Ciudadanos da un vuelco a su estrategia. Abandona al PP en el bloqueo a
los presupuestos en el Senado. Una cabriola por sorpresa con la mirada
puesta en las urnas
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, presidió la reunión del grupo parlamentario Ciudadanos.
EFE
“No somos de
derechas ni de izquierdas. Ni conservadores ni intervencionistas. Ni
rojos ni azules. Hay que sumar, no se puede tirar a nadie por la borda”.
Rivera, de momento, se ha desprendido de
su emparejamiento con el PP y, en un movimiento súbito, se ha pasado al
PSOE. No se trata de que vaya a intentar una coalición de Gobierno con
Sánchez, lo que pretendió tiempo atrás, sino de permitirle abrir la
puerta parlamentaria que podría desatascar sus Presupuestos.
Al margen de confusa, la jugada de Rivera es técnicamente impoluta (Ciudadanos no respaldará las cuentas del PSOE,
las torpedeará mediante enmiendas en su trámite parlamentario) y
políticamente oportunista. Abandona al PP, que en su nueva etapa ‘apesta
a derechona’, dicen los naranja, y se erige en el cancerbero del
Parlamento, en el árbitro de los nuevos tiempos. Desbloquea la Mesa de
la Cámara, abre el portillo a 21 proposiciones de ley que estaban
anestesiadas y, entre ellas, se cuela de rondón la reforma de la ley que
otorga al Senado el poder de neutralizar los presupuestos socialistas.
Es decir, le arrebata al PP el 'cañón Bertha' de su mayoría absoluta en
la Cámara Alta.
Se
cansó Rivera de aparecer como el monaguillo del PP, el 'PP bis', la
‘Mili de Pili’, el clon de Casado, el partido inútil, el mamporrero del
cuento. Huele a urnas en España y Ciudadanos retorna a sus orígenes,
recupera su vieja tonadilla. Ni con unos ni con otros, ni con éstos ni
con aquellos. La España centrista, la que
decide elecciones, la que corta el bacalao. Una apuesta arriesgada en el
plano corto. En los próximos días, a Rivera le van a tachar de
palafrenero de Sánchez, le van a situar junto a Podemos y ERC, le van a hacer el traje de asistente triste del PSOE. Juan Carlos Girauta
se afana, con su erudición exquisita, por explicar el contenido de este
trascendental paso, que imprime un sesgo inesperado a la legislatura.
“Todo eso está muy bien pero se han convertido en el salvavidas del
PSOE”, es la respuesta del PP. Simple, palmaria, directa y eficaz.
Cs dice que el PP, en su nueva etapa, ‘apesta a derechona’. Rivera se erige en el cancerbero del Parlamento, en el árbitro de los nuevos tiempos
Cuando le reclaman que desmenuce sus diferencias con
Ciudadanos, Casado recurre siempre a una frase muy básica: “Nosotros
somos el centro derecha y ellos el centro izquierda. Si quieren crecer,
que apunten al PSOE”. Eso acaban de hacer. Dejar plantado al PP, “que
tizna, con su corrupción y su derechización aznarista”, y buscar de
nuevo su hueco en el centro/centro. El centro, esa eufónica entelequia,
ese mágico concepto que los electores apenas entienden. Decía Boadella, uno de los padres fundadores de Cs, que “si sólo somos un partido de centroizquierda, tenemos los días contados”. Savater remachaba: “Ciudadanos es el partido con menos carga ideológica de los que pululan por ahí”. Félix Ovejero hablaba de “un partido transversal, hasta ahora en Cataluña lo único transversal es el nacionalismo”.
En
el sobrevenido marasmo de esta derecha con tres patas (o dos patas y
una patita), Rivera se encontraba incómodo, maniatado, atenazado,
subsumido. “La marca blanca del PP”, le decían. Con Vox ya las ha
tenido, tanto en los preparativos de la concentración de Alsasua como en
Barcelona, Manuel Valls mediante.
En defensa de la Corona
Con
Casado apareció en Oviedo, en amor y compaña, en una fotografía
histórica durante la entrega de los premios Princesa de Asturias. En el
patio de butacas del Campoamor, a ambos lados del pasillo, se hablaban y
sonreían tras escuchar el discurso de Felipe VI.
Era la imagen de la atenta vigilia de los dos cancerberos de la
Monarquía y la Constitución. Ese idilio político, básico para este
tiempo de convulsiones y acechanzas, de traiciones y asonadas, acaba de
saltar por los aires.
Los presupuestos
arrancarán su andadura parlamentaria sin tener claro su final. No
llegarán a tiempo, según los augures que brujulean por el Hemiciclo.
Ocurra lo que ocurra, Ciudadanos ha demolido el bloqueo que le permitirá
a Sánchez, al menos, intentarlo. En resumidas cuentas, cambio de
pareja. Del azul, al rojo. Un reduccionismo algo falsario de la nueva
situación. Pero ya se sabe que en política, las cosas nunca son lo que
son, sino lo que parecen.
JOSÉ ALEJANDRO VARA Vía VOZ PÓPULI