La edad de la madurez y de la transmisión de valores, que debería ayudar a los jóvenes a encontrar un sentido a la vida, es a la vez la edad de la dependencia y de la debilidad
Envejecer debería ser una bendición para
todos, un movimiento de la vida que une las generaciones en una sociedad
feliz. Pero la edad de la madurez y de la transmisión de valores, que
debería ayudar a los jóvenes a encontrar un sentido a la vida, es a la
vez la edad de la dependencia y de la debilidad.
La época actual que
ensalza de manera obsesiva los valores juveniles, rechaza las personas
dichas “inútiles” y la solidaridad entre las generaciones se degrada por
culpa de las mutaciones de la vida familiar.
Gracias
a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado mucho. El
número de personas mayores se ha multiplicado y hay quien está
necesitado de alguien que le dé una mano, o que no se valga por sí mismo
y tenga necesidad de una dependencia total de otra persona. Puede
haber, además, pobreza, enfermedad, soledad… Son situaciones que se dan
en todas las sociedades programadas para el éxito de la juventud y que
las sufrimos cuando llegamos a ser “gente mayor”.
Debemos
ser conscientes de nuestro rol de abuelos, quienes somos y quien nunca
dejaremos de ser… hasta que la muerte nos llame a la puerta para hacer
el camino definitivo. Debemos tener muy claro que los abuelos, mientras
podamos, debemos continuar haciendo nuestra vida con total autonomía.
Los abuelos somos personas, mujer y hombre, y como tales debemos
continuar creciendo y cultivando nuestras aficiones particulares. Somos
un matrimonio, mujer y marido, con todas las responsabilidades derivadas
desde el primer día de este compromiso.
También se puede ser viuda o viudo y se
debe vivir con estas circunstancias. O se puede haber iniciado un nuevo
matrimonio después de la viudedad. En cualquier caso somos una mujer y
un hombre con una edad por encima de los sesenta, con hijos y nietos,
con hermanos y cuñados, con amigos… y tenemos que tener muy claro que no
podemos dejar de lado ninguna de estas relaciones.
Un aspecto muy
importante para nosotros será el entorno en el cuando vivimos ya seamos
matrimonio o estemos solos.
Los abuelos
no somos seres extraterrestres. Hemos andado por las mismas calles que
los jóvenes, hemos vivido en la misma casa, hemos luchado como ellos
para llevar una vida digna, hemos rezado ante las dificultades y las
alegrías… Los abuelos somos todos y cada uno de nosotros, los jóvenes
también, todos. Tarde o temprano, inevitablemente, todos llegarán,
aunque ahora no lo piensen. Y si a los jóvenes no les enseñamos a tratar
bien a las personas mayores, así serán tratados ellos. Los abuelos
podemos ser frágiles, débiles, enfermos… pero no se nos puede abandonar,
no podemos dejar que construyan una sociedad al margen de los abuelos,
sería una sociedad perversa.
Siguiendo con la premisa de que los abuelos somos las raíces de la familia
queremos comentar el gran bien que los abuelos podemos hacer a los
nietos con nuestra compañía, con nuestros consejos y con nuestro “saber
hacer” de cada día. Nuestro ejemplo es lo que verán hijos y nietos y eso
será lo que les quedará. Nuestra tarea con los nietos nos puede parecer
ineficaz, pero hay que recordar aquellas palabras de la madre Teresa de Calcuta a un matrimonio que se quejaba porque los hijos no les hacían caso: -No os preocupéis si no os escuchan, os miran durante todo el día! Se educa más por la vista que por el oído.
Una
chica se quejaba a una compañera suya porque sus padres la iban a
buscar al terminar una fiesta con amigos y eso la hacía estar incómoda,
aunque al recogerla ninguno de sus compañeros se daba cuenta. Y su
compañera le dijo: -No sabes la suerte que tienes, eso quiere decir
que tus padres te quieren y no como yo, que tanto les da lo que haga o
deje de hacer.
Los abuelos tenemos
que transmitir todo nuestro bagaje ciudadano, cultural y religioso que
hemos aprendido de pequeños, hemos vivido de jóvenes y recordamos de
mayores. Y lo tenemos que hacer conscientes de que nada de lo que
hagamos caerá en saco roto. Todo queda. Todo sale. Cuando el fondo de un
cuenco hay poso y lo miramos por arriba, parece que sólo existe el
líquido, pero si cogemos una cuchara y removemos… el poso emerge y se
mezcla con el líquido. Si no hay poso… por mucho que removamos nada se
mezclará. Nuestra transmisión de virtudes es el poso que
parece que no esté, pero un buen día… aquella nieta o nieto removerà su
cuenco y descubrirá lo que estaba escondido.
Un
ejemplo: época de la URSS. Letonia, como otros países, bajo la
dominación soviética y con prohibición de vivir el cristianismo. Una
familia atea en la que conviven la abuela, el matrimonio y una nieta.
Esta nieta explica: En casa éramos ateos. Sólo había oído hablar de Dios
a mi abuela: –No te olvides que Dios te ve siempre. Actúa de forma que le gustes… Mientras rezaba el rosario me decía: -Ahora rezo a la Virgen para ti.
Con el tiempo descubrí a Dios y me convertí y mi marido también. En
nuestra historia ha habido una mano que nos ha salvado. ¿De quién es? Lo
intuyo cada vez que recuerdo a mi abuela pasando las cuentas mientras
rezaba el rosario: –Ahora rezo a la Virgen para ti…
Otro
ejemplo: chica de padres católicos él convertido al hinduismo. No
bautizan a los hijos. La abuela sigue viviendo el catolicismo y los
domingos lleva la nieta a rezar y le cuenta que Jesús está en el
sagrario. Cuando yo veía a la gente comulgar sentía ganas de
hacerlo… Cuando viajaba y pasaba por delante de una iglesia entraba y me
sentaba en el sagrario y hablaba con Jesús. El bachillerato lo hice en
un colegio adventista y allí aprendí cosas del cristianismo, pero poco a
poco me alejé de Dios y vi el lado de la vida sin Dios: me encontraba
sola. Los estudios universitarios los hice en una universidad católica y
las prácticas en un colegio católico. Desde el primer día me sentí como
en casa. Me convertí. El día del bautismo me acordé de mi abuela y le
agradecí que fuera ella quien abrió el manantial de fe en mi alma y que
fuera la “culpable” de mi conversión.
¡Cuántas
cosas podemos transmitir los abuelos a los nietos! Sin demasiadas
palabras, sin apretar, sin imponer… simplemente estando a su lado y que
vean cómo vivimos los valores, las virtudes y la fe de siempre. De esta
manera les dejaremos un poso para que algún día, si se deciden a remover
el cuenco, se les haga visible todo aquello que han recibido sin darse
cuenta, se darán cuenta que los abuelos somos las raíces de la familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario