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jueves, 8 de junio de 2017

Un té con mi diputado: ¿es el sistema electoral británico mejor que el español?

En el modelo británico no hay listas, y es el candidato de cada partido quien debe ganarse el voto de su circunscripción, por lo que la relación con los ciudadanos es teóricamente más cercana

El líder de los Liberal Demócratas, Tim Farron, en un bar mientras hace campaña en Twickenham, Reino Unido. (Reuters)


“Estimada Celia. Mi primera prioridad como diputada es asegurarme de que estamos en contacto (…) Por este motivo, te invito a un té en el pub Packhorse”. Leo la carta y no doy crédito. La representante parlamentaria del distrito donde vivo me está invitando a tomar el té. Al ser extranjera, no puedo participar en las elecciones generales de este jueves. Pero por alguna extraña (o divina) razón, mi dirección se ha traspapelado este año y puedo vivir desde dentro un sistema electoral muy distinto al español. Aquí no hay listas. Es el candidato de cada partido quien debe ganarse el voto de su circunscripción.
Un ejemplo: sin estar en campaña electoral, he sido testigo de cómo un diputado acudía a una pequeña fiesta celebrada en la calle por vecinos que lograron convertirla en peatonal. Se sirvieron tartas caseras y el parlamentario formó parte del jurado para elegir 'la mascota más elegante' del barrio.
Sábado, 10 de la mañana. Acudo con puntualidad al local que cita la misiva. Se trata de un pub situado en una de las calles principales de la circunscripción de Brentford & Isleworth, al suroeste de Londres. No es un distrito fácil. Engloba tanto las mansiones de Chiswick como los pisos de protección oficial de Hounslow, muy próximos al aeropuerto de Heathrow.
Para mi decepción, no hay pastas. Solo leche, pero cada vecino debe pagarse su té. La misiva fue enviada antes de que se supiera que había elecciones, convocadas por sorpresa en abril por Theresa May. Por lo tanto, como la carta tiene el membrete oficial de Westminster, cualquier refresco o café que se sirviese gratis rompería el protocolo al considerarse que se están comprando votos.
Necesito más horas para mi centro social. El otro día hubo una pelea y está claro que los chicos están más seguros dentro del local haciendo actividades”, comenta una trabajadora social.
“Tenemos que cortar esta calle al tráfico. Debe ser peatonal, no tiene sentido que siga abierta. Hay mucho ruido y es peligroso para los niños”, dice un vecino.
La rampa para el centro de salud sigue rota y es complicado acceder con la silla de ruedas de mi madre”, señala otra mujer.
Lejos del Brexit, los temas locales son los que protagonizan el encuentro. Los candidatos saben muy bien que las respuestas a estas cuestiones son las que les pueden hacer ganar o perder su escaño. Es más, no son pocas las ocasiones en que, para defender los intereses de su circunscripción, los diputados votan en la Cámara de los Comunes en contra de la disciplina de partido.
Simpatizantes del líder laborista Jeremy Corbyn, durante un mitin de campaña en Colwyn Bay. (Reuters)
Simpatizantes del líder laborista Jeremy Corbyn, durante un mitin de campaña en Colwyn Bay. (Reuters)

