El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, felicita a Mariano Rajoy tras ser investido presidente del Gobierno. (Reuters)
Ni el partido de Rivera es el socio preferente del Gobierno, ni los dirigentes de C's están satisfechos de cómo se esta desarrollando el pacto que invistió a Rajoy con la abstención de los socialistas
En la comparecencia del presidente del Gobierno celebrada el pasado día 30, Rajoy se refirió a Ciudadanos como “el socio preferente”. El líder del PP nunca pierde las formas, ni descompone la figura, aunque, como es sabido, las mata callando. Lo cierto y verdad es que ni el partido de Rivera es el socio preferente del Gobierno —sí necesario, el preferente es el PSOE—, ni los dirigentes de Ciudadanos están satisfechos de cómo se está desarrollando el pacto que invistió a Rajoy con la abstención de los socialistas. Estos están comiendo la merienda a los naranjas, que han iniciado el año con dos desplantes populares que implican, de hecho y si se consuman, la revocación unilateral de algunas de las medidas (fueron 150) pactadas con los conservadores. Según los borradores de las ponencias del próximo congreso del PP, no habrá reforma constitucional y —como ayer dejó nítido el vicesecretario de Organización del PP, Martínez Maillo— nadie piensa en su partido que Rajoy se limite a agotar la actual legislatura para retirarse a su término.
Si no hay reforma constitucional —aunque sea limitada—, no se podrán suprimir los aforamientos políticos previstos en la Carta Magna y de los que se benefician tanto los miembros del Gobierno como los diputados y los senadores. Luego, en varias leyes orgánicas se contemplan otros aforamientos —la mayoría profesionales— y en los estatutos de autonomía. Ciudadanos pactó con el PP la reducción drástica de los aforamientos. No parece que el Gobierno esté por el cumplimiento de ese acuerdo: tiene un coste demasiado alto en las actuales circunstancias. Tampoco parece probable que el PP asuma que Rajoy haya cerrado su periplo como candidato a la presidencia del Gobierno el pasado 26 de junio. En su organización, le consideran un activo imprescindible y tampoco existe la más mínima disposición a cumplir el pacto de limitación de mandatos, como se acordó con Rivera.
Ciudadanos se está moviendo en un terreno político pantanoso. Como ayer se acreditaba en un sondeo publicado por el diario 'El Mundo', se reconoce al partido su esfuerzo y coherencia y Rivera es bien valorado. Las encuestas mantienen al partido naranja entre el 12% y 14% en intención de voto, con una horquilla de diputados de entre 27 y 33. Carles Castro, un preciso intérprete de los estudios demoscópicos, aclaraba ayer en 'La Vanguardia' que la mitad de los votantes de Ciudadanos procede del PP y solo uno de cada cinco del PSOE. Es cierto que en Cataluña penetró en bolsas electorales del PSC, pero siempre obtuvo más votos de exelectores del PP. Coherente con la realidad ideológica de su electorado mayoritario, C´s se ha redefinido anclándose en el liberalismo, el laicismo y en una visión de progreso en lo social, pero ha oscurecido —y es lógico, por su propósito de implantarse en toda España— su origen catalán y ha omitido cualquier raíz socialdemócrata. Uno de sus fundadores, Francesc de Carreras, animaba ayer en 'El País' a que Ciudadanos diese contenido ideológico al centrismo que proclama. Y en eso están sus dirigentes, cara a su asamblea de febrero.
Cierto es que Ciudadanos y Rivera necesitan una buena definición ideológica. Pero también un buen diseño estratégico. De momento, Rajoy —a la chita callando— les está arrinconando. No solo no se van a cumplir las 150 medidas pactadas para su investidura, sino que, de hecho, el PSOE —hasta que le convenga— ha de seguir siendo el socio preferente del Gobierno y del PP, pinzando a C´s, que ya ha tenido que desmarcarse de algunas medidas del Ejecutivo avaladas por los socialistas, como el Real Decreto Ley de medidas fiscales (sociedades, impuestos especiales). La ley de autónomos está todavía en el limbo, y medidas de exacción adicionales a los beneficiados por la amnistía de Montoro no se vislumbran en el horizonte. Ambas, peticiones de Ciudadanos que se hacen esperar.
Se trataría de implementar una estrategia global poniendo en valor, también, su fuerza en Cataluña, para recuperar un terreno que ha ido perdiendo
Veremos cómo se plantean los Presupuestos Generales del Estado, pero no sería demasiado sorprendente que el Gobierno hiciese mayoría con el PNV —muy lejano a Ciudadanos— y con el PSOE. El objetivo de Rajoy es cubrir 2018, aunque sea con las cuentas prorrogadas. Y llegar a una nueva confrontación electoral —que él pretende encabezar por el PP, lo cual, ahora, resulta más que verosímil—, horadando la bolsa electoral de Ciudadanos: algo más de tres millones de electores a los que el PP tratará de demostrar que la opción de Rivera es estéril e innecesaria.
Los dirigentes del Ciudadanos saben —otra cosa es que se cuiden de verbalizarlo— que Rajoy les ha hecho caer en una trampa. La solución no era (y no es) la que se propugna por algunos: la entrada de Rivera en el Gobierno, sino en replantearse la situación y hacer valer sus 32 diputados de una manera quizá distinta a la prevista y apretando por donde el partido naranja tiene más posibilidades: Madrid, Rioja, Castilla y León… y respecto al PSOE, Andalucía. Se trataría de que Ciudadanos implementase una estrategia global —autonómica y en el Congreso—, poniendo en valor, también, su fuerza en Cataluña, para recuperar un terreno que, desde la toma de posesión del Gobierno de Rajoy y desde sus primeras medidas, ha ido perdiendo. Rivera ha ganado la andanada político-mediática que afirmaba una supuesta crisis interna en su partido; también ha acertado con la redefinición ideológica. Su reto, ahora, es táctico y estratégico. De corto y medio plazo.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
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