo de Iglesias como en el de Errejón. En caso de no alcanzar este propósito, a Iglesias siempre le quedará otro comodín, que sería buscar una alianza con el sector anticapitalista, como ya hizo en las asambleas autonómicas de Madrid y Andalucía. El sector radical del partido pretende concurrir con su propia lista y proyecto, pero tanto la cercanía con las posiciones de Iglesias como los precedentes y las barreras que entraña para las minorías el sistema de votación elegido (que los relegaría a entre dos y cuatro asientos en el consejo de los 62 en juego, si se mantienen entre el 10 y el 15% de apoyos) los empuja hacia el acuerdo.
IVÁN GIL Vía EL CONFIDENCIAL
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