Es ya una un tópico y, por lo tanto, tiene
mucho de verdad, afirmar que nuestros hijos vivirán peor que los
padres, o que vosotros jóvenes viviréis peor que ellos, que es otra
manera de decirlo.
Pero, como en todas
las cuestiones sociales, la tendencia no significa inexorabilidad. La
probabilidad no es fatalidad. Si nos preguntamos cómo lograr que la
realidad sea diferente a aquella máxima, seguramente afirmaremos que es
responsabilidad de los gobiernos. También en este caso habrá una buena
parte de razón en la respuesta, pero en ningún caso toda la razón.
Porque en demasiadas ocasiones asignar toda la responsabilidad al
estado, a los poderes públicos, significa ignorar la parte -sólo una
parte, pero muy real- de responsabilidad personal que hay en las
posibilidades de progreso de los hijos o de empujón del hijo para
superar las condiciones adversas. Naturalmente estos esfuerzos de cada
familia, de cada persona, pueden ser ignorados por los poderes públicos,
o favorecidos, incluso perjudicados, y por lo tanto hay en todo esto
otra dimensión de las políticas públicas: construir buenas condiciones
para los esfuerzos personales.
No deja
de ser sorprendente, o quizás es una manifestación de impotencia o de
ceguera ideológica, que las nuevas formaciones, Podemos, la gente de la
Colau y sus confluencias, estén, por un lado y justificadamente,
ocupadas en ayudar a las necesidades básicas de la gente (una cosa
diferente son sus resultados) a base de paliativos económicos, y a la
vez ignoren políticas proactivas que podrían beneficiar el ascensor
social, sobre todo en las rentas más bajas, precisamente aquellas en las
que hoy los hijos, incluso, lo podrán pasar más mal que los padres.
Un estudio aclarador:
Un
ejemplo de sobre qué fundamentos se puede montar este combinado sobre
la mejora de la movilidad social lo aporta el último gran estudio sobre
esta materia (Where is the Land of Opportunity? The Geography of Intergenerational Mobility in the United State)
de Raj Chetty (2014) y otros. De los varios factores que analiza con
mayor incidencia sobre “el ascensor social”, 27 en total, los 10
primeros, los que presentan una correlación más alta, son muy
explicativos. Algunos muy conocidos, otros políticamente incorrectos, y
otros sorprendentes, si se opera desde la ceguera ideológica.
Son estos:
1
“Single moms” Las madres solteras. Con diferencia el factor más
limitado de todos. Un factor que se puede extrapolar; no en todos los
casos, a las familias monoparentales con una mujer delante. Un aspecto
también señalado por el último estudio de la OCDE sobre el bajo
rendimiento escolar, en Low-Performing Students. Why They Fall Behind
and How tono Help Them Succeed.
2 Índice de capital social
3 Tenager lfp rate
4 Proximidad al trabajo. 15 minutos máximo. Sería un indicador del grado de conciliación trabajo-atención a los hijos.
5 Resultados escolares; “las notas”
6 El resultado de aplicar el coeficiente Gini; en otras termas, la desigualdad social
7 Un viejo conocido: el abandono escolar
8 La tasa se divorcio: un indicador políticamente incorrecto
9
El factor religioso. Es una componente del capital social y también,
en nuestras latitudes, resulta de lo más incorrecto afirmar que es un
factor que puede ayudar a la movilidad social (otros estudios y muy
numerosos, por cierto, señalan su relación con el que en este caso son
los puntos 5, y 7)
10 La fractura matrimonial.
De estos 10 componentes, algunos sólo pueden ser tratados desde las políticas públicas y el modelo económico.
Es el caso del sexto factor, la
desigualdad. Pero hay que otorgar atención a que de los diez, tres están
relacionados con la familia, y uno, el primero, presenta además, una
correlación muy alta. Propiciar familias estables favorece el futuro de
los hijos. Las políticas públicas pueden ser favorables a esta cuestión,
así como la opinión mediática, o muy contrarias. Es el caso catalán,
que ha convertido este factores negativos en signos de progreso.
Dos más están relacionados con el capital social, y otros dos con la escuela.
En
definitiva, hay un amplio campo a recorrer que requiere de la vocación
personal, la cultura mediática y las políticas públicas. Y todo esto con
una advertencia, sobre todo a aquellos a quien preocupa más la justicia
social: quién paga el pato de un cambio de modelo que nunca acaba de
llegar son siempre los más débiles.
El
estudio que hemos referido acaba con una conclusión penetrante: un 60%
de las causas de la movilidad social están configuradas por el entorno y
no por ninguna predisposición personal, se puede, por lo tanto, actuar
sobre ellas.
Quizás ya sea hora de que nuestros partidos y gobiernos tomen conciencia y actúen con coherencia.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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