Khan sí, Corbyn no

La representante de este distrito en la pasada legislatura, la laborista Ruth Cadbury, por ejemplo, fue una de las rebeldes que votaron en contra de activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa para iniciar el Brexit, contradiciendo así a su líder, Jeremy Corbyn. El gesto le ha asegurado ya el apoyo de Greg para las generales. “Mi mujer es francesa y parece que los conservadores no van a mirar por ella. Corbyn no es santo de mi devoción, pero no es él quien me va a atender luego”, asegura este informático de 44 años.
Lo cierto es que en los panfletos que se ofrecen en la entrada no hay ni rastro de Corbyn. Ni siquiera una foto pequeña en la parte trasera. Como muchos laboristas, esta candidata ha decidido distanciarse del líder y en su lugar prefiere mostrarse sonriente junto a Sadiq Khan. El primer alcalde musulmán de Londres —que en su campaña tampoco quiso posar junto a Corbyn— se ha convertido ahora en el mejor apoyo 'publicitario' para los candidatos laboristas que se presentan en las circunscripciones de Londres.
Aparte de las sesiones de té, los candidatos van literalmente de puerta en puerta pidiendo su voto. Y en ocasiones, estos escasos minutos del cara a cara dan para mucho. Ross, por ejemplo, vive en el distrito de Twickenham. Está casado con una austriaca y votó por el Brexit para “controlar la inmigración”. Y, sin embargo, en las generales apoyará a los Liberal Demócratas, el único partido que promete otro referéndum sobre el acuerdo final al que se llegue con Bruselas. “Simplemente creo que Vince Cable [candidato por esta circunscripción] es un buen tipo. Lo hizo bien cuando estuvo y se preocupó por la comunidad, así que voy a votar por él”.
Algunos analistas consideran que el sistema británico evita de alguna manera un poco más la corrupción, ya que los candidatos no deben ser tan sumisos al partido para ganarse un puesto determinado en las listas. Sin embargo, en 2009, el rotativo 'The Telegraph' sacó a la luz centenares de casos de corrupción donde diputados habían utilizado sus dietas incluso para cambiar dos veces el mismo año el baño de su domicilio. El escándalo acabó con la dimisión de Michael Martin, siendo la primera vez desde 1695 en que el presidente de la Cámara de los Comunes se veía obligado a dejar su cargo.
Theresa May habla en un acto de campaña en Solihull, el 7 de junio de 2017. (Reuters)
Theresa May habla en un acto de campaña en Solihull, el 7 de junio de 2017. (Reuters)

¿Cómo funciona el sistema británico?

El llamado First Past the Post (FPTP, traducido como “el primero que llega a la meta gana”) data de 1948. Desde su entrada en vigor, ha sido calificado como “injusto y desigual”. Pero se le perdonaba todo porque —según sus creadores— permitía “gobiernos fuertes, estables y decisivos”. Aunque la fórmula mágica falló en los comicios de 2010, de los que salió el primer Parlamento sin mayorías desde 1974.
¿Cómo funciona exactamente? El Reino Unido (formado por Escocia, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte) está dividido en un total de 650 circunscripciones, cada una de las cuales tiene un representante en la Cámara de los Comunes. Para ganar, el candidato no necesita obtener una mayoría de votos (es decir, el 50% + 1). Solo requiere tener un voto más que el resto. Por lo tanto, es posible que un partido sea el más votado pero tenga menos escaños que otro.
En las elecciones de 2010, el Partido Conservador necesitó 35.000 papeletas por cada diputado. Al Laborista le bastó con 33.000, pero el Liberal Demócrata necesitó casi 120.000 por asiento. Por su parte, en los últimos comicios de 2015, el UKIP logró el 12% de los votos, casi cuatro millones de papeletas, pero tan solo obtuvo un escaño.
El laborismo es el más beneficiado por este sistema, porque tiene el voto distribuido de manera más uniforme por todo el país. Requieren, por tanto, de menos papeletas para conseguir una victoria a nivel nacional. Los conservadores, sin embargo, tienen el apoyo concentrado en determinadas zonas.
Con todo, los 'tories' siempre se han opuesto a cambiar de modelo por miedo a que otro les ponga aún las cosas más complicadas. Por este motivo, hicieron una potente campaña a favor del “no” en el referéndum de 2011, cuando se planteó a los británicos cambiar al voto alternativo, que proponían los liberal demócratas, donde los votantes numeran a sus candidatos por orden de preferencia. El pueblo votó entonces —68%— a favor de quedarse con el FPTP, frente al 32% que abogó por un cambio.

                           CELIA MAZA (desde Londres)  Vía EL CONFIDENCIAL
 

 

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